Miguel Llorente, geólogo del IGME: «Sin los terremotos no existiría la humanidad, forman parte de la dinámica natural del planeta»

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

El científico analiza las claves acerca de por qué la frontera entre Turquía y Siria es una zona con una elevada actividad sísmica

08 feb 2023 . Actualizado a las 18:24 h.

El doctor en Geología Miguel Llorente Isidro forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y trabaja en el Instituto Geológico y Minero de España. Tras el terremoto que ha devastado el sur de Turquía y el norte de Siria dejando miles de muertos, certifica que el Mediterráneo es una zona rica en fenómenos geológicos propensa a catástrofes de este tipo.

—¿Por qué se produce tanta actividad sísmica en la zona en la que confluyen las placas tectónicas de Eurasia, Anatolia, Arabia y África?

—Los terremotos ocurren de manera preferente en los límites de las placas. Esto significa que en esta zona habrá más sismicidad que en áreas alejadas de estos, como puede ser el interior de un continente. En esos límites se concentran la mayor parte de los esfuerzos tectónicos, por lo que la actividad sísmica es mayor.

—¿Qué relevancia tienen los períodos de poca actividad sísmica? ¿Actúan como preludio de un gran terremoto?

—Un terremoto, al final, es la liberación de energía elástica cuando las rocas han superado su límite de resistencia y se han roto de manera frágil. Los esfuerzos tectónicos deforman las rocas de manera plástica, es decir, generando deformaciones permanentes sin rotura; de manera elástica, es decir, cuando cesa un esfuerzo la deformación se recupera; o de manera frágil, que es una rotura. En la zona de Turquía se está liberando energía acumulada por los esfuerzos tectónicos. Durante los períodos sin actividad sísmica se acumula una parte de la energía de los esfuerzos tectónicos, pero no toda. Una parte de la energía se disipa de manera constante en forma de calor, o con deformaciones que no generan grandes terremotos.

En los períodos de calma no es que ocurra nada, es que o bien las personas y nuestros instrumentos no tienen capacidad de detectar, o bien ocurren procesos que liberan pequeñas cantidades de energía de forma paulatina. Sí es verdad que en zonas de mucha actividad sísmica, como un límite de placas, el hecho de tener períodos largos sin grandes terremotos puede ser un indicador de que se está acumulando un gran esfuerzo tectónico. Pero no hay una relación directa entre períodos sin actividad y magnitud de los terremotos que ocurran después.

En los límites activos de placas tectónicas siempre están actuando los esfuerzos tectónicos. Los terremotos se registran cuando los esfuerzos superan la resistencia de las rocas, que es cuando se rompen y se libera una parte de la energía. Lo que estamos viendo no es solo un terremoto, sino una cadena de terremotos. Es muy duro para los afectados, pero está siendo bueno que haya muchos terremotos medianos, incluso varios grandes, que no solo unos pocos muy grandes: de esta manera, la deformación progresa en varias zonas y múltiples fallas en lugar de acumularse en unas pocas, que serían aún mayores.

Se han registrado cientos de terremotos, eso significa que el esfuerzo tectónico acumulado en la zona se está liberando no solo en un sitio sino en un conjunto de sitios. Esto es bueno porque acumulamos menos energía en un solo terremoto. Por otro lado, esta secuencia de terremotos es muy perjudicial para las personas, ya que las réplicas, aunque sean menos intensas, pueden causar mucha devastación, porque afectan a edificios ya dañados. Eso es lo que ha pasado en Turquía.

—¿Por qué existe temor de que se produzca un terremoto en Estambul? ¿Podría pasar también en otras zonas de Siria?

