Santiago Segura: «Una vez una chica me dio dos besos y me dijo: "¡Uy, pero si hueles bien!"»

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ANA BELEN FERNANDEZ

Estrena nueva entrega de «Padre no hay más que uno» y solo puede decir que no va a defraudar. ¿Alguien lo duda? Pero él es mucho más que sus personajes, aunque la gente se empeñe en compararlo: «Joaquín Sabina siempre me decía por «Torrente»: "Eres un impostor, ¡carajo! Ni fumas ni bebes..."»

09 jul 2022 . Actualizado a las 10:19 h.

Una de las cosas que aprendes nada más comenzar a hablar con Santiago Segura (Madrid, 1965) es que para nada se considera el Georgie Dann del cine. Pero no te lo dice. Se hace el despistado a ver si desistes hasta que la insistencia de quien le pregunta de nuevo le hace responder: «Pues no...». Pero él continúa con amabilidad la conversación hasta que ya se suelta de todo y la entrevista empieza a ser una charla amistosa y divertida. Otra de las cosas que también aprendes de él es que es perfeccionista con sus películas hasta la obsesión y que ese sarcasmo e ironía tan característico suyo le viene de familia, concretamente de su padre. Mientras la bondad le llega de su madre, que tiene raíces gallegas. Y de su abuela, que era algo «más puñetera», vivía en Lalín y de pequeño ya le contaba chistes no políticamente correctos para un niño de su edad. Al final, el entrevistado acaba provocando las carcajadas de quien escribe estas líneas imitando a Cañita Brava. Porque no lo puede remediar y en eso de hacer reír a la gente, este genio cinematográfico se lo toma muy en serio.

—El 14 de julio estrenas «Padre no hay más que uno 3». ¿Vas camino de hacer tantas como con «Torrente»?

—Pues no creo, pero es un poco decisión del público. Si pusieran la tercera película tan bien como las otras dos, sería una pena no hacer una cuarta.

—Eres el único en el cine español que ha logrado hacer varias entregas de dos películas distintas...

—Así históricamente, creo que sí. Igual hay alguien más, pero yo no recuerdo ahora. Y me hace mucha ilusión. Está bien ser el único en algo.

—Pero este éxito no es gratuito.

—Yo creo que son muchos años y la gente sabe que me lo tomo muy en serio. Que cuando hago una película quiero que el espectador salga contento de la sala, que se lo pase bien, que sea divertida..., yo realmente lo hago lo mejor que puedo y rezo para que a la gente le guste. Es verdad que, últimamente, me hace ilusión tener esta especie de cita veraniega con las familias porque creo que es bonito haber generado hasta esta minitradición. La dificultad está en que la gente quiere ver lo mismo, pero diferente. Porque si es muy igual dice que esto ya lo ha visto, y si es muy diferente, dice que le gustaba más lo que había antes. Y hay que encontrar un equilibrio para que sea diferente, igualmente divertido y sorprendente.

—¿Te sigues poniendo nervioso antes de un estreno?

—No sé si es fácil de creer, pero mucho. Muy nervioso. Nunca sabes cómo va a reaccionar el público. Mis amigos me dicen: «Tío, ¡pero si está de puta madre la película!, si ya sabes que le va a encantar a la gente». Ya, ya. Eso es lo que piensan ellos y me alegro, pero yo hasta que no lo vea no lo creo. Nunca sabes. Quizás el día que no esté nervioso, será rarísimo, será que me he muerto.

—Siempre comedia, ¿no te apetece hacer un drama?

—Creo que el humor es imprescindible. No concibo la vida sin humor. Es lo único que nos salva de la depresión profunda. Siempre digo que en la vida tenemos un guion muy mal escrito porque el final siempre es terrible. Todo eso me hace pensar que nuestra única arma es la risa, la sonrisa, el humor..., intentar disfrutar. Si te estás riendo, no estás pensando en otra cosa. La risa es muy sanadora. No concibo hacer un drama. Y si puedo evitarlo, lo haré. No le veo el interés. ¿Sabes lo bonito que es estar en una sala llena de gente riéndose? Yo eso no lo cambio por nada.

