Gabriel Pombo, uno de los presos más antiguos: «Sigo en la cárcel, aunque ya hace diez años que he cumplido mi condena»
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«Me veo más ayudando a formar y educar a otros compañeros o traduciendo libros que atracando bancos»
13 dic 2022 . Actualizado a las 09:06 h.Gabriel Pombo da Silva (Vigo, 1967) es uno de los presos que más años lleva en las cárceles españolas. Entró apenas con 17 años y hoy tiene 55 recién cumplidos. Varios atracos con su banda, uno de ellos con homicidio, le abrieron la puerta de las prisiones del territorio ibérico y también de Alemania. Han sido más de 30 largos años entre rejas. Ahora, su defensa exige a la Audiencia de Ourense, la que le condenó, que aplique el Código Penal en vigor, una postura que también defiende la Fiscalía del Tribunal Supremo, lo que conllevaría su inmediata libertad, diez años más tarde de lo que le habría correspondido.
—Han pasado ya varios meses desde que la Fiscalía del Supremo solicitó la aplicación a su condena del Código Penal vigente lo que implicaría su inmediata libertad...
—Ahora está en el Supremo, pero lo importante que hemos descubierto es que el tribunal que en su día me condenó, la Audiencia Provincial de Ourense, es el responsable de que nunca se me aplicara el Código Penal que más me beneficiaba, como exige la ley. Me habían penado por un delito de robo con homicidio a 28 años y pico, entonces la pena máxima y con el nuevo código penal son doce años y seis meses.
—¿Cuántos años lleva en la cárcel?
—Más de 30. He recorrido casi todas las cárceles españolas.
—¿Es usted el preso que más años lleva encarcelado en España?
—No lo sé. Es probable. Yo creo que habrá más por ahí que han sido olvidados porque son pobres.
—Si le hubieran aplicado el Código Penal más beneficioso estaría libre y habría disfrutado de diez años de vida sin estar entre rejas.
—Sí. Estoy secuestrado. La Audiencia de Ourense tendría que haber revisado mi condena para aplicar el Código Penal más favorable. Pero sigo aquí.
—¿Y cómo se podrían devolver diez años de vida?
—No se puede. Yo me quedo con lo bueno, y es que he tenido tiempo para profundizar mucho en mí mismo, en la naturaleza humana, en el mundo.
—¿En qué contexto comienzan sus encontronazos con la Ley?
— En los años ochenta. Yo recuerdo el barrio de El Calvario, en Vigo, pobre, miserable, rojo, en donde estábamos, a un lado el pueblo y al otro la policía. Me crie con mis abuelos, que me inculcaron la solidaridad de clase. Entonces empecé a hacer lo que no debía: disparar, expropiar (atracar) y juntarme con los rebeldes. Había mucho paro, mucha desesperación y mucha emigración.
—Y ¿no valoró entonces que podía seguir su lucha en el ámbito político o sindical y no usando la violencia?
—Era inútil el camino político o sindical. No servía. Repartíamos alimentos y dinero a las familias pobres. Era una época dura. Estamos hablando además de un período de tiempo en donde la extrema derecha mataba, donde había grupos ultras y en la clase obrera teníamos que defendernos.
—Y de pronto llegó la droga...
—Fue muy raro. Empezó a aparecer heroína pura por Vigo. Observé que, de la noche a la mañana,
en todos los barrios en donde estábamos organizados y trabajábamos a nivel político y social, aparece la droga y destruye a los jóvenes, a los trabajadores, afecta a todos.
—Pasó 8 años de su condena en el duro régimen de aislamiento FIES (Ficheros Internos de Especial Seguimiento). No se le ve afectado ni psíquica ni físicamente.
—He tirado para adelante por inercia. Para resistir me concentré en mí mismo, en la lectura, en el deporte y básicamente en resistir el día a día.
—Se ha negado siempre a colaborar con el centro penitenciario. No aceptó impartir cursos a otros presos. ¿Le pasó factura esa postura?
—Me sigue pasando factura. Me he hecho los peores enemigos en todas partes: narcotraficantes, banqueros, jueces y también entre los que trabajan aquí dentro.
—¿Ha cambiado mucho la cárcel en esos largos treinta años?
—La mayoría de los que entran son enfermos mentales o están dopados. Hoy la cárcel ya no es el vigilar y castigar de Foucault, sino lo reflejado por Orwell, la policía del pensamiento. No se busca rehabilitar. Básicamente esto es un negocio. Los que tienen dinero salen de la cárcel. Los que tienen padrinos políticos tienen privilegios...
—¿Qué hará cuando salga?
—Crearé un ateneo que se llamará Agustín Rueda en mi finca, en el condado de Mos. Impulsaré colectividades, editoriales... basados en el apoyo mutuo y en la formación. Hay que volver a la tierra.
—Nada que ver con su trayectoria anterior
—Sí, es una cuestión de realidad, de pragmatismo. Me veo más ayudando a formar y educar a otros compañeros que atracando bancos. Traduciendo libros interesantes que no están en español, creando cooperativas...