Desesperada petición de ayuda del comandante de Mariúpol: «Nos quedan unos días, si no horas»

Rosa Paíno
r. Paíno AGENCIAS

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Sergii Volina defiende la planta siderúrgica de Azovstal al frente de un batallón de marines. Solo una decena de civiles logra salir tras fracasar otro intento de abrir corredores humanitarios

21 abr 2022 . Actualizado a las 08:54 h.

La suerte de Mariúpol está echada, pese a su resistencia numantina. La negativa a rendirse de los defensores ucranianos tras el enésimo ultimátum ruso (expiró este miércoles a las 14.00 hora local) y el desesperado mensaje del comandante atrincherado en el último reducto de la resistencia, la planta siderúrgica Azovstal, hacen presagiar que el otrora próspero puerto de más de 400.000 habitantes está a punto de caer en manos rusas.

«Nos quedan unos días, si no horas», señalaba en un vídeo en una red social Sergii Volina, el comandante del batallón de infantes de Marina que han defendido la ciudad durante 56 días. «El enemigo nos supera diez a uno», explicaba desde los sótanos de la acería, antes de suplicar a los líderes mundiales que intercedan para evacuar a un tercer país a sus hombres (entre 2.000 y 2.500, según estimaciones) y a los más de mil civiles atrincherados en los búnkeres subterráneos.

«El enemigo nos supera diez a uno», explicaba desde los sótanos de la acería, antes de suplicar a los líderes mundiales que intercedan para evacuar a un tercer país a sus hombres y a los más de mil civiles atrincherados en los búnkeres subterráneos. «Este es nuestro llamamiento al mundo. Puede que sea el último», dijo. 

Kiev aseguró que Rusia atacaba la acería con bombas revienta-búnkeres, mientras las fuerzas prorrusas estaban a punto de concluir una «operación de limpieza en Mariúpol», según declararon a la agencia rusa Tass.

El corredor humanitario pactado con Rusia para poner a salvo a unos 6.000 mujeres, niños y ancianos no funcionó según lo planeado. Solo unas decenas de civiles pudieron ser evacuados en un pequeño convoy hacia Zaporiyia ante la llegada de menos autobuses de los 90 previstos, según aclaró el gobernador de Donetsk, Pavlo Kirilenko.

Por segundo día, la maquinaria bélica del Kremlin prosiguió los ataques en los frentes de la región del Dombás. Según recoge Efe de los militares ucranianos, las tropas rusas lanzaron una nueva ofensiva hacia Lyman, un importante nudo ferroviario en el Donetsk que es uno de los principales objetivos rusos, mientras los ataques se intensificaron también en Marinka.

El asesor presidencial ucraniano Oleksii Arestovich dijo que Rusia intentaba avanzar hacia Sloviansk, pero «hasta ahora no lo están logrando». El objetivo es conquistar esa ciudad para rodear a las fuerzas ucranianas.

Para la nueva ofensiva, Rusia ha desplegado entre 10.000 y 20.000 mercenarios de Siria, Libia y otros lugares por un sueldo de entre 600 y 3.000 dólares, reclutados por el grupo Wagner, según un funcionario europeo citado por The Guardian.

 

La planta siderúrgica Azovstal
La planta siderúrgica Azovstal ALEXANDER ERMOCHENKO | Reuters

Azovstal, una acería reconvertida en el último búnker de la resistencia 

Casi noventa años después que su primer horno comenzara a producir hierro fundido, la planta siderúrgica Azovstal de Mariúpol, una de las mayores acerías de Europa, se ha convertido en el símbolo de la resistencia ucraniana a la invasión rusa.

Sus instalaciones, que están en el sureste de la ciudad y abarcan una superficie de once kilómetros cuadrados, era un reducto prácticamente inexpugnable para las tropas rusas, que controlan casi todo Mariúpol.

Y es que sus naves y vías de comunicación subterránea ofrecen a las fuerzas ucranianas posibilidades de resistir, mientras tengan munición, al avance de la tropas rusas y de las milicias de la autoproclamada república popular de Donetsk pese a la enorme superioridad de estas tanto numérica como en potencia de fuego. «Allí hay plantas subterráneas, por eso no tiene sentido tomarla por asalto, porque podemos perder un gran número de soldados, y el adversario no sufrirá pérdidas», admitió la semana pasada el portavoz de las milicias prorrusas, Eduard Basurin.

