María Inés López Ibor, psiquiatra: «Hablar del suicidio no hace que aumenten los casos, ayuda a reducirlos»

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Lleva la Psiquiatría en la sangre y ha pasado parte de su carrera investigando sobre la tristeza. Pero ha escrito un libro sobre la alegría y propone hacer de su búsqueda un hábito que acompañe al ser humano durante toda la vida

15 jun 2022 . Actualizado a las 15:16 h.

Su apellido está ligado al de la historia de la psiquiatría en España. Hija, nieta y sobrina de especialistas en trastornos mentales, María Inés López Ibor siempre tuvo claro que quería estudiar Medicina. La especialidad llegó después, en quinto de carrera, para seguir la saga familiar, algo de lo que no se arrepiente. «Tener referentes te hace el camino más corto, pero también te exige», reconoce. Y tiene claro que esos referentes son un privilegio. Lleva años investigando sobre la tristeza y acaba de publicar un libro para luchar contra ella. Editado por Planeta, su título ya es toda una declaración de intenciones: En busca de la alegría.

—Cuentas que comenzaste a escribirlo durante el confinamiento, pero que ya lo tenías antes en la cabeza. ¿Cambió su esencia por la situación que vivíamos?

—Llevaba años investigando sobre la tristeza, que es el sentimiento que más se analiza desde la psiquiatría. Pero luego me di cuenta de que la alegría es más que un sentimiento, que depende de los rasgos de personalidad y he tratado de plantear una idea: tenemos que conseguir que los momentos de alegría se conviertan en las partes esenciales de nuestra biografía, que sean las vivencias que marquen nuestra existencia.

—¿Cómo fue ese proceso de escribir para el público general sin caer en la profundización de un experto?

—Es un trabajo de muchos años, soy profesora de Psicología Médica y he aprovechado para incluir algunos de los ejemplos que voy dando a mis alumnos.

—¿Es ahora más necesario que nunca este tipo de libros?

—Creo que siempre han sido muy necesarios, me pregunto por qué el ser humano no se preocupa más por conocer su mente, por saber la razón por la que piensa de una manera determinada. Cuidamos más el cuerpo, pero no tanto la mente, y es muy importante para estar sanos.

—¿Cómo ha respondido la sociedad ante la pandemia?

—Creo que es pronto para saberlo y, además, no todos lo hemos vivido de la misma manera. Pero desde el punto de vista psicológico, la pandemia es algo para lo que no estábamos preparados. Y después ha venido una guerra, otra situación que no esperábamos. Lo peligroso es que estas situaciones nos pueden dar inseguridad o incluso apatía. Pero yo confío en la población y creo que mucha gente saldrá fortalecida de esta situación.

—¿Cómo podemos prepararnos para algo así?

—En el caso de la pandemia, yo a mis alumnos, a mis pacientes y a mis hijos siempre les invito a que escriban cada día lo que hayan vivido y sentido; y que intenten reforzar los pequeños detalles, como puede ser hablar con un amigo o dar un paseo. Destacar lo bueno que se ha conseguido en el día a día ayuda a tener una perspectiva más positiva de la vida.

—¿Hay falta de alegría en la sociedad?

—Hay mucha falta de alegría porque hay mucha ansiedad, que es la respuesta psicológica al estrés. Vivimos en un estado de angustia permanente.

—¿Puede tener que ver el ambiente de crispación que se respira en la calle?

—Las emociones son sentimentales, primero las notamos y luego las interpretamos; y si el ambiente es muy negativo, por supuesto que repercute en ellas.

—Defiendes en el libro que la alegría es una condición de la sociedad y del ser humano. ¿No pueden los animales estar alegres?

—Los animales sí pueden ponerse alegres, pero no tienen esa capacidad para desarrollar un trastorno como puede ser una depresión. Sus respuestas son más emocionales, no hacen introspección. Su vida instintiva les domina más.

—¿Y crees que son más felices las personas que viven acompañadas que las que viven solas?

—El ser humano es un ser social que necesita de los demás para crecer y que es más feliz cuando da que cuando recibe. Pero también es muy importante esa parte de armonía que ofrece el hecho de estar con nosotros mismos. La soledad no es muy buena, pero saber estar solo está muy bien.

—¿Cómo se aprende a ser optimista?

—Es un proceso que no es automático y muchas veces es intencional. Si quieres que se convierta en un hábito lo tienes que repetir. Hay que darle mucha importancia a esas pequeñas cosas de las que hablaba antes. Cuando estamos angustiados convertimos esos malos pensamientos en globales y lo que hay que hacer es aislarlos.

—¿Crees que estamos en un momento decisivo para el tratamiento de la salud mental?

—Es un momento muy importante porque se está quitando el estigma de la enfermedad mental; ya no es como antes, que había una impresión generalizada de que todo el mundo que iba al psiquiatra estaba loco. La población empieza a ver que hay enfermedades mentales que tienen tratamiento y notan su efecto. Y la salud mental es la parte positiva de todo esto: está demostrado que si una persona la cuida, enfermará menos tanto física como psicológicamente.

—Son preocupantes las cifras de suicidios. ¿Cómo se debe hacer frente a este estigma social?

— Que mueran 3.000 personas al año en España por suicidio es un tema casi de salud pública y, más aún, si se tiene en cuenta que un alto porcentaje son adolescentes; y está confirmado que hablar sobre ello no hace que aumenten los casos, sino que ayuda a reducirlos. No hay que olvidar que muchas personas con tendencias suicidas tienen un trastorno que, si se trata, pude reducir dichas tendencias. Además, hay otro aspecto que me parece muy relevante, que es la importancia de acompañar a las personas que han perdido a algún familiar por un suicidio: en muchos casos, sus amigos no hablan de ello porque genera mucha culpa, es como un estigma, y a esa gente hay que cuidarla.

—Las cifras de venta de ansiolíticos se han disparado. ¿Crees que se debe a esa medicalización del sufrimiento de la que hablas en el libro?

—Estamos en una sociedad en la que parece que todo el mundo tiene que ser feliz y no es así. Es necesario llorar, hay que estar tristes, hay que hacer duelos y pasar por todo ese proceso que trae la tristeza. No por tomar un ansiolítico vas a estar bien. Si evitamos el sufrimiento con un medicamento haremos al individuo más débil.

—¿Dónde está el límite entre la tristeza y la depresión?

—Es difícil de definirlo y es algo en lo que llevo trabajando durante muchos años; la tristeza aparece cuando perdemos algo, pero en la depresión hay otros síntomas biológicos, como pueden ser la falta de sueño, la apetencia o los trastornos alimentarios.

—Hacer de la alegría un hábito suena fácil pero, ¿realmente lo es?

—No es fácil, pero está demostrado que el ser humano es capaz de modificar su comportamiento mediante los hábitos que adquiere. Es un proceso que requiere motivación, esfuerzo, disciplina y paciencia. Mi propuesta es hacer de la búsqueda de la alegría un hábito que nos acompañe toda la vida.