Vladimir Potanin, el rey del níquel alza la voz

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Poseedor de una fortuna de 18.500 millones de dólares, la segunda más grande de Rusia, el oligarca ha sido uno de los que se ha atrevido a alzar la voz contra el presidente Putin

20 mar 2022 . Actualizado a las 12:11 h.

Se llama Vladimir, es ruso, claro, y tiene mucho poder. Pero, no es Putin. Se apellida Potanin y es una de las mayores fortunas de su país, la segunda, según Forbes, con un patrimonio de 18.500 millones de dólares. Es el presidente y principal accionista de Norilsk Nickel, y se le conoce como el rey del níquel, que para algo su empresa es el referente mundial en la producción de la materia prima que le da nombre.

Y es también otro de los oligarcas que se han atrevido en las últimas semanas a alzar la voz contra el presidente de su país. En su caso, por la ocurrencia de nacionalizar las empresas extranjeras que decidan hacer las maletas y abandonar el territorio ruso. Y es que, entiende Potanin que , con una medida así, Rusia retrocedería «cien años, hasta 1917», cuando los bolcheviques acabaron con el imperio de los zares y sentaron las bases de la futura Unión Soviética. Una de las etapas más convulsas de la historia del país, hasta la desintegración de la URSS.

«No deberíamos dar un portazo, sino esforzarnos en preservar la posición de Rusia en mercados a los que hemos dedicado tanto tiempo y esfuerzos», es la advertencia del milmillonario, que recomienda a Putin ser «muy cauteloso» con cualquier tipo de confiscación a empresas extranjeras.

Tiene Potanin (Moscú, 1961) muchas razones para decir lo que dice, entre otras cosas, porque sobre el hierro y el acero ya pesan sanciones de Occidente. «Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar», debe de andar pensando el oligarca. Y es que Norilsk Nickel, no solo hace negocios con el níquel, también con paladio, platino, cobalto, rodio, plata, oro, iridio, rutenio, selenio, telurio y azufre. Ahí es nada.

Sabe muy bien Potanin del daño que el cruce de sanciones y contrasanciones entre Occidente y Moscú puede acabar haciéndole a la economía rusa, que por algo fue viceprimer ministro de Energía y Economía, en el Gobierno de Boris Yeltsin, entre 1996 y 1997. Y fue por aquel entonces, casualidades de la vida —si no han captado la ironía, les confirmo que la hay—, cuando comenzó a amasar su ingente fortuna. No en vano, se le considera uno de los cerebros del vasto programa de privatizaciones que siguió a la desmembración del sistema estatal soviético y al calor del que se forjaron las no menos vastas fortunas de los llamados oligarcas, término acuñado precisamente para referirse a quienes se hicieron de oro con esa explosión privatizadora en torno a los muchos recursos naturales del país.

Como todo oligarca que se precie, tiene el rey del níquel un megayate: el Nirvana, de 88,5 metros y valorado en más de 150 millones de dólares. Se lo ha llevado a las Maldivas. Por si acaso. No está entre los proscritos afines a Putin, pero quién sabe si no acabará en alguna de esas listas más pronto que tarde. Además de un colosal yate —cómo no— cuenta en su haber con un no menos colosal divorcio: el que protagonizó en el 2014 junto hasta su entonces esposa Natalia Potanina. El más caro de la historia hasta entonces: 5.000 millones de dólares. Ya saben: los oligarcas, todo lo hacen a lo grande.

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