Laura, tres veces premio a la excelencia académica: «En tercero de la ESO llegué a suspender ocho»

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Laura Cobelo hace un máster en investigación social y trabaja en Asarga.
Laura Cobelo hace un máster en investigación social y trabaja en Asarga. MARCOS MÍGUEZ

ESTA BETANCEIRA DEL 98 aspira a su cuarta distinción como mejor expediente en el grado de Trabajo Social. Tras unas notas normales y un ciclo de Ilustración, descubrió su vocación. «La informática es el futuro, y ahí hace falta mano social», advierte

21 oct 2022 . Actualizado a las 12:07 h.

El suyo siempre ha sido un gran currículo personal, pero en lo académico empezó a brillar superada ya la mayoría de edad. Es difícil no contagiarse de esa curiosidad por las personas que muestra al mirar y al escuchar Laura Cobelo «con be», subraya, betanceira del 98 que a los 15 años se mudó a A Coruña a estudiar el Bachillerato de Artes Plásticas. Atraída por el diseño gráfico, hizo el ciclo de Ilustración.

«Por casualidades de la vida», no acabó de encontrarse en el diseño y dio el giro a Trabajo Social. El flechazo con la carrera hizo buena esa segunda oportunidad. «Me di cuenta de que lo que me faltaba en Ilustración eran los demás. Me parece una profesión muy individual, muy de estar contigo mismo. Y yo echaba de menos estar con personas», revela Laura, que se graduó el pasado julio como trabajadora social en la Universidade de Santiago. De su carrera no dice más que cosas buenas. «Entré y descubrí que me encantaba el Derecho, por ejemplo. Esta es una disciplina muy versátil», explica.

Laura fue el mejor expediente académico de su facultad en los tres primeros cursos y está pendiente de la resolución del último. En este caso, compite a nivel Galicia con la persona de mejor expediente de su carrera en la Universidad de Vigo, la otra facultad gallega para sacarse el grado como trabajador social. «El cuarto curso implica un premio distinto, porque es a nivel gallego», destaca esta hermana mayor que debe esperar al 2023 para saber si logra el premio gallego a la excelencia como guinda a sus tres distinciones, para las que fue propuesta por su facultad.

¿Cómo se consigue ser premio a la excelencia académica un año y otro, y otro más? Ni altas capacidades ni ímprobo esfuerzo que no deje tiempo a disfrutar de otras cosas al margen de su profesión. «Yo nunca fui una persona de buenas notas. En general, sacaba notas muy normales. En tercero de la ESO, en el primer trimestre, suspendí ocho», cuenta. «No tenía motivación... En el segundo trimestre suspendí cuatro y, al final, aprobé todas en junio. En cuarto de la ESO me fue mejor, pero no era una alumna de notas excelentes», revela. La excelencia la alcanzaría después. Hoy, a sus 24 años, tiene trabajo y motivación.

Como hermana mayor y buena conocedora del contexto social y educativo en el que crece el futuro a velocidad internet (adelantando etapas, dándolo todo antes de tiempo), Laura teme, entre otras cosas, que su hermana pequeña se queme por meterse presión de manera precoz. «Y yo puedo decir que las notas de la ESO no me han servido para nada, ni siquiera me han servido las notas de bachillerato...», evalúa.

Laura pertenece a la última promoción que hizo la PAU (prueba de acceso a la universidad anterior a la ABAU) y pudo entrar en Trabajo Social gracias a que su nota de bachillerato era «un poco más alta» que la que necesitaba.

La perseverancia es, para ella, un gran motor. «La terquedad —matiza—. Una de las mejores técnicas para el envejecimiento activo es la terquedad. Yo no me voy a quedar quieta, no voy a darles ese gusto...», se ríe. Darse por vencida no está en su plan. ¿La terquedad es el ingrediente clave de la juventud? «Cuando está en su justa medida y sigues manteniéndote flexible al cambio, sí, por supuesto que sí», responde sin dudar.

La flexibilidad y la resiliencia son dos de las cualidades que salvarán a la generación de Laura, dicen los expertos. «Yo creo que lo que vamos a ver va a ser más flexibilidad en perfiles laborales. En vez de profesiones, hablaremos de perfiles profesionales. Ya se ve. Va a haber, creo, una dicotomía muy clara: o personas hiperespecializadas en un ámbito concreto o personas que sepan hacer un poco de todo», afirma.

