Europa, contra las cuerdas tras seis meses de guerra

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente ucraniano,  Volodímir Zelenski, reunidos en Kiev el pasado 11 de junio.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reunidos en Kiev el pasado 11 de junio. UKRAINIAN PRESIDENTIAL PRESS | REUTERS

El castigo a Putin amenaza la estabilidad de la UE, tras seis meses de un conflicto sin un final próximo

21 ago 2022 . Actualizado a las 08:06 h.

Han pasado seis meses desde que el presidente Vladimir Putin lanzara la guerra contra Ucrania. En ese tiempo, el jefe del Kremlin no ha alcanzado ninguno de sus objetivos iniciales —ocupar todo el país y derrocar al Gobierno proeuropeo de Kiev—, y su aventura bélica solo ha traído consigo un desastre humano y geopolítico, que ha puesto patas arriba el orden y la seguridad mundial. Las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados no han logrado detener la guerra ni poner a los ciudadanos rusos en contra de sus gobernantes. Por el contrario, el castigo a Moscú ha desestabilizando la economía mundial y por, extensión, su política. Mientras, el conflicto bélico amenaza con convertirse en una guerra de desgaste sin un final próximo

Campo de batalla

Sin cambios en el frente. La rápida victoria que prometió el alto mando ruso a Putin hace tiempo que se diluyó. Con la guerra entrando el próximo miércoles en su séptimo mes, Rusia controla alrededor del 20 % de Ucrania, es decir, cerca de 125.000 kilómetros cuadrados, según reconoce el propio presidente Volodímir Zelenski. Un territorio que se extiende desde Járkov, en el nordeste, hasta Jersón, en el suroeste. Regiones en las que Moscú avanza en su política de rusificación, al imponer sus leyes, su moneda y su lengua. 

Desde hace semanas no hay cambios significativos en el frente, según los datos del think tank estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés). El Ejército ruso se encuentra en una situación en la que no logra grandes avances en el Dombás —pese a controlar todo Lugansk y gran parte Donetsk—, y tampoco en el corredor sur obtiene un éxito rotundo, por lo que se ha visto obligado a desplazar a Jersón varias unidades chechenas para vigilar a los desertores, según ISW. De hecho, y más preocupante, Rusia ya no puede garantizar la seguridad de sus arsenales y de las cadenas de suministro en Crimea y las regiones limítrofes con Ucrania. 

¿Punto de inflexión?

Ataques y sabotajes. La guerra ha dado un vuelco en el último mes con la campaña de sabotajes y ataques ucranianos para «provocar el caos en las filas rusas», en palabras del asesor presidencial Mijailo Podoliak. En el Dombás, hace una semana fue atacado el cuartel secreto de los mercenarios de Wagner; en Jersón, los misiles ucranianos cayeron el miércoles sobre la base rusa de Nova Kajovka, y por supuesto los sendos ataques sobre objetivos en Crimea, la península bajo control ruso desde el 2014. 

Conectada con Rusia a través de un puente sobre el estrecho de Kerch y sede de la Flota del mar Negro, Crimea es un eslabón clave en el apoyo logístico a las decenas de miles de soldados rusos que ocupan la franja del sur de Ucrania, el movimiento de equipo militar pesado por sus dos enlaces ferroviarios y, por supuesto, por albergar las bases utilizadas para incursiones aéreas y lanzamiento de misiles rusos sobre el territorio controlado por Kiev. 

Efectos económicos

Otoño caliente. Las consecuencias económicas de la guerra abocan a Europa a un otoño caliente, con la inflación en la eurozona escalando a máximos históricos —del 10 % de España al 20 % de Estonia—, tras la subida de alimentos básicos, electricidad y gas. La amenaza de una recesión sobrevuela la economía europea. Si Putin cierra definitivamente el grifo del gas, la industria y los hogares alemanes serán los más perjudicados. Por eso el Gobierno tripartito de Olaf Scholz busca alternativas como el oleoducto que atravesaría España y que Francia no ve con buenos ojos para sus intereses, dada su imponente red de centrales nucleares. El fin del gas ruso restaría en muchos de los países comunitarios hasta seis puntos porcentuales de su crecimiento el próximo año. La última previsión elaborada por la Comisión Europea era un 2,6 % de crecimiento este año, un alza que se vería disipada si Rusia cumple su amenaza.

Alemania, como muchos otros países de la UE, teme tensión social y protestas en las calles, con los populistas dispuestos a arrogarse la voz del descontento. «En otoño, cuando suba la factura del gas, veremos si se mantiene el apoyo a las sanciones contra Moscú», afirmaba el presidente de AfD.

La economía rusa también sufre las consecuencias —la marcha de más de mil empresas del país representan el 40 % del PIB, según Maxim Trudolyubov, analista ruso y editor del medio independiente Meduza. La pregunta es quién aguantará más las penurias que se avecinan, el ruso acostumbrando a pasar penalidades o los acomodados comunitarios.

Orden mundial

Equilibrios. No era el plan de Putin, pero su aventura bélica en Ucrania ha revitalizado a una OTAN cuando buscaba una razón de ser y ha provocado que dos países históricamente neutrales, Suecia y Finlandia se unieran a la Alianza. La exigencia del Kremlin de desmilitarizar Ucrania y alejar a los aliados de sus fronteras ha llevado al resultado opuesto, con el aluvión de ayuda militar al Ejército de Kiev y al refuerzo del despliegue aliado en Europa del Este.

En el otro extremo, China calla, pero apoya implícitamente a Rusia, con la vista puesta en sus pretensiones de ocupar algún día Taiwán, deseo al que ha dado alas la visita de la presidenta de la Cámara Baja de EE.UU. Nancy Pelosi, mientras saca ventaja de sus acuerdos comerciales con Moscú y recibe gas ruso a bajo precio.