La propina tendría que tributar a Hacienda. (Solo tendría)

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

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María Pedreda

La respuesta a la pregunta de si se suelen convertir en dinero negro es: sí, sin paliativos

02 abr 2023 . Actualizado a las 09:06 h.

El tema de las propinas no se reduce a una simple calderilla. Tiene efectos tributarios o laborales. Si no, atentos a las respuestas de Carlos Cruzado, presidente de los técnicos (subinspectores fiscales) de Hacienda (Gestha):

—¿Las propinas son rendimientos de trabajo?

—Sí, y así se deduce de la ley del IRPF y del reglamento, que establece la obligación del empresario de retener por esas propinas, en la misma medida que se hace sobre el total de las retribuciones, de acuerdo con las que se prevé que se vayan a conseguir en el año.

—¿Cómo tributan?

—Fiscalmente se tratan como una retribución variable más.

—¿Cómo está controlando Hacienda esta situación para evitar que las propinas no tributen?

—La Agencia Tributaria difícilmente va a hacer alguna campaña en relación con la inclusión de las propinas dentro del impuesto sobre la renta. Se trata de pequeñas cantidades que, además, son difíciles de controlar por los ojos de Hacienda. Otro supuesto es que estas propinas se paguen con tarjeta, así sí dejan rastro.

—¿Tributan en el impuesto de sociedades?

—En el caso de las empresas, se tendrían que incluir como ingreso en el impuesto de sociedades estas cantidades, que a su vez se podrán deducir como gasto, siempre y cuando conste en el contrato de trabajo o en el correspondiente convenio. Este es el caso del denominado «tronco de propinas» que está establecido en determinados sectores y convenios. En ellos queda determinado cómo se reparte ese bote entre los trabajadores, para lo que se tendrá en cuenta su categoría. Esta situación ocurre, por ejemplo, en los bingos, casinos, etcétera.

—¿Por las propinas se cotiza a la Seguridad Social?

—En general no se consideran parte del salario y no se cotiza por ellas. No obstante, puede darse la situación de que en el convenio que regula la relación del trabajador se apunte que las propinas sí aporten a la Seguridad Social.

Tras la conversación con Carlos Cruzado, quedan algunas cuestiones en el aire como por ejemplo: ¿a cuánto ascendería la sanción para el empleador si no declara la gratificación? O ¿qué ocurriría con el empleado si hace lo mismo? El motivo de que estas preguntas no tengan respuesta obedece a que Hacienda no está controlando que las propinas tributen. ¿Por qué? Son, en la mayoría de los casos, cantidades en dinero efectivo imposibles de rastrear. Con lo cual, la respuesta a la pregunta de si se suelen convertir en dinero negro es: sí. Sin paliativos.

Es cierto que, en la mayor parte de las ocasiones, suelen ser pequeñas cantidades; pero en otras no son tan pequeñas. Cruzado apunta un detalle que tiene gran relevancia en términos laborales: a veces el salario es inferior al que se corresponde porque se complementa con las propinas.

En general, el representante de Gestha entiende que no haya un plan para controlar fiscalmente posibles fraudes. Sería demasiado esfuerzo para obtener un resultado limitado si se habla de recaudación. Defiende, en contraposición, la investigación sobre las grandes bolsas de dinero negro en construcción, rehabilitación y reformas de inmuebles, en grandes patrimonios, en el uso de criptomonedas, etcétera.

En este plan nada se dice de una estrategia en la lucha contra el dinero negro en, por ejemplo, despachos profesionales que cobran a sus clientes «sin factura», y estos pagan gustosos porque no tienen la mínima posibilidad de poder desgravar ni un solo euro por el servicio recibido. Cruzado reconoce que las compensaciones fiscales de este tipo (abrir la posibilidad de deducción por parte del usuario del servicio) afloraría economía sumergida, pero, al parecer, no cuenta con el respaldo por parte de la Administración. De nuevo, el esfuerzo no compensa los ingresos. En definitiva, que estamos hablando del «chocolate del loro», aunque a usted (creo) y a mí no nos lo parece cuando el urólogo o el ginecólogo en consulta privada le cobra —digamos— unos 150 euros.