La guerra en Ucrania exige un reinicio de la política exterior de Joe Biden

Matthew Duss FOREIGN AFFAIRS

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María Pedreda

EE.UU. no puede defender la democracia solo cuando es conveniente

14 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«La invasión de Ucrania es un cambio de paradigma en la escala del 11 de septiembre», dijo la ministra británica de Relaciones Exteriores Liz Truss. «Cómo respondamos hoy marcará el patrón en esta nueva era».

Los comentarios de Truss muestran la visión predominante en Washington. Un miembro del Congreso dijo días después: «Hay que volver al 11 de septiembre para ver un compromiso así». Teniendo en cuenta cómo se utilizó esa unidad después del 11S, su intervención ahora debe verse más como una advertencia que como una muestra de ánimo. EE.UU. y sus aliados tomaron muchas decisiones equivocadas tras el 11S, decisiones que tuvieron consecuencias de largo alcance: la declaración de una «guerra del terror» mundial, la decisión de convertir la intervención militar en Afganistán en una operación a largo plazo, la invasión de Irak y una campaña mundial de secuestros, torturas y asesinatos, por nombrar algunas. Con esos abusos y errores en mente, EE.UU. debe responder con cuidado a este nuevo punto de inflexión geopolítico. Es importante que esta vez tome las decisiones correctas.

No hay duda de que la guerra de Rusia en Ucrania ha generado un sentido de unidad entre muchos de los responsables de política exterior de EE.UU. El peligro es que, en lugar de desarrollar un nuevo paradigma para esta era, los políticos simplemente traten de exhumar un viejo modelo de la Guerra Fría de «nosotros contra ellos», lo devuelvan a la vida y le pongan un esmoquin. Hasta ahora, la Administración Biden ha tenido una respuesta política sólida, pero mesurada, ante la guerra de Rusia en Ucrania, rechazando las llamadas a una acción más agresiva que podría ser buena a corto plazo, pero que podría resultar catastrófica.

La Administración Biden merece crédito por cómo ha gestionado la guerra en Ucrania hasta el momento. Su avance diplomático antes de la invasión, incluido el uso de inteligencia desclasificada y el esfuerzo por mantener la unidad entre la alianza trasatlántica, se hizo de forma experta. Al dejar claro pronto, y reiterarlo después, que las tropas de EE.UU. no lucharían en una guerra en Ucrania, el presidente Joe Biden ha contribuido con una cantidad considerable de apoyo material para la defensa de Ucrania. EE.UU. y sus aliados deberían continuar suministrando armas defensivas, pero la Administración debería rechazar las llamadas para que EE.UU. amenace a Rusia de una forma más directa.

La movilización de la Administración con aliados europeos y socios asiáticos como Japón, Corea del Sur y Taiwán en torno a un conjunto de sanciones estrictas también ha sido impresionante. Pero EE.UU. debería hacer distinciones entre las diferentes sanciones que aplica. Washington debería hacer más duras las sanciones dirigidas a los funcionarios del régimen ruso con poder de decisión y las sanciones que solo empobrecen más a los trabajadores comunes deberían pasar por un examen profundo.

EE.UU. también debe ser consciente del impacto que tienen las sanciones y la guerra en el suministro mundial de alimentos. Rusia y Ucrania son importantes exportadores de fertilizantes y cereales, y la escasez ya está teniendo un efecto cascada en las poblaciones más vulnerables de todo el mundo. Hay pocas cosas que puedan avivar un conflicto tan rápido como la escasez de alimentos.

La forma más sencilla de salir de este lío sería, por supuesto, que el presidente ruso Vladimir Putin aceptara poner fin a la guerra. Aunque no es EE.UU. quien debe dictar términos a Ucrania o interponerse en el camino de cualquier acuerdo, la Administración Biden y sus aliados deberían ser más claros sobre qué pasos tiene que dar Rusia para que se suavicen las sanciones.

Aunque los suministros militares y humanitarios siguen siendo la necesidad más urgente, Washington y sus aliados pueden hacer más por Ucrania. Entre estos pasos estaría perdonarles su deuda externa. La posición de EE.UU. en la guerra rusa como un símbolo de batalla entre la democracia y la autocracia podría ser satisfactoria, pero pasa por alto que la lucha entre democracia y autocracia se libra tanto dentro de los estados como entre ellos, incluso en EE.UU. Tampoco convence el apoyo de Washington a muchos otros gobiernos autocráticos, particularmente en Oriente Medio.

El apoyo de EE.UU. a gobiernos como Egipto, Israel o Emiratos Árabes Unidos en forma de suministros de armas y apoyo diplomático frente a acusaciones serias de abusos de derechos humanos y violaciones del derecho internacional hace más difícil que Rusia responda por los presuntos crímenes en Ucrania. Aunque existen diferencias importantes entre lo que EE.UU. hizo en Afganistán e Irak y lo que Rusia está haciendo en Ucrania, una de las razones por las que Putin y otros criminales de guerra creen que pueden salirse con la suya es que EE.UU. se niega a asumir su responsabilidad.

Una oportunidad para cumplir sus promesas 

Para evitar que futuras Administraciones tengan que ir de la mano con corruptos y autoritarios en busca de ayuda contra los corruptos y autoritarios enemigos, EE.UU. debería acelerar la transición hacia la energía verde tanto en el país como fuera. Biden puede utilizar sus poderes como presidente para impulsar un cambio y alejarse de los combustibles fósiles.

Mientras EE.UU. considera qué futuro quiere, es útil recordar las decisiones que no tomó cuando pudo hacerlo. En los años previos al 11S, un movimiento de justicia mundial comenzó a emerger en el norte. Las protestas contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle de 1991 y meses después contra el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Washington vieron la integración de una organización ambiental y laboral que había sido alentada durante años por activistas y que tomó posición en contra del sistema de comercio internacional. A finales del 2019 y principios del 2020, el mundo vio una ola de protestas impulsadas por una indignación similar contra la corrupción gubernamental y las élites.

Estos movimientos de protesta se pararon por los cierres de la pandemia, pero volverán, porque todo eso continúa. Si EE.UU. quiere realmente ponerse de parte de la democracia, escuchará estas voces y se comprometerá a apoyar una redistribución del poder y la riqueza mundiales. La Administración Biden asumió el cargo haciendo promesas para restaurar el liderazgo de EE.UU. en la nueva era. Ahora tiene la oportunidad de cumplirlas, pero solo si tiene el coraje de escuchar lo que pide el resto del mundo.

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Matthew Duss asesor de política exterior de Bernie Sanders. © 2022 Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.