Patrycia Centeno, experta en comunicación no verbal: «El tacón empodera»

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Nacida en A Coruña, criada en Barcelona y especialista en indumentaria y comunicación, acaba de publicar «Poderío», una guía sobre el liderazgo femenino

22 mar 2022 . Actualizado a las 20:03 h.

Gallega de nacimiento, catalana de formación, Patrycia Centeno (A Coruña, 1983) apuesta por un mundo de poderío más que de empoderamiento. Lo explica en su último libro que se llama precisamente así, Poderío (Destino).

—¿Qué le llevó a escribir este libro?

—Durante todos estos años de análisis y asesoría he sido consciente de una transición de un liderazgo que podemos llamar patriarcal hacia otra tendencia. Para mí esa tendencia es un liderazgo femenino y eso no quiere decir que solo afecte a las mujeres. De hecho, los pioneros han sido hombres. Además, he tenido la suerte de asesorar a mujeres brillantes y me sorprendía cuánto síndrome de la impostora había entre todas ellas, aún habiendo conseguido grandes logros.

—Usted distingue entre empoderamiento y poderío.

—Cuando hacíamos ejercicios con estas mujeres, al hablar de empoderamiento salían gestos muy agresivos, pero cuando se hablaba de poderío, la expresión del cuerpo cambiaba radicalmente. Aunque los dos conceptos se usen indistintamente, el cuerpo no reacciona igual. Así que creo que cuando hablamos de empoderamiento hablamos de un poder social, bastante tóxico, y si hablamos de poderío, hablamos de un poder personal.

—De poco sirve que las mujeres se incorporen al poder si lo van a ejercer del mismo modo que los hombres.

—De eso va el libro. Si queremos cambiar un modelo hay que cambiar las formas, los protocolos. Las mujeres que llegaron a ciertas líneas de poder lo han ejercido ciñéndose a los referentes que había. Parece que para llegar a esas líneas de poder debíamos masculinizarnos y ahí está la trampa. Margaret Thatcher, Macarena Olona, son unas mujeres con un liderazgo alfa; no aportan nada.

—Y en ese cambio de referentes, de estructuras, ¿cómo vamos?

—Hay algunas cosas, Y no solo en la política. En el caso del tenis, por ejemplo, no es lo mismo Federer que Djokovic. Vamos por el buen camino, pero soy consciente de que es muy difícil, porque hay que cambiarlo todo. El mundo está creado por hombres, para hombres y, además, para cierto tipo de hombres. Trabajar la femineidad debería ser algo lógico para un hombre.

—En el libro propone que un cambio de imagen puede empoderar a una mujer. Los tacones, por ejemplo.

—El tacón empodera. Cuanto más espacio ocupas, más poder sientes que tienes. Estéticamente, el tacón suma unos centímetros y eso te hace sentir bien. Lo digo por propia experiencia. Pero ojo, eso es empoderamiento; poderío es que yo no necesitara ese tacón.

Pilar Canicoba

—La estética es importante.

—Mucho. A mí me interesa como lenguaje. El liderazgo femenino nos aporta nuevas formas. No es lo mismo el vestuario de Thatcher, que iba muy masculinizada, o el de Merkel, que el que se pueda desarrollar hoy con una líder con los labios pintados, la falda con vuelo, o un tejido de seda. Cuando voy a televisión me gusta llevar vestidos y casi tengo que desnudarme para ponerme el micro, porque es que hasta se llama micro de corbata y está pensado para eso. Es solo un ejemplo de como están pensadas las cosas.

—De estas tres políticas: Nadia Calviño, Yolanda Díaz e Isabel García Ayuso, ¿quién encarna mejor ese nuevo liderazgo que propone?

—El liderazgo femenino lo representa Yolanda Díaz. Eso no quiere decir que sea perfecta porque además el liderazgo femenino no busca la perfección, sino la imperfección. Ella ha hecho una transformación, siempre se muestra serena, intenta sonreír, es bastante tierna, tiende a tocar y es muy elegante. Nadia Calviño es un liderazgo de mujer, pero no femenino. Y Ayuso, que usa un liderazgo masculino, patriarcal, es inteligente porque suele usar también la herramienta de la seducción. Por eso consigue tanto apoyo.

—Y Feijoo ¿qué transmite?

—Bueno, ha tenido bastantes capítulos en su vida. Para mí siempre será aquel hombre que quiso apagar un incendio con mocasines, camisa impoluta y una manguera. Pero sí creo que transmite una cara del PP que en los últimos años no se ha visto: un tío sereno. Y eso le hace más creíble.

—¿Le daría algún consejo?

—Que apostara por el liderazgo femenino; que no se fijara tanto en la ultraderecha y mirara más a la derecha europea.

—Dejemos la política. ¿Cómo acabó en Barcelona?

—Mi madre es de Burela. Mis padres vivieron muchos años en Galicia, pero cuando tenía año y medio se trasladaron a Cataluña y aquí me crie. Pero siempre con la terriña en mente.

—¿Viene de vez en cuando?

—Sí. Y también a Asturias. En los últimos años noto que Galicia me tira más.

—¿Celta o Dépor?

—Dépor, aunque no me gusta el fútbol. Pero, por ejemplo, aborrezco al Barça. Mi madre es del Dépor y yo viví como una tragedia aquella liga que el Dépor perdió contra el Barça.

—Intente definirse en pocas palabras.

—Déjeme pensar... Yo creo que soy hipersensible, cariñosa, perfeccionista, aunque no me guste, y muy soñadora.

—¿Con qué le gusta entretenerse?

—Me encanta estar con mi perro. Soy animalista. De hecho empecé a estudiar el lenguaje corporal cuando me di cuenta de que nos podemos comunicar con los animales sin necesidad de palabras. Me gusta muchísimo observar la belleza. Fantasear con la belleza me ha salvado la vida muchas veces.

—Dígame algo que hace mal y que le gustaría mejorar.

—Muchas cosas. Soy negada con los deportes, por ejemplo. Me gustaría hablar gallego. Mi madre no nos enseñó. No me quiero ir de esta vida sin hablar gallego.

—Una canción.

Fly Me to the Moon, de Frank Sinatra.

—¿Lo más importante en la vida?

—El amor.