«La justicia reconoce que mi hija Eva se murió por culpa de dos pediatras»

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MARCOS MÍGUEZ

Doce años de lucha en los tribunales para conseguir que un juzgado les diera la razón: Que su hija falleció al no aplicarse el tratamiento correcto y que el hospital no contaba con los medios personales adecuados

24 abr 2022 . Actualizado a las 10:05 h.

Raúl Varela y Paula Puig nunca tuvieron dudas de que la muerte de su hija Eva, de apenas 4 años, fue consecuencia de una negligencia médica de libro. Pero para demostrarlo judicialmente han tenido que esperar doce años y superar muchos obstáculos en el camino. Al fin, hoy pueden decir alto y claro que se ha hecho justicia, aunque no de la forma que deseaban. Porque tras intentarlo por la vía penal, la Audiencia Provincial de A Coruña declaró el sobreseimiento de las actuaciones. Fue entonces cuando tuvieron que recurrir por la vía civil contra las aseguradoras, y ahí sí un juzgado de Madrid les ha dado la razón de una manera rotunda.

«Hace casi doce años que Eva se fue. Mi hija querida salió por la mañana para operarse de una sencilla operación de amígdalas y nunca regresó. Eva tenía 4 años. No nos podíamos creer que una operación tan sencilla y rutinaria acabase así. Eva era un ángel; era simpática, cariñosa, buena, inteligente y muy, muy empática. Todos la queríamos mucho», escribió Raúl hace unas semanas en LinkedIn justo el día que la niña cumpliría 16 años, en una publicación que se convirtió en viral con más de dos millones de visualizaciones. «Tras luchar casi doce años en la jurisdicción penal y en la civil, en diversas instancias, la justicia ha reconocido que mi hija Eva se murió por culpa de dos pediatras que actuaron negligentemente. Además de su mal hacer profesional, de su prepotencia y de su falta de respeto, ahora tienen una sentencia firme que reconoce que mi hija se murió por su culpa», comentó el padre de la pequeña en esta red social.

Todo comenzó el 29 de abril del 2010 cuando Eva ingresó en un hospital privado de A Coruña para ser intervenida de amígdalas y vegetaciones. La operación no presentó «ninguna incidencia» y la niña regresó a planta. Pero al poco comenzaron las complicaciones hasta el punto de registrar una fuerte convulsión. Tras realizar un análisis de sangre se descubrió que sufría una hiponatremia severa —concentración demasiado baja de sodio en la sangre, que puede acabar provocando la muerte—. El pediatra prescribió un tratamiento que, según queda acreditado en la sentencia, era «cien veces inferior al recomendado» y, además, el suero que se le aplicó era glucosado «que no hizo si no contribuir a la bajada de sodio». Por la noche, Eva tuvo que ingresar en la uci de adultos, «al carecer el hospital de unidad pediátrica».

Lejos de mejorar, a las cinco de la madrugada sufrió «una convulsión sostenida». El servicio de enfermería le administró «Valium pautado por el pediatra» y lo avisó por teléfono porque no se encontraba en el hospital. El pediatra mantuvo el tratamiento y no prescribió «prueba alguna» ni acudió «a visitar a la paciente». Por la mañana, un nuevo pediatra se hizo cargo de Eva y ordenó realizar una nueva analítica que reveló «una agravación del cuadro de la menor» . Decidió modificar «levemente» el tratamiento, mientras mantuvo el suero glucosado. Una hora más tarde, ordenó realizar un TAC en el que se vio que presentaba «alteraciones, pero no significativas». Al poco, Eva sufrió una parada respiratoria. No fue hasta las seis de la tarde, cuando el pediatra cambió «el suero glucosado por suero hipertónico al 2 %». Y decidió trasladar al hospital Materno Infantil de A Coruña (Chuac) a la menor, donde se le realizó un TAC con contraste que reveló «la muerte cerebral de Eva, certificándose su fallecimiento el 1 de mayo del 2010».

De todos estos hechos, el juzgado considera que «resulta clara la negligencia en la actuación tanto del centro hospitalario como de los pediatras que atendieron a Eva tras diagnosticarse la hiponatremia severa». Además, destaca que «la responsabilidad deriva de dicho episodio y no de la intervención quirúrgica practicada», que se desarrolló «con total normalidad, así como el proceso de reanimación y posquirúrgico».