 —El mar Mediterráneo y, en general todo el arco Mediterráneo, presenta una geodiversidad muy amplia, lo que significa que hay una gran cantidad de fenómenos geológicos en relativamente poca superficie. Y estos fenómenos están motivados principalmente por la acomodación de los esfuerzos entre el empuje de África, de Eurasia, de la placa Arábiga y de otras muchas pequeñas microplacas o regiones que son tectónicamente aislables que entran en el juego de acomodar los esfuerzos. Si empujamos una placa hacia otra, donde convergen tendremos compresión, pero no se puede movilizar una placa tectónica que solo genere un tipo de esfuerzos en una zona: todo lo que hay alrededor de esa placa tiene que acomodar los esfuerzos, generando zonas de separación y de fricción.

Esto significa que, no solo en Estambul, sino en muchos más sitios de la región mediterránea podemos tener terremotos importantes en puntos muy distintos; como por ejemplo, en Grecia.

—¿Cómo se pueden trazar planes de prevención de daños en una zona de tanto movimiento de placas?

 —Lo más importante es generar conocimiento geológico. Los servicios geológicos nacionales son instituciones públicas encargadas de ofrecer información lo más actualizada y veraz posible de cuál es la geología que tiene cada nación. La configuración geológica de un área es importante para los terremotos porque un mismo terremoto va a causar daños diferentes dependiendo de los materiales donde estén construidas las edificaciones, así como de otras características, como la geometría de las formaciones geológicas. En países avanzados, como es el caso de España, tenemos una buena cartografía, pero deben actualizarse de manera constante, porque cambia la filosofía con la que se realizan estos mapas y se está avanzando mucho en el conocimiento geológico.

 También tenemos que contar con normativas sismorresistentes actualizadas y adecuadas a la geología y a la peligrosidad sísmica de la región, de modo que nos proporcionen un mayor grado de seguridad. Por ponerlo en contexto: en el caso japonés, la normativa es muy estricta —construir es muy caro—, pero si ocurre un seísmo importante, las edificaciones van a soportar muy bien esas cargas. En el terremoto del 2011 que fue de magnitud superior a nueve, hubo muchísimos menos daños a las estructuras que en el terremoto de Turquía de magnitud menor que 8. Entre otras cosas, eso se debe a la puesta en práctica de la normativa sismorresistente: la gente debe ser consciente de construir de forma adecuada salva vidas.

No basta con tener la norma sismorresistente y los mapas geológicos, también que hay que ser conscientes de que las modificaciones que se hagan a un edificio pueden afectar a su resistencia estructural. Hemos visto edificios en Turquía construidos en el mismo período, en la misma manzana, por el mismo constructor y con los mismos materiales. Y unos han colapsado y otros no. En parte eso se puede deber a cambios pequeños en el subsuelo, pero también puede ser que se hayan han hecho reformas que afecten a la resistencia sísmica, o que se hayan incorporado cargas en el edificio de manera perjudicial para el comportamiento inercial de la estructura. Una planta débil es muy fácil de generar, basta levantar o tirar algunos muros, y una planta débil de un edificio puede ser responsable del colapso total de la edificación, pues es por ahí por donde rompe.

—¿Existen elementos que se puedan medir para predecir un terremoto?

—No existe a día de hoy la instrumentación que sería necesaria para medir la deformación elástica de los materiales a escala planetaria, con lo cual no tenemos ninguna manera de hacer observaciones directas sobre cuál es el comportamiento de los continentes en relación a los esfuerzos tectónicos. Sí sabemos cuáles son las zonas en las que más terremotos han ocurrido en el pasado. No solo por el registro instrumental, sino que también lo podemos averiguar con el registro geológico. Determinado tipo de formaciones geológicas nos alertan de que han ocurrido terremotos recientes. Con esto, sabemos dónde se concentran los terremotos y si son más o menos importantes. Pero no es posible anticipar la ocurrencia de un terremoto.

Dicho esto, sabiendo por dónde se producen más terremotos, podemos hacer más cosas, pero no podemos observar su evolución como en el caso de una tormenta. También es verdad que, cuando se produce un seísmo, esa liberación de energía puede disparar otros terremotos en otras fallas próximas. Es lo que ha pasado también en Turquía.

