La guerra en Ucrania será un punto de inflexión en la historia mundial

Christoph Heusgen

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María Pedreda

Ha unido al mundo contra la agresión y las autocracias que intimidan a sus vecinos

22 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La invasión rusa en Ucrania marca un punto de inflexión en la historia. Pone fin a un capítulo que comenzó al final de la Guerra Fría, cuando los países occidentales intentaron integrar a Rusia en un orden internacional basado en normas. Ahora, el de Vladimir Putin se ha convertido en un Estado paria.

Y por su parte, Estados Unidos, de la misma forma que se enfrentó a la Unión Soviética, ha tomado la iniciativa para contrarrestar el flagrante ataque del Kremlin contra la civilización. Son muchos los países que apoyan la respuesta liderada por Washington, pero algunos lo hacen a regañadientes.

Demasiados gobiernos ven el conflicto como una vuelta a los días en los que se vieron obligados a elegir un bando. Imaginan que lo que está en juego es la colisión de dos rivales geopolíticos y no una cuestión fundamental de principios. Esto es profundamente desafortunado. La invasión rusa debe verse simplemente como lo que es: el peor acto de agresión en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial y una brutal violación del derecho internacional.

En diciembre del 2018, cuando ejercía como embajador de Alemania ante la ONU, casi todos mis compañeros y yo recibimos una nota de Nikki Haley, la representante de Estados Unidos. El mensaje decía que si votábamos a favor de condenar el plan de Washington de trasladar su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, ella nos denunciaría ante el presidente Donald Trump. Me quedé de piedra. Pedí ver a Haley, con la que tenía amistad. Me recibió y le expliqué mi incrédula reacción ante su nota.

Yo nací en Alemania en 1955, justo diez años después del Holocausto. Era un país dividido, pero gracias a la persuasión aliada, la Alemania Occidental aceptó no volver a violar el derecho internacional y resolver sus conflictos con los demás de forma pacífica. Mediante el mismo imperio de la ley, la Unión Europea se fundó dos años más tarde. Y esa premisa permitió al centro de Europa tener su período de paz más largo de la historia.

Le expliqué todo esto a Haley. Ella le preguntó a su asesor qué pensaba. Tartamudeó y admitió que yo tenía razón: la resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU había pedido a todos los países que no colocaran sus embajadas en Jerusalén. Sabía que esas resoluciones eran legalmente vinculantes, así que la conversación pasó rápidamente a otro tema.

Un año más tarde, me sorprendió el sucesor que Trump nombró para sustituirla: Kelly Craft. Los dos unimos fuerzas para desafiar a China y Rusia en otra situación lamentable para los derechos humanos: Siria. El programa de la ONU para legalizar pasos fronterizos era un salvavidas para cientos de miles de refugiados y para la población local. Moscú, apoyado por Pekín, quería poner fin a la medida, insistiendo en la soberanía del régimen de Bashar al-Assad. Se llegó a un enfrentamiento, pero gracias a la presión interna y externa, ambos acabaron aceptando una solución que permitía prestar ayuda a la gente que la necesitaba desesperadamente.

Este es el tipo de cooperación que debe perseguir una alianza mundial: una política compartida que defienda las prioridades humanitarias. Sí, puede ser un proceso doloroso la coordinación con los socios, pero es la única manera de seguir teniendo la sartén por el mango ante las autocracias que reprimen a su propio pueblo e intimidan a sus vecinos.

Así que el contexto requiere unir fuerzas. En este sentido, la reacción de la Administración Biden ante la agresión rusa ha sido ejemplar. Desde finales de diciembre del 2021 se han esforzado por coordinar la respuesta a Putin con una alianza que va más allá de la OTAN y la UE. De los 193 países, solo Bielorrusia, Eritrea, Corea del Norte y Siria apoyaron a Rusia en la votación de marzo en la ONU que condenó la invasión.

Por otro lado, está claro que muchos esperan más de Alemania. Cuando trabajé como embajador y como asesor diplomático de Merkel, me impresionaron las numerosas peticiones de representantes de otros países que solicitaban más liderazgo alemán en áreas tan dispares como los Balcanes o incluso América Latina. Apreciaban a Merkel y su mano firme, pero también respetaban el compromiso del Estado germano con una política exterior que no era paternalista. Ahora, puede hacer mucho para conseguir una Unión Europea más fuerte que consiga marcar la diferencia a nivel mundial.

La solidaridad entre países no es tan fuerte como parece 

Pero incluso con el esfuerzo europeo, el orden internacional basado en normas solo prevalecerá si Estados Unidos se compromete con él. Y por delante tiene grandes desafíos. En el siglo XXI, el país americano ya no es la única superpotencia que tiene la capacidad para intervenir globalmente. Prueba de ello es que sin una verdadera coordinación con sus aliados, la Administración Biden se apresuró a salir de Afganistán dejando a la población afgana en manos de los talibanes. La retirada fue una demostración más de su abandono gradual como gestor de crisis internacionales y una llamada a la acción para el resto: una alianza mundial más amplia, que incluya a Alemania, debe llenar el vacío.

En definitiva, la guerra en Ucrania presenta otra encrucijada para el orden internacional. La votación en la Asamblea General de la ONU condenando la invasión rusa fue una demostración de unidad. Pero esa solidaridad no es tan fuerte como parece.

La economía mundial está en declive, los precios de la energía se disparan y los alimentos son cada vez más caros. Muchos de los afectados ven esto como una consecuencia de las sanciones occidentales. Por eso, una mejor respuesta a la guerra sería una respuesta colectiva y requerirá de un cambio de mentalidad. Washington debe coordinarse sistemáticamente con el resto.

Y en cuanto a Europa, ha llegado el momento de asumir más responsabilidades, de dotarse de suficientes instrumentos militares y civiles, de tomar la iniciativa en la resolución de crisis y de tender la mano a los socios de fuera de su vecindario inmediato. La línea divisoria está entre los que se adhieren a un orden basado en normas y los que no se adhieren a ninguna ley, sino a la ley del más fuerte.

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Christoph Heusgen diplomático alemán y presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich. © 2022 Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por Paula Avendaño