«Las actuaciones y omisiones tras ese momento son las que determinaron, sin ninguna duda, el fallecimiento de Eva al no aplicarse la lex artis correcta de los facultativos y no contar el hospital con los medios personales adecuados para controlar un cuadro que, aun siendo grave, era reversible». Y prosigue: «Pocas veces se cuenta en medicina con un tratamiento tan claro teniendo en cuenta las leyes de la química, estando pautado bajo una fórmula tanto el tipo de medicación a aplicar como los tiempos para su administración. A Eva no se le aplicó el protocolo existente y se produjo la fatal consecuencia que prevé el mismo, un edema cerebral y su fallecimiento». Además, la sentencia considera que «la totalidad de los peritos [...] han determinado que el fallecimiento de Eva, una niña sana de tan solo 4 años de edad, se podía haber evitado».

SIN MÉDICO

El fallo también critica al hospital por no tener «previsto un médico especialista que velara por el servicio de los pacientes que se suponen más graves o que precisan un especial control de sus tratamientos por su evolución o los efectos que pueden derivarse». Además, exime de cualquier responsabilidad al cuerpo de enfermería, «cuya actuación no puede reprocharse al haber avisado al pediatra cuando convulsionó».

Para los padres de Eva, lo peor fue saber que esa noche ningún médico estuvo pendiente de ella. «La gravedad del asunto, más allá de la aplicación de la fórmula correcta (de medicación), que también, es el abandono absoluto de una niña de 4 años en una uci sin médicos. Cuando además mi mujer y yo les dijimos si no sería bueno llevarla al Materno, insistiendo siempre. De hecho, si no es por nosotros no baja ni a la uci. Conseguimos que bajase y cuál fue nuestra sorpresa, evidentemente esto lo descubrimos mucho después, que en la uci no había ningún médico», comenta Raúl, que pidió desde el primer momento el despido de los dos facultativos y que inició una batalla judicial tras la muerte de su hija.

«Tuvimos que dejar la vía penal. Entendíamos que había que pedir cárcel e inhabilitación, pero tuvimos que optar por la vía civil en otra ciudad y usando la opción de ir directamente contra el seguro. Cambiamos la estrategia y fuimos a Madrid y allí se ganó en primera instancia. Recurrieron y se ganó en segunda instancia. Y ahora ya no han recurrido y se ha hecho firme la sentencia», comenta este padre coraje que denuncia también las trabas judiciales e insalvables que se encontró por la vía penal.

Y mientras todo esto sucedía en los tribunales, tuvieron que aprender a vivir con la ausencia de Eva. «Estuvimos muy mal. Con un período muy fastidiado de luto. Con un duelo muy profundo y con resiliencia, que es como se puede salir. Pero claro, hubo una temporada muy fastidiada. Toda la familia muy afectada, los amigos... Tenemos un núcleo familiar muy importante y unos amigos muy buenos y pudimos ir saliendo poco a poco. Pero, evidentemente, es un palo muy, muy duro», dice.

Para Raúl, lo peor de todo fue «la prepotencia y la forma de tratarnos después de todo esto». «Cero ayuda. Pedimos reuniones y muy mal, tanto el trato del hospital como de los médicos. El único que se portó muy bien fue el otorrino, que fue la persona que la operó y que no tuvo nada que ver en su fallecimiento. Lejos de hacer corporativismo, se puso del lado de la verdad. En todo momento dijo lo que sucedió y fue un testigo fundamental para nosotros», explica.

«Que te dé la justicia la razón de una forma tan contundente y tan clara te hace sentir mejor. El tiempo dice que lo cura todo. Y, posiblemente todo no, pero ayuda mucho. Tenemos tres hijos más y hemos intentado seguir adelante lo mejor posible», aclara. Sobre si reconforta una sentencia así, dice que «mucho», porque confirma «lo que siempre decíamos nosotros, que había consecuencia directa de la actuación negligente de los médicos, el fallecimiento de la niña».

«Te quedas, francamente, más tranquilo. Pero evidentemente no te devuelve a Eva», aclara. Raúl también comenta que estos dos pediatras «siguieron trabajando durante doce años, cuando tenían que estar fuera del puesto de trabajo al día siguiente»: «Eso fue lo que pedíamos nosotros al hospital. Pero decían que bajo ningún concepto, que no», añade. Entonces, llegó a un acuerdo con el gerente: «Si había una sentencia condenatoria, los despedirían. Y por suerte, cumplió su palabra y fueron despedidos cuando la sentencia fue firme».