Un año de la erupción en La Palma: «Mis hijas se perdieron la infancia que quería darles»

Santiago Garrido Rial
Santiago Garrido LA VOZ EN LA PALMA

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Emilio Viña tiene que vivir ahora en su bodega, al lado del volcán.
Emilio Viña tiene que vivir ahora en su bodega, al lado del volcán. Santiago Garrido

Los palmeros relatan el sentimiento y la situación en que quedaron después de que el volcán se llevase sus viviendas

17 sep 2022 . Actualizado a las 18:21 h.

Emilio Viña Hernández cumplió esta semana 74 años. Los celebró con una cerveza en la mano relatando su historia en el ahora mirador de Tacande de Arriba, en El Paso, a otro paso del volcán, pues parece que se puede tocar. Es la última casa por esa vía antes de una enorme muralla de lava. Casa, sí, pero en realidad es una bodega que tenía de toda la vida, ya de su bisabuelo, sobre unas vides de las que saca algo de vino. Se ha convertido en vivienda a la fuerza, porque la que tenía en La Laguna, más abajo, se la llevó la lava. La suya, la de familiares y vecinos, sus plátanos... «Contento no estoy, no; esto no se olvida en la vida. Ahora lo que hago es echar los días hacia atrás». Recuerda el día en que su hogar desapareció. «¡Se la lleva, se la lleva!», dijeron todos. No ha recibido apenas ayudas, «mil euros del Cabildo y otro tanto del Ayuntamiento», explica. Lo de las ayudas es una larga y llamativa historia que depende de cada entrevistado.

A adecuar la bodega le ayudan tres albañiles y operarios que le dan a todo y, curiosamente, los tres han perdido su casa. Y alguno sí ha recibido 60.000 euros por ello. Martín Acosta González, de 51 años, no. Tenía apartamento y finca en Todoque, al lado de la casa de su madre, donde nació, y de la escuela. Hasta el 28 de septiembre: no queda nada, claro. Su madre está en otra vivienda que le consiguieron y él, en la que ya tenía en Tazacorte. No ha tenido ayudas, pero se resigna. «Hay que hacerse a la idea, no queda otra, no hay nadie con quien pelear, te tocó y qué se le va a hacer», lamenta.

Víctor H. Sicilia es de Garafía, ahora vive en Los Llanos y antes en El Paraíso (El Paso). El Paraíso desapareció, en todos los sentidos, en los primeros días. «Era una casa unifamiliar aislada, y perderla me duele sobre todo por mis niñas [dos, una de días entonces, nacida prematura, y otra de 4 años, ya 5]. La casa estaba programada para ellas, con parque, caseta, juegos. La habíamos terminado días antes, entre mi padre y yo, para que fuesen felices, pero la naturaleza nos dio un cambo drástico. Mis hijas se perdieron la infancia que quería darles», lamenta. Y le duele además que, cuando se fueron, su hija echó de mucho de menos el juguete que más quería, que no pudo recuperar: «el casimerito». Se fueron a la casa de su madre, seis personas en 60 metros. Y en diciembre, Rosi y Manolo, y su hija Leticia, les dejaron una casa, en la que aún siguen. Su lucha ahora son las ayudas: solo les dieron la de alquiler, no las otras.

Tampoco las tuvo Rebeca Acosta Pérez, que antes del volcán había quedado viuda de su compañero, con el que había levantado su casa de Todoque, también bajo la lava. Ni pensión, ni ayudas y con un hijo. Reclamó, pero nada, solo algo del seguro. Ahora tiene un trabajo, se resigna y quiere olvidar.

El cura Domingo Guerra (80 años) lleva con historias como estas y peores. En las casas parroquiales de El Paso da cobijo a ocho familias y a otros inquilinos individuales. Domingo lleva la célebre iglesia de Tajuya, el mediático mirador (desde hoy y hasta el lunes, de nuevo un gran plató), y él mismo vivió tres volcanes. «Este ha sido el más dramático con diferencia», dice. Lamenta la incertidumbre, la carestía de vivienda, la subida del precio de los alquileres y del suelo, las preocupaciones de sus vecinos. «No hay dónde ir, no hay dónde alquilar», asegura.

Nueva calle de fabricación gallega en Los Llanos

En uno de los altos de Los Llanos, con buenas vistas, junto a un colegio y casi al lado del campo de fútbol, se está levantando un nuevo núcleo de población, que de momento no tiene nombre. Lo que en tiempos fue una especie de escombrera acoge ahora decenas de casas, presentes y futuras, para quienes se quedaron sin ellas por el volcán. En concreto, 40 ya instaladas, y 45 en breve (además de otras de madera en la zona superior, pero de una empresa diferente). Esas 85 se construyen en Galicia. En Allariz (Ourense), de la mano de la empresa MyBOX Experience. Lo que llama la atención es lo evidente: son contenedores marítimos adaptados para la vida, y cuando se conocen por dentro es cuando se aprecia que va a ser así: de dos (45 metros cuadrados) y tres habitaciones (69), estas con dos baños. Muy cómodas, con excelentes aislamientos (el jefe de obra comentaba que en los recientes días de intenso calor se metían dentro porque estaban más frescos), climatizadas, madera en el suelo y materiales en los que se aprecia la calidad. Muy posiblemente también se van a revestir por el exterior.

Algunas de las viviendas ya instaladas reutilizando contenedores.
Algunas de las viviendas ya instaladas reutilizando contenedores. Santiago Garrido

Todas estas viviendas están destinadas a los afectados por el volcán, los que se han quedado sin casa. Las adjudicaciones ya están hechas por el Cabildo y en breve los inquilinos tomarán posesión (algunos ya han medido para llevar los muebles).

David González Rey, el responsable (el CEO) de la empresa, fundada en el 2014, explica que el diseño ha gustado mucho y ya tiene encargos a mayores de particulares, sobre todo alemanes residentes en la isla, para más casas, y de piscinas, también con base en los contenedores. Todas viajan por mar desde Vilagarcía hasta Santa Cruz de la Palma.