Chary se hizo una doble mastectomía a los 34 años: «Sentía que llevaba dos granadas pegadas al cuerpo»

Francisca Pacheco González / S.F.

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M.MORALEJO

Se extirpó las dos mamas como medida preventiva frente a su alta predisposición genética al cáncer y no se arrepiente. Cree que ha sido la mejor decisión que ha tomado y que, gracias a eso, hoy vive tranquila

17 jul 2022 . Actualizado a las 19:01 h.

Hace 20 años, Chary Paradela tuvo su primer acercamiento con el cáncer de mama, cuando su madre, de casualidad, descubrió que tenía un bulto en el pecho. Preocupada, fue a ver a su ginecólogo, pero él le dijo que estuviese tranquila, porque se había hecho una ecografía mamaria hacía menos de seis meses y no había rastro de cáncer. Sin embargo, ella sabía que algo estaba mal. Decidió consultar a otro médico y en menos de diez días le habían extirpado un tumor. Afortunadamente, estaba encapsulado y no causó mayor daño.

 Dieciséis años después, la abuela materna de Chary recibió el mismo diagnóstico, a los 80 años. Los médicos extirparon el tumor, pero ya era tarde. El cáncer había hecho metástasis y no había posibilidad de tratarlo por su avanzada edad. Falleció al poco tiempo.

Los dos episodios no podían ser una coincidencia, y la oncóloga que atendió a la abuela de Chary lo sabía, por lo que le sugirió a la familia que se hiciera análisis genéticos. El resultado fue que tanto Chary como su madre y su hermana son portadoras de una mutación en el gen ATM, que produce un aumento en las probabilidades de padecer cáncer de mama en un 40%, aproximadamente.

En este escenario hay dos posibilidades: una mastectomía preventiva o controles periódicos cada seis meses.

Un resultado como este puede ser difícil de procesar. Pero no para Chary. «Yo decidí operarme. En ese mismo momento le estaba preguntando al genetista por un cirujano. Ni de broma iba a esperar mientras tenía eso ahí latente, porque a mi madre le dio a los 40 años, a mi abuela a los 80 y a mí me podía venir con 35», señala. «La gente normalmente opta por controlarse, pero a mi madre le habían hecho una mamografía seis meses atrás y con todo le apareció el cáncer. Yo no me quería arriesgar a estar así toda mi vida. No me podía arriesgar, porque lo llevaba en cada célula de mi cuerpo».

Con los resultados en sus manos y una gran sensación de angustia, Chary empezó las gestiones para hacerse la cirugía lo antes posible. «El tiempo que tuve que esperar para que me dieran la cita fue una paranoia impresionante y un deseo absoluto de que me las sacaran. Yo sentía que llevaba dos granadas pegadas al cuerpo, que en cualquier momento podían explotar», señala. Por fortuna, todo el proceso fue más rápido de lo esperado.

LA CIRUGÍA

Diez meses después del resultado de los análisis genéticos, y tres días antes del cese de las cirugías no urgentes por causa de la pandemia, Chary entró al quirófano, con 34 años.

«Después de la operación, lo primero que hice fue mirarme. Vi un envoltorio de vendas y nada más. Esas dos cositas que tenías ahí habían desaparecido. Por una parte fue: ‘Uf, caray’, y por otra parte fue: ‘Que bueno que ya no están ahí’. Son sentimientos encontrados, es difícil, pero sientes alivio. Pensé: ‘Ya veremos cómo hacemos con lo estético, pero al menos ya no están ahí’», apunta.

La doble mastectomía de Chary consistió en la extirpación quirúrgica de ambas mamas y todo el tejido mamario. En la misma cirugía, se coloca un implante bajo el músculo, compuesto por una parte de silicona y otra de suero salino. Transcurrido un mes desde la operación, la prótesis se va rellenando en bajas dosis a través de conductos ubicados en la zona de las costillas cada 15 días hasta llegar al tamaño deseado.

Si bien, esto implica salir de la cirugía sin volumen en el pecho, lo que puede causar un gran impacto psicológico, resulta positivo porque reduce los niveles de dolor, ya que el músculo no necesita estirarse tanto. Esta técnica favoreció notablemente la recuperación de Chary: seis meses después de la cirugía, sus pechos ya habían llegado a su tamaño definitivo.

Los resultados fueron tan buenos que su madre y su hermana decidieron seguir su ejemplo, sometiéndose a la cirugía en agosto y septiembre respectivamente.

 SER «PREVIVIENTE»

Previvor es el término en inglés para referirse a las personas que conocen su alta predisposición al cáncer y toman medidas preventivas. Chary se identifica como una de ellas. «Debemos cambiar nuestra forma de pensar para ser previvientes y no supervivientes», señala, destacando la importancia de someterse a una cirugía de este tipo estando sana, y no cuando el cuerpo ya ha pasado por los efectos de un cáncer. «Tienes que saber que cuando te haces la cirugía te estás salvando, y lo estás haciendo cuando estás sana, que no tiene nada que ver con operarse estando enferma. Tú, sana, lo haces con una fuerza y una capacidad distinta a cuando estas enferma. Tu piel es diferente, tu cuerpo reacciona diferente», apunta.

En la experiencia de Chary conociendo a otras mujeres con alta predisposición al cáncer, la alternativa de la mastectomía no siempre se habla en consulta, y se suele privilegiar los controles periódicos, opción que, a su modo de ver, no es suficiente. «A mí lo que me gustaría es que esto se planteara como dos opciones claras. Que el propio médico te diga: ‘Si fuera mi hija, yo la operaría’, como me dijo a mí mi médico», señala.

Chary está decidida a defender su elección hasta el final. Está convencida de que es el camino que todas las personas con alta predisposición al cáncer deberían tomar, sin dejarse atormentar por comentarios de terceros o el miedo a la apariencia. «Vas a quedar bien. Puedes tardar más o menos, pero no vas a estar enferma, que es lo importante. Estéticamente te puede quedar mejor o peor, pero luego eso se arregla. De primera tú te operas por salud y luego ya vamos viendo lo demás», señala a modo de consejo para quienes dudan a la hora de enfrentarse a un diagnóstico como el de ella. «Solamente tienes que pasar por unos puntos, que se te cure bonito y luego vas a tener unas cicatrices de guerra, como Rambo, que para mí son preciosas. Me recuerdan todos los días que tuve suerte, gracias a mi abuela, al karma, a la ciencia, a los médicos, a esa oncóloga», reflexiona.

Y no se arrepiente. No lo duda ni por un segundo. Sabe que seguramente ese 40% de probabilidad se hubiera convertido en un cáncer de mama, y no estaba dispuesta a pasar por ello. «Tengo la sensación de que es la mejor decisión que he tomado en mi vida, porque ahora vivo con una tranquilidad diferente. Yo se lo cuento a todo el mundo porque estoy superorgullosa. Yo me he salvado. He tenido la posibilidad de saberlo y actuar al respecto estando fuerte y sana», concluye.