Carlos Torres, presidente de BBVA: «El impuesto a la banca corre peligro de lograr el efecto contrario al que se busca»

manu álvarez DATA / AGENCIA

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Jesús Hellín | EUROPAPRESS

Considera que el nuevo gravamen  puede acarrear menos consumo, inversión y recaudación

17 jul 2022 . Actualizado a las 09:48 h.

Ahí afuera, más que nunca, en Madrid el sol es una estufa de butano. Dentro del edificio, el aire acondicionado de La Vela aplaca los 42 grados y también el calor que ha introducido Pedro Sánchez, por sorpresa, en forma de anuncio de un impuesto especial para la banca y las empresas energéticas. La suerte ha querido —para el periodista, claro está—, que una entrevista perseguida desde hace dos años y cuya fecha se cerró hace 15 días, se produzca apenas 48 horas después de la bomba lanzada por el presidente del Gobierno. Carlos Torres, el presidente de BBVA, mide las palabras como una máquina suiza de precisión, pero no oculta su opinión pesimista sobre la medida. No solo porque reducirá los recursos que el banco puede destinar a su capitalización, las reservas; también el dinero que puede distribuir entre sus accionistas, el dividendo; sino porque está convencido de que obtendrá el objetivo diametralmente contrario al que persigue. En su visión sobre el momento económico se muestra moderadamente optimista, aunque admite que la palabra que domina cualquier análisis es «incertidumbre».

—¿Qué opinión le merece el impuesto a la banca que acaba de anunciar el presidente?

—En un momento de tanta incertidumbre económica tenemos que remar todos en la misma dirección. Los bancos tenemos un papel clave de apoyo a la sociedad. Lo hicimos durante la pandemia, lo hacemos día a día apoyando a familias y empresas a través de los créditos. Y lo seguimos haciendo a pesar de la incertidumbre económica y eso se puede apreciar en el flujo de crédito. Entiendo también y comparto la importancia de corregir el déficit fiscal, reducir la desigualdad y proteger a los más vulnerables, y para eso una mayor recaudación ayuda. Pero creo que esta no es la vía más adecuada.

—¿A qué se refiere?

—Sin duda la mejor forma de recaudar más impuestos es que la economía crezca. Mayor crecimiento implica no solo impuestos crecientes, también más empleo, más inversión, más prosperidad. Y nosotros estamos a disposición del Gobierno para buscar las mejores fórmulas para que esto se produzca, porque nuestro sector puede ser una palanca fundamental. Por eso mismo, un impuesto especial a los bancos puede acabar produciendo un efecto contrario al que se pretende, porque la banca es un sector que está en el centro de la economía, es un servicio que habilita al resto de los sectores.

—¿Considera que esta decisión es un castigo a la banca?

—Los impuestos específicos a sectores deberían estar dirigidos a aquellos que generan externalidades negativas, como forma de reducir su uso o consumo. El sistema bancario no solo no genera externalidades negativas en el resto de la economía, sino todo lo contrario, facilita la asignación de recursos productivos a los sectores más dinámicos y de mayor crecimiento. Penalizar una actividad como la bancaria, que representa el sistema circulatorio de la economía y que por tanto dinamiza al resto de los sectores se puede traducir en una restricción de los flujos de capital a proyectos de crecimiento. En lugar de ayudar a que haya más consumo e inversión, más crecimiento y más recaudación, en lugar de abaratar los servicios en un momento de elevada inflación, puede acabar afectando negativamente a todas estas variables. Y así se desprende de la evidencia internacional disponible. El objetivo de recaudar más con un impuesto especial al sector financiero lo que suele terminar generando es un menor crecimiento económico a largo plazo y, por tanto, una recaudación muy inferior a la esperada. El BCE ya emitió en diciembre del 2019 una opinión sobre impuestos específicos al sector, calificándolos como no deseables, resaltando sus potenciales efectos negativos, e instando a un análisis exhaustivo previo.

—El presidente Sánchez ha dicho que es un impuesto que incide en el mayor beneficio que, se supone, los bancos van tener como fruto de la subida de tipos de interés.