En su opinión, el único plan viable es bloquear todas las salidas de la planta y «después de ello recurrir a las tropas especializadas en guerra química, que hallarán el modo de expulsar a los topos de sus guaridas».

Basurin no hizo alusión al más de millar de civiles, que, según las autoridades ucranianas, se han resguardado de los bombardeos rusos en Azovstal. 

De Hitler a Putin

La planta metalúrgica no es la primera vez que sufre los estragos de una guerra: entre 12 septiembre y el 8 de octubre de 1941, ante el avance de las tropas hitlerianas, los principales equipos de Azovstal y su personal fueron evacuados a los Urales en 600 vagones de ferrocarril.

Durante la ocupación alemana Azovstal pasó a llamarse Fábrica Nº 1 de Azov y fue traspasada al consorcio Krupp. En septiembre de 1943, en plena contraofensiva soviética, antes de abandonar Mariúpol las tropas de la Wehrmacht volaron las principales instalaciones de la planta metalúrgica. Casi dos años después, en julio de 1945, a punto de concluir la Segunda Guerra Mundial, fue puesto en funcionamiento el alto horno Nº 3, hito que marcó el renacimiento de Azovstal. 

Privatización

Tras la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, la planta pasó a ser propiedad del Estado ucraniano, cuyo Gobierno cinco años después la incluyó en su programa de privatizaciones. En el 2006 Azovstal pasó a formar parte del grupo Metinvest, controlado por Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania, con una fortuna estimada en 7.600 millones de dólares por la revista Forbes

La planta, antes de la destrucción sufrida por la «operación militar especial» en Ucrania ordenada por el presidente ruso, Vladimir Putin, tenía una capacidad productiva anual de 5,7 millones de toneladas de hierro fundido, 5,3 millones de toneladas de acero de convertidor y 4,7 millones de acero laminado. Azovstal era la principal productora ucraniana de láminas de acero de entre 6 y 200 milímetros de grosor y de entre 1,5 y 3,3 metros de ancho para la construcción naval y de tuberías de gran diámetro para gasoductos y oleoductos. 

Moscú envía a Kiev una oferta de diálogo y exige la aceptación de sus propuestas 

En medio de la ofensiva para controlar la región del Dombás, Moscú informó ayer que el pasado día 15 entregó a Kiev «un nuevo borrador» para conseguir un eventual acuerdo de paz y estaba a la espera de la respuesta ucraniana. «La pelota está en su campo», dijo el Kremlin.

Que la propuesta se difunda en plena ofensiva rusa no da tregua al pesimismo, y sobre todo después de que Rusia vinculara el éxito del diálogo con Ucrania a su aceptación de las exigencias rusas, según declaró el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en una conversación telefónica con su homólogo turco, Mevlüt Cavusoglu. «Respecto a las perspectivas del proceso de negociaciones ruso-ucraniano se confirmó la posición invariable rusa: los resultados de las conversaciones dependerán totalmente de la disposición de Kiev de tomar en cuenta nuestras legítimas exigencias», afirmó Lavrov.

De todas formas, Volodímir Zelenski se mostró dispuesto a dialogar «hasta el final de la guerra» con la Federación Rusa y Vladimir Putin.

Entretanto, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha pedido ser recibido en Moscú por Putin y en Kiev por Zelenski, en una carta donde les recuerda que tanto Rusia como Ucrania son miembros fundadores de la ONU. Israel confirmó su disposición a albergar una posible reunión entre los presidentes ruso y ucraniano, según declaró su embajador en Moscú, Alexánder Ben Zvi, en una entrevista a la agencia rusa Tass. 

Relevo militar

El fracaso de la ofensiva de Moscú para conquistar Kiev ya se ha cobrado su primera pieza en el mando militar ruso. Putin relevó al general Serguéi Chubarikin como comandante de la 76.ª División Aerotransportada de Asalto, que combatió durante la «operación militar especial» en el norte de Kiev. Su sucesor es el coronel Denís Shimov, que comandaba hasta ahora la 11 Brigada Aerotransportada con sede en Siberia y que fue condecorado como héroe de Rusia por la actual campaña militar por su papel en la toma de la región de Jersón. El coronel resultó herido en la cabeza durante la defensa de la orilla del río Dniéper, pero siguió comandando su brigada.