Ella encaja más en el segundo tipo, según se ve. Ahora, cursa el Máster Universitario en Métodos Avanzados de Investigación e Innovación en el Análisis Social, de la Universidade da Coruña, y trabaja en Asarga, la Asociación Sarcomas de Galicia, con pacientes oncológicos de sarcoma. Antes, hizo prácticas en el Clínico de Santiago (CHUS) y el ámbito oncológico se quedó en su corazón.

TRATA A PACIENTES CON SARCOMA

¿Le gusta ayudar a personas vulnerables, con problemas? «Pensar que ayudo a gente con problemas me parece reduccionista. Lo veo más como que acompañas a las personas y buscas la forma de empoderarlas», puntualiza. Actualmente, trabaja en una investigación para elaborar un protocolo de derivación de pacientes con sarcoma. «Justo vengo de estar con la portavoz de Sanidad del PSOE en el Congreso, Ana Prieto». De Madrid se movió, con el equipo de esta asociación nacida en plena pandemia, a Málaga a un congreso internacional y, posteriormente, a un simposio a Cambridge. Todo es avanzar.

«Antes de acabar la carrera, yo tuve la suerte de que ya, entre comillas, ‘estaba trabajando’. Vi de casualidad una beca FUAC de trabajo social, y antes de graduarme estaba compaginando ese trabajo-beca con el trabajo del hospital. Cuando me dieron el título, tenía un contrato en ayuda a domicilio en Sada, en un ámbito más de gestión», dice. Y, en cuanto vio la oferta de Asarga, fue a por ella y acertó. La asociación le permite ese contacto directo que tanto valora con los pacientes, estar con la gente, en la historia real. Laura ya tiene experiencia además en el tratamiento de adicciones legales (al tabaco, al alcohol, al juego patológico, a las compras compulsivas...), por unas prácticas que hizo en el verano de tercero de carrera en la Asociación de Exalcohólicos de Ferrolterra. «Conocí pacientes que te decían que se bebían ‘6 o 7 cervezas diarias, lo normal’. Y ahí te das cuenta de que tenemos un problema. No es el problema de una persona, sino un problema social», afirma.

Como el ojo crítico es una de sus cualidades, señala que la suya es «una profesión con muchos estereotipos, desgraciadamente. Una de las primeras cosas que te dicen cuando entras en la carrera es ‘cuidado con convertirte en una trabajadora social que solo se dedique a cubrir risgas’, lo cual tampoco deja de ser un estereotipo», sostiene quien valora el dinamismo que vio en el trabajo en el Clínico de Santiago. «Allí no hay margen para estancarte. Coincidió que mis compañeras eran muy peleonas —valora—. Podías tener el prejuicio de ‘ellas ya tienen su plaza, ¿para qué esforzarse?’. Pues todo lo contrario, no dejan de pelear». ¿En qué aspecto? «Por ejemplo, en que todo paciente que haya sufrido un ictus fuera derivado a trabajo social».

Aunque su pasión la desborda, Laura sabe desconectar del trabajo, por más que no se acostumbre a la mala noticia, al anciano o al niño en situación de emergencia social, a la pérdida imprevista del paciente del que siguió día a día la evolución. «También pasan cosas bonitas», valora quien hace muchas cosas, «¡demasiadas!». El análisis de datos es uno de sus centros de curiosidad. «Fui a una conferencia de la antropóloga Yayo Herrero no hace mucho. Decía que la digitalización es una medida de sostenibilidad, pero que debe ser accesible. No puede ser que la tecnología vaya más rápido que las personas... Me interesa la tecnología aplicada a las personas. Una persona mayor necesita una saturación concreta de colores. Si diseñas una web para un público de una edad, debes pararte en hacerla accesible. La informática es el futuro y ahí hace falta mucha mano social», asegura Laura.

Sus referentes no son famosos, «son personas del día a día» dignas de admirar. «Mis referentes son mis compañeras del CHUS, mis profesoras de la facultad y mi madre. Porque el trabajo social es una profesión que viene del cuidado, y la que más me inspira eso en el día a día es mi madre». Como les llama Guadi Galego, son las «brillantes activistas da vida cotiá», que superan todos los méritos de un currículo con su humanidad.