María Soto, experta en disciplina positiva: «No hay una receta para educar, porque los niños no son bizcochos»

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CESAR QUIAN

La autora publica «Confianza cien, expectativa cero», un libro en el que insiste en desvelar los defectos del conductismo y la pedagogía del premio y el castigo. «Cuando castigas a un niño pierde la confianza en ti»

15 may 2022 . Actualizado a las 12:59 h.

El reto de ser padres es un esfuerzo agotador en el que es fácil perderse. María Soto lleva años trabajando con la pedagogía adleriana y la disciplina positiva, que ofrecen una alternativa diferente al conductismo, en el que se ha basado la educación tradicional, encadenada a la espiral de premios y castigos. Ahora acaba de publicar Confianza cien, expectativa cero (Penguin Random House) una guía práctica para educar a los niños desde otra perspectiva.

—¿Cómo resumiría la base de la disciplina positiva?

—La disciplina positiva como tal es una metodología que surgió de la psicología adleriana. Se trata de una nueva visión de la infancia y la sociedad basada en el respeto, que habla de cómo ubicarnos de manera horizontal, algo totalmente distinto a lo que hemos hecho hasta ahora, que es la verticalidad del conductismo: el adulto enseña, el adulto manda y el niño tiene que obedecer y aprender del adulto.

—¿Y en la práctica cómo se aplica?

—Se trata de tener herramientas prácticas para acompañar a los niños sin llegar a la falta de respeto, sin necesidad de autoridad o autoritarismo. Y de utilizar los potenciales humanos de la infancia para colocarla donde realmente es su lugar. Cada generación viene al mundo para romper el paradigma anterior, pero no les dejamos. Se trata de que el niño no tenga que obedecer, sino que se responsabilice de sus actos, y si quiere libertad que aprenda a responsabilizarse de sus decisiones y de esa libertad.

—Esta teoría ha tenido un importante bum en las redes ¿cree que el mensaje que se ha extendido es el correcto?

—Lo que pasa es que ahora mucha gente está utilizando la disciplina positiva y la ha simplificado en: «cómo hacer para que mi hijo me obedezca pero sin gritarle». Y no es eso. Estamos en un punto de revisión, por eso he publicado este libro. Como es tanta gente la que se ha sumado se ha convertido un poco en un teléfono estropeado. Realmente las redes sociales tienen un impacto muy positivo para algunas cosas, pero también pueden difundir demasiada información y muy sesgada. Si quieres educar en el respeto no vale con buscar un post de una influencer que te diga «tres tips para evitar peleas». No, las peleas no hay que evitarlas, porque tienen una función. Con muy buena intención la gente intenta transmitir esto, pero se queda en el tip. Busca una receta para educar y los niños no son bizcochos, son personas. Esto algo bastante serio para que se quede en Instagram.

—¿Pero qué hemos hecho mal todo este tiempo, a su juicio?

—Tenemos que desterrar la idea de que a los niños se les puede amaestrar. A los niños hay que acompañarles, en un crecimiento ilimitado que es a lo que han venido.

—Y hemos pasado del autoritarismo a la permisividad.

—Claro. La disciplina positiva precisamente habla de cómo establecer límites desde el respeto, porque son fundamentales. Los límites sirven para ordenar la sociedad, pero ahora el problema es que la infancia ya no tiene ningún tipo de responsabilidad, hemos creado una sociedad cada vez más sobreprotectora y les hemos despojado de su capacidad de responsabilizarse. Así los inutilizamos.

—¿Están demasiado consentidos, tienen demasiadas cosas?

—El ser humano lo que necesita es pertenecer, no pertenencias. Y se ha utilizado el chantaje material para contentar a los niños para que no estorben. Los adultos no tenemos que enseñar habilidades sociales, sino enfrentar a los niños a experiencias que les hagan practicar esas habilidades. Pero el problema es que practicar esas habilidades molesta al adulto, porque un niño para aprender a compartir, por ejemplo, tiene que pelearse... Y como molesta les evitamos las experiencias de aprendizaje, les castramos su capacidad.

—Mientras, por otro lado, queremos niños perfectos.

—No se trata de que los niños hagan las cosas bien, se trata de que practiquen desde el error. Pero como cuesta tiempo y trabajo estamos todo el tiempo evitando conflictos. Y cada vez que los evitas estas evitando un aprendizaje. Los niños tienen que frustrarse, que esperar...

—¿Pero por qué es tan malo el conductismo?

—El conductismo es contradicción pura. La autoestima humana no es quererse a uno mismo, es sentirse cada día más capaz y crecer en base a eso. El ser humano integra el error como propio, y cuando a un niño le dices «esto no se hace así» el niño no piensa «cometí un error», piensa: «hay un error en mí».

«Un castigo lo único que hace es que el niño pierda la confianza en ti. Ya no va a mirarte como una persona de la que poder aprender».

—Y el castigo tampoco sirve para nada.

—Algunas personas castigan pensando que así están enseñando a los niños a responsabilizarse, pero un castigo lo único que hace es que el niño pierda la confianza en ti. Ya no va a mirarte como una persona de la que poder aprender. No puede ser que las personas que te tienen que cuidar o acompañar en tu crecimiento te estén diciendo que eres un error. Los niños pierden la confianza en sus padres muy pronto porque los adultos se están contradiciendo todo el rato, no les dan seguridad ni les ayudan a desarrollar su capacidad, sino todo lo contrario. Por eso tenemos una generación de niños que está totalmente desconectada de sus padres. Porque los padres, con el modo prisas y el «no tengo tiempo», lo que hacen es meter una pantalla o una actividad extraescolar de por medio, porque si el niño no está entretenido da problemas. Y ahí nos estamos cargando todo.

—¿Pero entonces cómo se hace?

—El tema es que miramos a los niños como seres incompletos, pero hay que mirarlos como seres completos. Todas esas habilidades que tú crees que si les educas bien van a tener en el futuro realmente ya las tienen, solo hay que preservarlas, es práctica. Pero si no eres capaz de no juzgar y no condicionar, casi mejor es que te pongas en una posición de acompañamiento, y cuanto menos hagas mejor. El estar todo el rato juzgándoles solo evita su propio crecimiento. Por ejemplo, si un niño pega a otro en el parque la madre ya automáticamente le dice «pídele perdón». Pero si esperas y das tiempo para que actúe te darás cuenta de que ya lo va a hacer por sí mismo, y tú, obligándole a pedir perdón, desvirtúas totalmente esto.

—¿Y lo que hacemos mal en la infancia estalla en la adolescencia?

—Lo que pasa después de todo esto es que cuando son adolescentes, o se vengan o se rinden. Es la consecuencia natural de haberlos educado en el conductismo. O están en modo ofensa o son pasotas desmotivados. El cliché de adolescente es una mentira.

—Y llegado ese punto ¿es reversible?

—Totalmente. Cuando has educado toda tu vida a tus hijos en el castigo-premio y te encuentras con la disciplina positiva no es difícil aplicarla, porque ellos están deseándolo. Es reversible, sí, hay esperanza, incluso a nivel pareja. Muchas madres han aplicado esta pedagogía a nivel pareja y no te puedo decir cuántos matrimonios he salvado, porque lo que hace esta pedagogía es hacer que la gente se conecte y hay muchos problemas de pareja que lo que ocultan es una desconexión. Siempre estamos a tiempo de reconectarnos con una persona, y más con tu hijo.