Alemania, el despertar del gigante adormecido

Noah Barkin THE ATLANTIC

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María Pedreda

La política de Berlín ha sufrido un cataclismo que nadie vio venir

08 mar 2022 . Actualizado a las 09:54 h.

A finales del año pasado, cuando Angela Merkel aún era la canciller alemana, le pregunté a un miembro de su Gobierno acerca de la preocupante dependencia del país de regímenes autoritarios y sobre la reticencia de la clase política a repensar estas relaciones. En ese momento, Berlín se preparaba para inaugurar una nueva línea de gas desde Rusia, y las mayores compañías alemanas anunciaban grandes inversiones en China. Pero Merkel se encontraba próxima a su salida, y la pregunta predominante era si el cambio en el liderazgo podría traer aparejada una variación en el enfoque de Alemania. «La libertad no significa tanto para Alemania como para otros lugares», señaló el político alemán, que pidió mantener su anonimato. «Si la elección es entre el declive económico y la erosión de las libertades, Alemania bien podría elegir la segunda», agregó.

Durante el pasado fin de semana, el sucesor de Merkel, Olaf Scholz, subió al podio en el Bundestag y demostró lo contrario, colocando a la libertad en primer lugar en una asombrosa respuesta a la invasión rusa en Ucrania. Así, hizo añicos los tabúes de la política exterior alemana que se remontan a la fundación de la República Federal hace más de 70 años.

El giro de Berlín

Scholz anunció que Alemania pondría fin a su dependencia del gas ruso, gastaría 100.000 millones de euros adicionales en su Ejército y entregaría cientos de armas y misiles a Ucrania. Alemania también puede verse obligada a extender la vida útil de sus plantas nucleares para llenar el vacío energético creado por la interrupción del suministro de gas ruso.

Cada una de estas decisiones representa algo así como un terremoto. En conjunto, son un cataclismo político que nadie vio venir, ni de un canciller novato conocido por su cautela ni de una coalición de partidos alemanes con raíces pacifistas, y mucho menos de un Gobierno liderado por los socialdemócratas, con su historia de estrechos vínculos con Rusia. «Estamos entrando en una nueva era», dijo Scholz en el Parlamento. «Y eso significa que el mundo en el que vivimos ahora no es el que conocíamos», continuó. Para poder apreciar la envergadura de los cambios que se están dando en Alemania, es necesario echar un vistazo a la historia del país.

Como explicó el diplomático alemán Thomad Bagger en el 2019, Alemania emergió de la caída del muro de Berlín, la reunificación alemana y el colapso de la Unión Soviética convencida de que finalmente había aterrizado en el lado correcto de la historia.

El fin de la Guerra Fría

La democracia se estaba extendiendo en Europa del este, expulsando a las figuras autoritarias del poder. Lo que Vladimir Putin, por entonces un agente de la KGB viviendo en la ciudad de Dresde, ha descrito como la «mayor catástrofe geopolítica» del siglo XX fue para Alemania un renacimiento y prueba, en palabras de Bagger, de que la historia se estaba inclinando hacia la rama de la democracia liberal. El final de la Guerra Fría también significó la paz, y con ella, llegó la reducción en los presupuestos alemanes destinados a la defensa.

El país estaba emergiendo como una potencia industrial, absorbiendo gas ruso y vendiendo su maquinaria líder a una China en ascenso, todo mientras dependía del paraguas de seguridad proporcionado por EE.UU. Hubo baches en el camino: la crisis financiera de Europa, la anexión de Crimea, el terrorismo de Oriente Medio y la afluencia de refugiados, pero ninguno sacudió la confianza de Alemania en su propio modelo ni en su visión del mundo.

Una nueva era

Luego llegaron el brexit, la elección de Trump en EE.UU. y la comprensión de que el «Wandel durch Handel» —el cambio a través del comercio— no estaba funcionando tan bien. China aún compraba automóviles y tecnología alemanes, pero se había convertido en un Estado autoritario con ambiciones globales. Después de más de una década en su largo reinado, Merkel ofreció indicios de que no estaba todo bien. En el 2017, después de uno de sus primeros encuentros con Trump, reconoció que era posible que Alemania no pudiera confiar en EE.UU. como lo había hecho hasta entonces. Pero nunca transmitió a los alemanes comunes que los pilares del modelo de posguerra de Alemania se estaban desmoronando, ni que podrían tener que pagar un precio por la agitación que se avecinaba. 

Durante su campaña, Scholz envió a los votantes un mensaje de que no era necesario cambiar demasiado, y se postuló como el heredero natural de Merkel. La reacción inicial de Scholz al ruido de sables de Putin fue restarle importancia. El Nord Stream 2, el gasoducto ruso hacia Alemania que durante mucho tiempo había hallado una feroz resistencia de los socios de la UE y de Washington, era un «proyecto comercial» apolítico que debería desvincularse del debate sobre las sanciones, dijo Scholz al mundo a mediados de diciembre, incluso cuando Putin reunió tropas en la frontera de Rusia con Ucrania.

Todo ha cambiado con la nueva política de Scholz

El repentino cambio de Scholz durante la última semana, cuando las tropas rusas entraron en Ucrania, fue en parte una reacción a la abrumadora presión a la que se había visto sometido su Gobierno, tanto dentro Alemania como entre los aliados más cercanos de Berlín, después de semanas de demora. Pero la presión por sí sola no explica las medidas anunciadas por Scholz, que van mucho más allá de lo que cualquiera podría haber esperado.

Los movimientos son un reconocimiento de que el mundo ha cambiado, de que Alemania debe invertir fuertemente en su propia defensa, de que debe pagar un precio económico para defender sus valores, de que no puede seguir siendo una versión más grande de Suiza en un mundo de rivalidades sistémicas. Al hacerlo, Scholz ha ido en contra de la corriente de su propio partido, del establishment comercial alemán y de lo que muchos asumieron como las preferencias de la población alemana en general. Y, sin embargo, los partidos de su coalición lo han respaldado y los medios alemanes alaban su audacia. El mismo día que Scholz realizó sus anuncios, más de 100.000 personas se dieron cita en el Tiergarten, junto al Bundestag, para mostrar su solidaridad con Ucrania.

De un solo golpe, Scholz se ha liberado del molde cauteloso de Merkel que lo llevó a ser elegido. Merkel también tomó decisiones trascendentales durante sus 16 años como canciller, pero ninguna fue tan sísmica en relación al lugar de Alemania en el mundo como las que Scholz anunció menos de tres meses después de asumir la cancillería.

Lo que viene después es incierto. La suerte está echada.

© 2022 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por Lorena Maya.