Lecciones del incidente polaco

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Soldados polacos despegados en la localidad de Przewodow, lugar donde impacto el misil.
Soldados polacos despegados en la localidad de Przewodow, lugar donde impacto el misil. WOJTEK JARGILO | EFE

16 nov 2022 . Actualizado a las 19:11 h.

Las guerras acostumbran a ser un error en sí mismas, pero no suelen desencadenarse por error. Incluso cuando un conflicto parece tener sus orígenes en uno de esos famosos «incidentes» que llenan las páginas de los libros de historia (el Incidente de Manchuria, el Telegrama de Ems, la Oreja de Jenkins…) casi siempre se trata de un hecho que en su momento fue interpretado de forma malintencionada o simplemente inventado. La Primera Guerra Mundial se desencadenó por la muerte del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, porque existía la voluntad previa de ir a la guerra; la tercera guerra mundial no se desencadenará por el incidente del martes en la frontera polaca (en Przewodow, precisamente en la Galicia polaca), porque no existe esa voluntad.

En realidad, este episodio no hubiese conducido a la guerra ni aunque se hubiese tratado de un misil ruso, como se temió en un principio. Pero, en este caso, incluso los indicios preliminares apuntaban ya a un misil ucraniano. Los fragmentos de proyectil hallados en el lugar del impacto proceden, al parecer, de una batería S-300, un arma antiaérea. Es cierto que Rusia también dispone de ellas, y que, dada su escasez de misiles de precisión, a veces ha llegado a utilizarlas para bombardear objetivos en tierra, pero en este caso la trayectoria y el alcance lo hacen muy difícil. Lo lógico es pensar que el misil salió de Ucrania para interceptar otro ruso y que luego cayó al otro lado de la frontera con Polonia. ¿Lo hizo Ucrania intencionadamente para involucrar a la OTAN, como ahora sugiere Rusia? Tampoco es verosímil, precisamente porque el incidente ha sido confuso. De tratarse de una provocación intencionada de Kiev, habría estado mejor planificada. Como casi siempre, lo más probable es lo más habitual: la artillería antiaérea trabaja al límite, con muy poco tiempo para reaccionar ante una amenaza de misil enemigo, y suele cometer errores y provocar daños colaterales.

Paradójicamente, y dentro de la tragedia que supone la muerte de dos personas inocentes, este incidente debería inspirar un cierto optimismo. La rapidez con la que el presidente norteamericano, Joe Biden, acudió a quitar importancia al incidente (y que el Kremlin ha elogiado públicamente), y la sinceridad con la que la OTAN ha reconocido que no se trataba de un ataque ruso, deja claro una vez más que, a pesar de lo que repite la propaganda rusa, Occidente no tiene ningún interés en escalar el conflicto sino todo lo contrario. Ni siquiera Polonia, a la que incluso dentro de la propia Alianza Atlántica se ve como particularmente beligerante con Moscú, ha querido invocar el artículo IV de la OTAN que hubiese puesto en marcha el mecanismo de consultas para una posible declaración de guerra. Aunque Varsovia se precipitó en un principio a la hora de señalar la responsabilidad de Moscú, no tardó en aceptar la postura común de la Alianza Atlántica dictada por Estados Unidos. La guerra requiere de la voluntad política de ir a la guerra y, como dejan bien claras estas reacciones, el único interesado en una escalada en Ucrania es el Kremlin.