—¿Cómo es rodar con tus propias hijas?

—Me encanta. Pasas más tiempo con ellas, compartes algo con ellas, llegas a casa y comentas la jugada. Me gusta mucho. Y ver cómo les gusta, cómo lo entienden, cómo aportan. Me da pena pensar que, en algún momento, haré películas sin mis hijas. Me lo paso tan bien...

—No parece que seas un padre muy exigente, más bien un buenazo...

—Hombre, yo me veo estupendo, pero habría que preguntárselo a ellas. ¿Qué voy a decir?, ¿que soy un padre lamentable?

—Bueno, pero sabes si te dejas llevar por el corazón...

—Sí, yo creo que peco un poquito de eso, de querer agradar demasiado. Intento dar una especie de figura disciplinaria, que la necesitan también, pero es complicado. Como decía mi madre: «Nadie te da un cursillo para ser padre». Entonces lo haces lo mejor que puedes. Estoy seguro de que si les preguntas a ellas, a lo mejor te dan alguna queja. Con grandes dosis de cariño a veces se subsana un poco la ineptitud de no haber hecho esto antes. Porque cuando decides ser padre eres novato.

 

ANA BELEN FERNANDEZ

—¿Y de niño cómo eras?, ¿un poco cabroncete o un buenazo?

—Era muy tonto y muy bueno. Me fui encabronando y siendo cada vez más trasto con el tiempo. Me acuerdo de que mi madre me decía que las señoras me querían llevar a su casa. Me veían en el carrito y le decían: «¡Qué mono es! Déjamelo que me lo llevo». Tenía mofletes. Era muy guapo, luego el tiempo me ha desfigurado hasta convertirme en lo que soy, pero era un niño monísimo. Por eso digo que la vida es muy cruel. De ser un niño que las señoras querían llevarme a su casa a ser gordo, con granos y con gafas, pues es duro.

—El éxito de «Padre no hay más que uno» no se ha visto reflejado con los premios Goya... ¿Son las comedias y las películas taquilleras unas incomprendidas?

—El hecho de que alguien se ría ya le quita un poquito de seriedad. Y una película que habla sobre la vida, sobre las tragedias de la humanidad, sobre temas profundos, a priori ya parece que es más elegante. Entonces si vas a premiar algo, casi te tira eso. Yo siempre lo he asumido. Me parece que no se puede tener todo. Quiero hacer reír a la gente, que me quieran y que vayan a ver mis películas masivamente, si encima espero que me den todas las Palmas de Oro en Cannes es que soy o un poco tonto o muy pretencioso. De verdad que no me afecta. Me parece lo justo. Imagínate ser la película más taquillera del año y luego que te den todos los goyas, me parece un poquito un abuso. Y ya si fuera guapo, me odiaría la gente por la calle, me tirarían piedras. No se puede tener todo. Además, si tengo que elegir, lo que me ha tocado me gusta más. Mi mayor premio es el público. Ver que los espectadores vuelven un año más, ¡qué mejor regalo que ese!

—¿Cuándo vuelve «Torrente»?

—Pues cuando me preguntan mis amigos ya les cuento el título de la película, de qué va a ir... Voy como probando. Me ha divertido siempre lanzar ideas sobre las películas de Torrente y ver cómo reaccionan mis amigos. La idea que les he dicho para el siguiente Torrente está teniendo mucha aceptación. Pero no sé cuando será. ¿Sabes lo que pasa? Que ahora me da pena porque mis hijas y los niños de la película están en una edad maravillosa. Son muy graciosos. Me da pena no hacer el mayor número de películas con ellos.

—¿Entonces, «Torrente» vendrá cuando los niños se hagan mayores?

