Nino Cervera, profesor: «Me gusta que usen chuleta, es lo que hacemos los adultos en la vida real»

ACTUALIDAD

El profesor de secundaria Nino Cervera, seguido en redes como «Ninoceronte».
El profesor de secundaria Nino Cervera, seguido en redes como «Ninoceronte».

Educar se parece a hacer una pizza, según este profesor «influencer». La base es el contenido de la materia, y los ingredientes, las habilidades que se deben entrenar. «Saben todas las partes de la planta y no saben cuidar una planta, ¿eso tiene sentido?»

22 feb 2023 . Actualizado a las 15:23 h.

Un día dijo en clase: «Por favor, ¿podrían atender?» y una alumna le respondió con otra pregunta: «¿Profe, cómo se atiende?». «Me quedé en shock», confiesa Nino Cervera, autor de ¿Eres el profe que te hubiera gustado tener?, eduactivista muy seguido en Instagram como «Ninoceronte». «A los chicos les pedimos cosas que nunca les ha enseñado nadie», advierte este docente de secundaria, autor del proyecto educativo Cambium, que no deja de aprender para enseñar. En ¿Eres el profe que te hubiera gustado tener? examina la realidad de las aulas. Y da alternativas.

—¿Qué hacer para que aprendan? La dificultad para atender es un obstáculo, como es imposible enseñarles a callar dando gritos, nos adviertes.

—Aprendemos, sobre todo, de lo que vemos. Te pongo un ejemplo. Si un padre fuma, por asco que le dé al hijo, lo más probable es que acabe siendo fumador. Si alguien les dice gritándoles todo el rato «¡cállense!», es probable que sean personas que griten. Hay maneras de hacerles callar. El ruido cero, por ejemplo. O con rimas. Les digo: «Clase, lo que toca...». Y dicen: «... es callarnos la boca». Otra forma: das una palmada, ellos dan dos y se callan.

—¿Funciona?

—En la formación que doy a profesores, algunos me han dicho que, a veces, si dan una palmada, ellos dan dos y aplauden... Lo toman a broma. Entonces, el problema es que no te respetan. Hay que trabajar otro aspecto.

—¿Un profe puede ser un colega?

—Claro que no. Si tengo que decir lo que más me ha costado a mí en la educación es encontrar ese punto entre que me respeten y ser lo suficientemente cercano para si alguien está triste por la pérdida de un familiar o algún asunto grave se me acerque en el recreo, me lo cuente y me dé un abrazo. Hace unos años era más suave, más colega, y las clases salían bien, pero ellos me entregaban menos tareas, hablaban más... Conseguir ese equilibrio me ha costado años. Ha sido lo más complicado. Hay que ser una persona justa, cercana, y aplicar normas y consecuencias. Al igual que a mí, si conduzco mal, me ponen una multa, ellos deben cumplir normas como la de levantar la mano para hablar. Si aparcas mal, tienes una multa. Si no llegas a tiempo al vuelo, se va. Las consecuencias para ellos pueden ser varias. Puedes sacar la tarjeta roja o la amarilla, y pueden acordarse bilateralmente. Si acuerdas con ellos las consecuencias, están mucho más dispuestos a cumplirlas.

—¿Normas, pocas?

—Pocas, claras, justas y visibles. ¡Y casi nadie las hace visibles! Hay que ponerlas en la pared con su consecuencia.

—El WhatsApp puede ser útil para aprender, señalas. ¿Sí al móvil?

—Hay que poner límites. El móvil es el enemigo número uno, puede robarnos la atención, pero también es una herramienta de estudio. Mi abuela, de 91 años, me decía que tenía que estudiar los ríos escribiéndolos en la pizarra. «¿Y cómo puede ser que hoy exista una herramienta que, móvil en mano, te deje dar paseos por el río que explicas?». Si mi abuela, con 91 años, puede ver el potencial del móvil, el profesorado también. ¿Qué pasa? Que eso está reñido con el principal problema que tenemos ahora: el móvil nos secuestra la atención, ¡se lleva media vida! Si usas el móvil siete u ocho horas al día, vas a perder 30 años mirando una pantalla. Y 2: lo que miramos nos baja la autoestima. Porque solemos ver estilos de vida perfectos, que te hacen preguntarte: «¿Qué hago yo que no estoy en una isla griega al atardecer?».

—¿Cómo llevamos la vida al aula?

