«Cuando les dije a mis padres que era trans, no me dejaron salir de casa»

ACTUALIDAD

ALBERTO LÓPEZ

En el Día Internacional de la Visibilidad Transgénero ponemos el foco en el primer obstáculo que muchos de ellos tienen, la familia. «La gran mayoría de gente que conozco no lo han aceptado en su casa», dice este joven de 18 años

31 mar 2022 . Actualizado a las 15:43 h.

Tiberius es un nombre ficticio. Lo ha elegido porque no quiere que nadie lo reconozca. Y se oculta por los problemas que puede tener en su casa. Durante la media hora que mantenemos de conversación, casi siempre se refiere a sus padres como sus progenitores. Es una manera de poner distancia con aquellas personas que le han dado la vida, pero que se niegan a entender su condición de transexual. No es el único que sufre el rechazo familiar al contarlo en casa. Dice que la mayoría de las veces ocurre así. «La primera reacción es de rechazo, luego negación y luego aislamiento, en la gran mayoría de los casos. Es muy difícil encontrar a alguien que tenga apoyo de su familia», asegura. Por eso, quiere contar su caso y denunciar este tipo de situaciones a la que se enfrentan los transexuales. Quiere levantar la voz, aunque no pueda quitarse la capucha.

Tiberius reconoce que, a sus 18 años, todavía está en proceso de entenderse bien, de saber en qué etiqueta encaja mejor. Con la femenina, que es con la que nació, sabe que no. Por eso pide que se le trate en masculino: «Desde pequeño no me sentía a gusto con lo que decían que tenía que ser y hacer por ser una chica. Yo me siento más cómodo con los estereotipos de un chico». Pero hace un par de años, comenzó a tener dudas sobre si era no binario, es decir, que no percibe su identidad como totalmente masculina o femenina. Y todavía está en ese proceso: «Me gusta que me traten en masculino, pero empecé a tener dudas de si me sentía 100 % hombre o no. Y ahora mismo me considero una persona no binaria, que parte del tiempo te sientes hombre y parte no. Pero no quiere decir que esa parte que no, me sienta mujer porque eso es otra identidad diferente. Simplemente te sientes otra cosa o no te sientes nada. Entonces no lo tengo del todo claro. Todavía estoy en fase de entenderme a mí mismo y si soy una persona de género o básicamente no me identifico con nada».

Él sabe que es transexual desde los 14 años. Dice que antes se sentía mal en muchas situaciones, pero no sabía describir lo que le pasaba: «Yo antes no sabía lo que era ser trans. No tenía ni idea, pero en cuanto lo conocí, mi cabeza conectó. Por fin tenían sentido todas las cosas que me habían rondado en la cabeza desde muy pequeño». Entre esas situaciones incómodas, relata lo que sentía cada vez que tenía que ducharse en el vestuario de chicas después de hacer gimnasia: «Era la cosa más incómoda del mundo. No me sentía a gusto. En primer lugar, porque no me gustaba que me obligasen a desnudarme delante de la gente. Sentía que no tenía que estar ahí».

Acoso escolar 

Cuenta también que sufrió acoso escolar «en todos los centros» en los que estuvo, aunque no solo lo achaca a su condición de transexual: «Más bien era por otras cosas, pero en parte sí. Estaba completamente aislado, la gente ni me dirigía la palabra y me miraba mal. Muchas veces me trataban como no tenía que ser y cuando me enfadaba o me molestaba se reían de mí».

Pero durante todo este proceso nunca ha sentido el apoyo de su entorno. «Cuando tenía unos 15 años empecé a ir a una psicóloga. Y le conté que era trans. Fue ella la que me convenció para que saliese del armario con mis padres. Y cuando se lo dije, me hicieron eliminar mis cuentas de todas las redes sociales que tenía, me hicieron dejar de hablar con todo el mundo en internet, me quitaron el móvil, me pusieron horarios, no me dejaban salir de casa, no me dejaban quedar con nadie, no me dejaban hablar con nadie, ni decir que era trans», relata sobre la situación que se creó. «No podía tener un mínimo de intimidad. Tenía que estar con la puerta abierta en mi habitación, tenían que estar viendo las 24 horas del día lo que hacía para controlarme», indica. Tras esta fase, dice que luego vino otra etapa de negación: «Que no era verdad, que si era una moda, que me habían lavado el cerebro. Negándolo todo el rato, que eso no existía o que la biología decía que no. Y así siguen. De eso hace cuatro años ya y siguen negándolo. A mí me tratan en femenino, me llaman por mi nombre del DNI, se niegan a que me muestre mínimamente cómo soy». Y pone el ejemplo de la ropa. Mientras antes no le ponían problemas para vestir con prendas anchas: «En cuanto salí del armario, [la ropa] tenía que ser del estereotipo de una mujer. Y cada vez que llevo algo mínimamente ancho, aunque hoy en día lo hacen menos, mi progenitora sigue diciendo que así voy a parecer un chico o los comentarios constantes que me siguen haciendo de que me van a pegar un paliza por la calle, que me van a perseguir o que voy a tener un montón de problemas». Sobre la paliza, va más allá: «Que me vendría bien para que entrase en razón porque parece que me lavaron el cerebro y que eso es culpa de las malas compañías. También que es culpa del bullying que me hicieron durante tantos años».

Tiberius solo ve una salida a su situación: irse de casa y de ciudad. Explica que ya está buscando trabajo porque quiere tener unos ahorros antes de tomar esa decisión: «Quiero valerme por mí mismo y no depender de mis progenitores. Cuanto menos les pida cuando me vaya, para mí mejor. Y por ellos seguramente también». Si logra aprobar sus estudios, cree que a finales de este verano puede estar ya fuera de casa: «Pretendo buscar trabajo a media jornada para seguir estudiando» y aclara que le da igual de lo que sea, con tal de que le dé «un mínimo de dinero» para independizarse. «La relación con ellos ya era muy mala desde antes de salir del armario, pero al hacerlo fue muchísimo peor», comenta. «El proceso de entenderte ya es muy duro. Si en el momento en el que le dices a las personas más cercanas lo que eres y te rechazan completamente, es muchísimo más difícil intentar salir y sentirte seguro», aclara mientras dice que lleva «desde los 12 años» sabiendo que se iba «a cambiar de ciudad cuando pudiera para no vivir con ellos».

Rechazo mayoritario

Comenta Tiberius que no es el único que no siente el apoyo de los suyos: «La gran mayoría de gente que conozco no lo han aceptado en su casa». Dice que lo difícil, precisamente, es encontrar el respaldo familiar en este tipo de situaciones.

Por el momento y ahora que es mayor de edad, ha iniciado el trámite para cambiarse el nombre en el DNI: «Quiero poner masculino, aunque no sé si luego voy a seguir con las hormonas o no. Lo que sí sé es que me quiero operar la parte del arriba (el pecho). Lo demás no».

Durante todo este proceso, este joven de 18 años llegó a tocar fondo: «Ni siquiera sabía qué hacer con mi vida, simplemente estaba intentando entenderme a mí mismo y, al ver todo ese rechazo de golpe, fue terrible, sentí que no podía más. De hecho, llegué a tener varios intentos de suicidio. Ellos son consciente de ello, porque se lo he dicho en varias ocasiones y he intentado tener conversaciones serias y mínimamente tranquilas, pero al final siempre terminamos a gritos», explica mientras da por perdida la relación con sus padres. «Completamente», dice. «Intento mantener la poca estabilidad emocional que me queda. Intento seguir», asegura este luchador de vida.