—Sí, cuando los niños crezcan. Torrente, cuanto más viejo y más desagradable, mejor. Va a seguir funcionando como personaje antihéroe para odiar y poder reírse de él. Eso no me preocupa.

—¿Sobrevivirá a la censura de lo políticamente correcto tan de moda ahora?

—Sí, probablemente. Hasta ahora, toco madera, nunca nadie me ha dicho lo que tengo que hacer ni me ha censurado. No me quejo. Sí que es verdad que he oído a gente quejarse de antiguas películas de Torrente diciendo que ¡qué horror!, pero en su momento he hecho todas las burradas que he querido. He rozado todos los límites del humor posible. Y la gente ha entendido que era para reírse y, sobre todo, que Torrente era una gran crítica a un tipo de actitudes. Que se entendiese como una apología a día de hoy me sigue chocando. Pero bueno, cada uno entiende las cosas de forma diferente. Ofenderse es también parte del derecho del ser humano. No voy a decir los límites de tu ofensa, igual que espero que tú no me digas a mí hasta dónde tengo que llegar con mi humor. El límite del humor es que si no hace gracia y nadie quiere verlo, pues retírate, dedícate a otra cosa o cambia el tipo de humor.

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—Durante muchos años, la gente no te veía como Santiago Segura, sino como Torrente...

—Eso fue graciosísimo. Me acuerdo un día que dije: «Bueno, me voy a volver loco...». Porque yo iba por la calle, vestido normal, con mi aspecto normal, y de repente oigo a uno que me dice: «¡Torrente!». En cambio, otro día que estaba rodando Torrente 5, cortamos para comer y yo iba vestido de Torrente, con la peluca, las gafas.... y dicen dos: «¡Mira, Santiago Segura!». Sí es que al final ya no sabía cómo me llamaba...

—Ha sido como una simbiosis...

—Es el problema de cuando haces tu trabajo muy bien. Me refiero a que tienes que conseguir que ese personaje exista. Pero, claro, a mí me hacía gracia porque de repente en El día de la Bestia para muchos Josemari era yo. No estaba interpretando. Eso me lo dijo un día un taxista: «Me gusta usted porque en todos los papeles que le veo es usted mismo». Ah, claro. Torrente soy yo mismo, Josemari soy yo mismo... ¡Todos los personajes soy yo mismo! Lo que entendí que el hombre quería decir era que había cierta naturalidad en la interpretación que hacía que te creyeras que eso pasaba.

 «No hay semana que no me llame Cañita Brava»

—Tendrás mil y una anécdotas.

—No pasa un día que alguien no me haga referencia al Atleti. «El Atleti lo está teniendo difícil...», y me lo cuentan como si a mí me importase. Y les tengo que explicar que yo no soy del Atleti, que es Torrente. «¿No jodas?, ¿que tú no eres del Atleti?». No, no. Yo es que no soy muy futbolero. Y se llevan un chasco. También me pasaba en El día de la Bestia ir a una radio: «Bueno ha venido Santiago Segura vamos a poner Iron Maden, un tema dedicado para él». ¿Dedicado? Perdona es que yo no soporto el heavy, es un tipo de música que nunca me ha gustado. Yo soy más de Frank Sinatra. Y es que se quedaban perplejos. Me han pasado cosas tan graciosas y raras como que una chica me da un beso y me la presentan y de repente se queda así y me dice: «¡Uy, pero si hueles bien!» Y yo, sí, chata sí. Siento haberte defraudado. Los famosos gajes del oficio, aquí se dan. ¡Si yo hago un personaje alcohólico y ya por eso piensan que tengo que beber! Cuando a mí no me gusta el alcohol. Mira, Joaquín Sabina siempre me decía, que lo decía en broma pero un poco en serio [lo imita]: «Eres un impostor, ¡carajo!». Se refería a Torrente, porque como le decía que no bebía, ni fumaba... le parecía un fraude.