—No podemos dar la misma clase que hace 20 años, dibujando una célula en la pizarra y listo. Hay que avanzar y, sobre todo, enseñar cosas que sean útiles para la vida. Nos sabemos todas las partes de la planta, ¡pero no sabemos cuidar una planta! ¿Eso tiene sentido?

—Evaluación no es calificación, subrayas. Explícanos.

—La calificación es solo una parte. Hay muchas maneras de evaluar.

—¿Ves bien que la nueva ley haya eliminado la calificación numérica? No es lo mismo un 9 que un 10...

—Al del 10 le puede parecer injusto que le pongan la misma nota que al del 9, pero, igual, el que saca 10 tiene más memoria y el del 9 mil cualidades más. El tema es que debe cambiar el acceso a la Universidad, para que los exámenes sean más competenciales, no solo de memorizar y vomitar. La clave no está en el 9,25 o el 8,7, sino en evaluar de muchas maneras para que todo el alumnado pueda adquirir contenidos y competencias lo mejor posible; tocar muchas formas de evaluación, y que estén conectados con la vida real. Si doy el sector primario y terciario en tercero de la ESO, les pido que hagan entrevistas: «Vete a un ganadero y que te cuente su vida». Que lo hagan y luego de ese material corten las partes que no sirven y expongan el tema. ¿Cuánto se aprende sobre el sector primario haciendo una entrevista a un ganadero y cuánto si hago un examen sobre el sector primario?

—¿A aprender se aprende haciendo?

—A aprender se aprende haciendo. ¿Qué es más importante, que sepas patinar o que lo sepas todo sobre el patinaje? Lo que es ridículo, y ocurre, es que si tú vomitas todo lo que sabes sobre patinaje sacas un 10 y yo, que sé patinar, saco un 6. El debate es este.

—¿Cómo es un «examen útil»?

—Lo que no puede ser es que el tema 3 pase del libro o del ordenador al examen sin que haya un análisis. Un examen útil sería, en vez de que me cuentes en diez puntos cómo fue la conquista de América, hagas un diálogo entre un indígena y un colonizador, poniéndote en el lugar de cada uno. ¿Cómo de profundo es ese aprendizaje comparado con el de «cuéntame todo lo que sepas de la conquista»?. También me gusta hacer exámenes con chuleta. Es lo que hacemos los adultos en la vida real, ¿no? La chuleta es solo una guía.

—¿Qué tienen de bueno?

—Llegas a más personas. Los que sacan un 9 o un 10 con chuleta lo van a seguir sacando. Pero consigues que los que sacan un 1 o 2, igual sacan un 4, porque para la chuleta sintetizan, leen, aprenden. Lo que consigues sin quitarle nada al del 10 es que un 30 % que nunca aprenden nada aprendan un poco.

—Sorprende leer que uno de los objetivos de educar es que el alumno desarrolle su talento. ¿Ocurre?

—Poco. Potenciar el talento es una asignatura pendiente. Para mí, la misión de la educación es prepararnos para saber cuál es nuestra vocación. Y, al final, a los 18 estamos perdidos y acabamos por dedicarnos a cosas que no nos gustan. Así tenemos a la mayoría de la gente amargada, con esa frase: «¿Qué tal, de lunes?». Siempre de lunes...

—¿Por qué está España a la cola en educación? ¿Mejoraremos?

—¿Sabes que hay países que están a la vanguardia de la educación, como Finlandia, en que la repetición no existe? No hablo de aprobar a todo el mundo, pero sí de hacer un plan de recuperación diferente. No tiene sentido que España vaya a la cola en educación.

—¿Qué hacemos con la atención? El mundo no está hecho hoy para la atención y la espera... Vuela.

—La neurociencia ha demostrado que las dos cosas que dan felicidad a los seres humanos son el amor y el trabajo bien hecho. Y, como dice bien Marian Rojas Estapé, esas dos cosas requieren tiempo. Vivimos en la cultura de la «inmediotez». Hay que enseñarles desde pequeños a atender, a que tengan otros intereses y hobbies. Si no tienen el móvil a mano, descubren que les gusta el fútbol, dibujar, hacer una casita en el árbol... Si desde pequeño creces con el móvil, lo que te gusta es el móvil, poco más. Es una droga. Yo en clase les digo cada día: «Pónganse frente a la ventana y digan: ‘Voy a cambiar un ratito de móvil por un ratito de’...». De cocinar un plato, de salir con la bici, de dibujar... Si tú eres alcohólica, no entras en un bar donde está la gente tomándose chupitos, ¿no? A ellos hay que plantearles tiempos sin móvil. Hay que poner límites.