La economía y el Congreso, principales desafíos de Lula en sus primeros cien días de Gobierno en Brasil

héctor estepa SANTIAGO DE CALI / E. LA VOZ

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio  Lula  da Silva
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva Andre Borges | EFE

El presidente brasileño viaja esta semana a China, el principal socio comercial del país

11 abr 2023 . Actualizado a las 08:11 h.

El tercer período presidencial de Lula da Silva se inició el pasado enero de forma turbulenta. Miles de ultraderechistas, simpatizantes del exmandatario Jair Bolsonaro, irrumpieron a la fuerza en las sedes del poder brasileño, marcando la vuelta del líder izquierdista al poder.

«No hay dos brasiles, el Brasil de los que votaron por mí y el Brasil de los que votaron por otro candidato. Somos una nación», insistió ayer el líder izquierdista en un artículo en el Correio Braziliense en el que repasó sus primeros cien días de Gobierno, apoyado, según encuestas recientes, por el 38 % de los brasileños, seis puntos más de los que tenía Bolsonaro en el mismo período, pero inferior al aval que logró en sus dos primeros mandatos.

Lula ha conseguido, en este tiempo, reducir la tensión. Realizó pronto una purga en los aparatos militares y policiales, «desbolsonarizando» esas instituciones. No le tembló la mano para prescindir del ya excomandante del Ejército, Julio César Arruda.

Tres meses después, el histórico acontecimiento no centra el debate público, ni siquiera tras la vuelta de Bolsonaro a Brasil. La marcha de la economía es el tema predilecto en las tertulias. Destaca el enfrentamiento entre el mandatario y el autónomo Banco Central de Brasil, a cuenta de la tasa de interés del 13,75 % que mantiene esta institución para contener la inflación, y que, según denuncia el Gobierno, está dañando la generación de empleo y el crecimiento del país. El cisma está afectando, según los analistas políticos, a la inversión extranjera. El país apenas crecerá un 1,2 % este año, según el FMI.

Lula sí ha dado pasos decisivos para restaurar los programas de asistencia social, su declarada gran «obsesión». Ha decretado el reinicio del programa Bolsa Familia de asistencia monetaria a los brasileños más pobres, y también el plan de vivienda «Mi casa, mi vida». El líder izquierdista recalcó que hay muchos «problemas heredados», pero dijo que «cien días han sido suficientes para revertir un escenario atroz».

Su principal problema es que esos decretos presidenciales dejarán de tener valor en unas semanas si el Congreso no da su visto bueno a las medidas, que por ahora los parlamentarios no han valorado. Lula no lo tiene fácil. El bolsonarismo tiene la primera mayoría en ambas Cámaras, el progresismo es minoría y el mandatario izquierdista ha basado su gobernabilidad en un «gran bloque» de legisladores centroderechistas que apoya su gestión. El actual bloqueo del Congreso está motivado, en parte, por la disputa entre los presidentes de la Cámara de los Diputados y del Senado por controlar la agenda legislativa, pero, aún solucionándose esta situación, Lula tendrá que luchar contra viento y marea para aprobar cada ley.

Ante los problemas en casa, el mandatario está intentando elevar el perfil internacional del país. Viajó pronto a Argentina y EE.UU., dos países claves con los que las relaciones se habían resentido durante el mandato de Bolsonaro, y viaja esta semana a China, el mayor socio comercial de Brasil y que el presidente ha puesto en el eje de su política exterior.

Lula firmó un acuerdo con Pekín, para usar sus monedas en las transacciones bilaterales, evitando el dólar, algo que levantó críticas en Washington. También fueron reprobadas sus palabras sobre la guerra de Ucrania. El mandatario brasileño dijo que Kiev debería olvidarse de mantener Crimea como base para negociar. De la guerra hablará este viernes en su reunión con Xi Jinping. Lula quiere que su país sea clave en la solución al conflicto, haciendo equilibrios entre EE.UU. y Rusia, una posición mucho más difícil de mantener ahora que hace 20 años.