—¿Qué me dices si te digo: «Me debes 6.000 pesetas de whisky...»

—Eso mismo, por ejemplo, me trae unos recuerdos brutales. Es que ya hace 25 años del primer Torrente y el otro día lo estaba hablando con unas amigas y les dije que me gustaría hacer un documental con todas las anécdotas y lo bien que lo pasamos. Y una de las grandes anécdotas fue haber conocido personalmente a Cañita Brava que, desde entonces, nos hemos hecho amigos. No hay semana que no me llame. Además está obsesionado con hacer Torrente 6. Me llama y me dice [lo imita]: «Santiago, la gente está esperando la película. Quieren vernos. En enero hay que hacerla. Y yo tengo que correr». ¿Pero cómo que correr?, le digo. «Sí, porque estoy en forma». Otra vez me llama para contarme que se le han caído bolos o que tiene tres fechas en agosto.

—Ahora está triunfando en YouTube con su videoclip.

—Sí, con la Canción del Amor. [Y se pone a cantarla imitando a Cañita]: «Quisiera ser... tu gran amor... con el li,li,li... con el la,la,la... » ¿Sabes a quién le hace mucha gracia Cañita? A mi hija Sirena. A veces me llama, porque me llama muchas veces para nada. Y me dice ella: «Ay, ¿es Cañita?» Y se lo paso. [Santiago se pone de nuevo a imitar su acento coruñés]: «Hola, mi niña, ¿qué tal?, ¿cómo estás?, ¿cómo está tu padre?» Y se pone ya a hablar un rato, así que es alucinante. Esos son los recuerdos que me trae: «Me debes 6.000 pesetas de whisky».

—¿Qué hay detrás de esa fachada de bromista y de tío socarrón?, ¿eres así?

—Eso que dices de socarrón, bromista o un poquito irónico es porque me gusta. Al final es un reflejo de cómo era un poco mi padre, luego tengo esa cosa de mi madre, que era muy buena. Mi abuela además era gallega y tengo ahí esas raíces. Era muy bueniña. Era de Lalín, de Botos. Una vez fui a Lalín buscando mis raíces y casi me dedican una calle. Fueron supersimpáticos. «Tienes que venir a leer el pregón», me decían.

Jorge Alvariño

—Casi no te dejan salir...

—Casi me quedo allí. Es un sitio superagradable. Y vas construyendo tu personalidad con las referencias de tus padres y lo que a ti te gusta. Yo siempre he usado la ironía, el chiste, la broma... No tomarme demasiado en serio nada. ¿Quiere decir eso que luego no seas serio? Pues no. Pero luego siempre he sido el clásico idiota que si me citas a las cuatro y media, a las cuatro y media estoy ahí. Ese tipo de seriedad sí que va conmigo.

—Así que la parte buena te viene de tus raíces gallegas. ¡Es que los gallegos somos muy buena gente!

—Por mi madre lo sé, que sois muy majos. Aunque mi abuela era más puñetera. Era supergallega, callada, desconfiada.

—¿Es muy difícil hacer comedia familiar?

—Sí, porque quieres que los padres no digan que es todo muy infantil y que los niños tampoco digan: «No me estoy enterando». Yo me considero un estudioso del humor. ¿Y por qué no puedo hacer reír a la familia? Me pareció como una especie de reto y estoy contentísimo de que haya funcionado. Además te juro que, esto negaré haberlo dicho, si me dieran a elegir entre que sea un éxito o forrarme, elegiría que sea un éxito, que la gente disfrute. En este momento de mi carrera es lo único que pretendo. Por eso te digo que estoy nervioso. Porque me apetece que la gente se lo pase teta. No sabes el gusto que te da que una madre llegue con sus hijos y que te diga: «¡Ay!, ¿se pueden hacer una foto contigo los niños? Es que te adoran». Y que los padres vayan al cine con los hijos y no se aburran ya es un chollo. Yo espero no defraudarlos.