—Las entidades financieras españolas ya tenemos un tipo del impuesto de sociedades del 30 %, cuando la tasa normal es del 25 %, o sea, ya tenemos un gravamen superior al del resto de los sectores. Por otra parte, se habla de beneficios extraordinarios pero lo que ha sido extraordinario han sido los tipos de interés negativos durante muchos años, tipos que han llevado a una rentabilidad negativa de la banca durante la última década. La rentabilidad media sobre el capital de la banca española del 2011 al 2021 fue del -1 % anual. Eso es lo que ha sido extraordinario. Y en lo que estamos es en el inicio de una normalización monetaria. Lo normal es que los tipos sean ligeramente positivos. No podemos calificar como extraordinario algo que es la normalización. Por eso, creo que no es eficaz gravar con un impuesto especial los resultados que se derivan de una actividad normalizada. Hoy en España todavía se obtienen hipotecas a largo plazo a tipos reales negativos. No digo ya en comparación con la inflación real que estamos viendo, en niveles por encima del 10 %, sino por debajo incluso del objetivo de inflación del BCE, que es del 2 %.

«La incertidumbre es enemiga de la inversión»

Lo tiene claro Carlos Torres cuando se le pregunta si decisiones de este tipo generan inseguridad y reticencias en los inversores. Especialmente en los internacionales.

—La creación de impuestos específicos a sectores concretos, especialmente cuando no son finalistas y no persiguen corregir externalidades negativas, suele generar una incertidumbre sobrevenida que puede llevar a que el efecto del impuesto sea contrario al que se persigue. La incertidumbre es enemiga de la inversión privada y un impuesto específico a un sector, aunque sea temporal, añade incertidumbre.

—Crisis y más impuestos. ¿Van a poder mantener su compromiso de remuneración a los accionistas? Hay más de un millón de accionistas individuales en España.

—Remunerar al accionista es un tema prioritario, que se ha materializado con la recompra de acciones, con la política de dividendo y el compromiso de repartir entre el 40 y el 50 % del beneficio. Pero la variable fundamental es la cifra de beneficio…

—El proceso de digitalización de la banca tiene su dimensión polémica. Una parte de la población se siente marginada.

—La digitalización ha traído muchas ventajas a nuestros clientes y, por ejemplo, ha sido clave en la pandemia. Los clientes que acceden al banco a través del móvil se han multiplicado por cuatro en cuatro años. Las transacciones digitales se han duplicado y la satisfacción de la clientela ha aumentado 25 puntos en el índice de recomendación neta. La combinación de autoservicio con el apoyo de un equipo que atiende en remoto, es una combinación imbatible. La mitad de nuestros clientes de más de 60 años ya utilizan los canales digitales. Pero esto es compatible con no dejar a nadie atrás, en especial a los colectivos que tengan más dificultad para adaptarse a esta nueva fórmula de interactuar.

«Si hay cortes de gas, la probabilidad de una recesión prolongada es más elevada»

«Incertidumbre». Es la palabra elegida por el presidente de BBVA para definir la coyuntura económica actual.

—¿Cuál es su apuesta en relación con lo que puede suceder?

—Es difícil saber qué va a pasar porque depende de cuestiones que pueden tener un impacto muy grave. Veníamos con un momentum muy positivo tras el covid y aunque el crecimiento va a continuar, el efecto de la guerra ha sido grande. Y no solo económico, primero como tragedia humana, que es lo más importante.

—Las previsiones económicas se dividen entre quienes creen inevitable la recesión y quienes rechazan ese extremo.

—Nosotros seguimos viendo crecimiento este año, pero con una tasa inferior para el año que viene. Será una caída muy relevante frente a las estimaciones que teníamos hace unos meses.

—No se apunta por tanto a las tesis de que habrá recesión.

—Una recesión técnica quizá sí. Previsiblemente tendremos crecimientos negativos en el último trimestre de este año y en el primero del 2022. Vuelvo a la incertidumbre, porque si tuviésemos cortes en el suministro de gas, por ejemplo, las probabilidades de una recesión más prolongada serían más elevadas.

—¿Teme un aumento desmedido de la morosidad en los créditos?

—En un entorno tan incierto es difícil hacer predicciones de variables como el crecimiento económico, el empleo y el precio de la vivienda, que son las tres que más inciden en la morosidad. La banca española parte de una posición muy buena. También las ratios de endeudamiento de las familias y las empresas son buena y, por tanto, esto tiene poco que ver con la situación que tuvimos en la crisis financiera. La ratio de endeudamiento de familias y empresas estaba hace diez años 35 puntos por encima y ahora está en línea con la media europea.

—La economía española no se parece en nada a la de entonces pero ¿estamos en un escenario con muchas similitudes a la crisis del petróleo de mediados de los años setenta?

—Hay algunos rasgos, como la inflación elevada o el origen energético de ese alza de precios. Pero la situación es muy diferente en la economía española y en la mundial. La intensidad energética es inferior y el comercio está más globalizado. El papel de los bancos centrales tampoco es el mismo, porque cincuenta años después tienen ya una experiencia que nos da confianza.