Un visitante del Louvre ataca la «Gioconda» con un tartazo

J. V. L.

ACTUALIDAD

Accedió en silla de ruedas para situarse en la zona más próxima al cuadro, que no ha resultado dañado

30 may 2022 . Actualizado a las 11:42 h.

La Gioconda o Mona Lisa, el cuadro que más atracción genera en el Museo del Louvre de París, ha sido objeto este domingo de un ataque por parte de un visitante que le lanzó una tarta.

Según cuentan varios testigos del momento en las redes sociales, el autor del ataque llegó en silla de ruedas y con la cabeza cubierta por una peluca. La silla de ruedas le permitió situarse en la zona reservada para personas de movilidad reducida, que son las más cercanas al cordón que delimita el emplazamiento de la obra. Una vez allí, se puso de pie y arrojó un pastel contra la obra fetiche de Leonardo Da Vinci, una de las más reconocidas y estudiadas, sino la que más, de la historia del arte universal.

El cuadro, pintado por el genio florentino entre 1503 y 1519, no resultó afectado en absoluto porque se expone protegido por un cristal de seguridad, que fue donde quedaron impregnados los restos del dulce. Y, al margen del asombro de las personas que se encontraban en ese momento en la sala más inaccesible del museo, porque está siempre llena de turistas, el incidente no pasó a mayores. Trabajadores de seguridad del Louvre se apresuraron a expulsar del edificio al atacante y a limpiar el vidrio, tal como se puede observar en algunos de los vídeos compartidos en las redes.

Los intentos de dañar el lienzo, de 77 por 53 centímetros, robarlo o utilizarlo para darle visibilidad a diferentes causas, se han repetido a lo largo de la historia. En los años cincuenta un hombre le lanzó ácido sulfúrico, que sí llegó a afectar al cuadro, y un estudiante de Bolivia le dio con una piedra. En 1974, durante su estancia en Tokio en una exposición, un mujer en silla de ruedas lo roció con un espray de pintura roja para quejarse por la falta de rampas de acceso, aunque no llegó a alcanzarlo. Y en el verano del 2009 una turista rusa le lanzó una taza de té. Un siglo antes, en 1911, la obra fue robada y estuvo casi tres años desaparecida.