En este punto, es importante decir que, sin terremotos, no existiría la humanidad. Los terremotos, son la expresión del calor interno de la Tierra y de parte de la dinámica del planeta, y sin ellos, quizá estaríamos bajo de un manto de agua o en un planeta yermo. Tenemos que ser conscientes de que estos procesos, que cuando nos afectan producen una gran cantidad de desgracias, forman parte de la dinámica natural del planeta. Tenemos que ser capaces de convivir con ello. Por este motivo es tan importante reforzar el conocimiento geológico.

—Tras el terremoto, se activó la alerta por Tsunami en varios puntos del Mediterráneo. ¿Qué amenazas reales podemos tener en las costas de nuestro país? ¿Con qué magnitud se podría prever una catástrofe en España derivada de un terremoto en la confluencia de las cuatro placas?

—Aquí tenemos que distinguir la magnitud y la intensidad. El terremoto de Turquía y Siria ha sido de gran magnitud y de gran intensidad. Son cosas que no van de la mano. Un terremoto puede liberar mucha energía y no causar ningún daño si se produce en un punto muy profundo. El del lunes se produjo en una zona muy superficial. Esa cercanía a la superficie es en gran parte, y a igual magnitud, la responsable de la intensidad de un terremoto; la intensidad de un terremoto es la medida de cuán dañino es. Un terremoto muy superficial va a ser mucho más intenso que uno más profundo.

Dicho esto, para hablar de tsunamis, tenemos que tener una serie de condicionantes previos. Los tsunamis no se producen solo por terremotos, también ocurren por deslizamientos, erupciones volcánicas y otras muchas causas. En el caso de la Península Ibérica no estamos exentos de que nos ocurra un tsunami. De hecho, el IGME y el Consorcio de Compensación de Seguros llevamos años estudiando qué posibles tsunamis podían ocurrir en España y qué tipo de daños podríamos sufrir.

Pero esto es independiente del terremoto de Turquía, porque para que un terremoto provoque un tsunami, tiene que producirse con un epicentro en una zona marina o muy cerca de una gran masa de agua. Un terremoto que disparase a su vez un deslizamiento, sí podría provocar un tsunami, pero mucho más pequeño que el que podría provenir de un terremoto. Decir «tsunami» es parecido a decir «terremoto», los dos son fenómenos, pero su magnitud o su intensidad pueden variar mucho. Podemos tener tsunamis que no sean muy intensos y podemos tener otros tsunamis más destructivos. El tsunami más grave de la península Ibérica fue el de 1755, que afectó principalmente a Portugal y a Lisboa en particular, pero hemos tenido otros más pequeños, como el terremoto africano y tsunami del 2003. También hemos tenido meteotsunamis, producidos por cambios en la presión atmosférica que nos disparan una onda muy larga, y que son relativamente frecuentes en Baleares.

Un tsunami puede ocurrir en cualquier momento, pero la población no tiene que estar excesivamente preocupada por esto. Tiene que ser consciente de qué significan las cosas y actuar de siguiendo las indicaciones de las autoridades. La notificación que se ha emitido es porque, por suerte, en España tenemos un sistema de alerta temprana de tsunamis. A diferencia de los terremotos, podemos anticipar con un poco de tiempo el momento desde que se produce un terremoto hasta que nos llegara un tsunami, en caso de que el terremoto desencadene el tsunami.

Se hace a través de dos modelos: uno es calculando directamente para un determinado terremoto el tsunami que podría provocar. Pero la forma más rápida y eficiente en España es que, si se registra un terremoto de mucha magnitud y además es muy superficial, inmediatamente se dice: «Ojo, que podría tener las características suficientes para provocar un tsunami». Pero el terremoto de Turquía se ha producido en tierra y en la otra punta del Mediterráneo. Que se haya emitido una nota informativa no quiere decir que se fuera a producir un tsunami o que, si se produjese, fuera a tener un efecto significativo en las costas españolas.

Hay que estar tranquilos, tener la capacidad de entender los mensajes y confiar en que las administraciones públicas propondremos las mejores medidas de defensa disponible. Una de ellas es estar bien informado.