Carlos III, coronado bajo el agua en una ceremonia que aunó tradición con toques de modernidad

Juan Francisco Alonso LONDRES / E. LA VOZ

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El famoso clima inglés restó brillo a una puesta en escena majestuosa. Así contamos la coronación, minuto a minuto

06 may 2023 . Actualizado a las 21:50 h.

Carlos III ya es el monarca número 40 coronado en la célebre Abadía de Westminster, tras unos actos que se han visto parcialmente deslucidos por el no menos famoso clima inglés. La pertinaz lluvia que este sábado cayó sobre Londres obligó a reducir drásticamente el desfile aéreo con el que las Fuerzas Armadas querían ponerle el broche de oro la ocasión.  

El Ministerio de Defensa había dispuesto que 60 aeronaves, entre ellas los icónicos cazas Spitfires y los bombarderos de Lancaster que batallaron contra los nazis en la II Guerra Mundial, sobrevolaran el Palacio de Buckingham. Al final el pasaje aéreo solo duró dos minutos y en él apenas participaron unos helicópteros y el grupo acrobático de la Real Fuerza Aérea, los Red Arrows (Flechas Rojas). 

 Aunque el sol no se dejó ver, miles de británicos pertrechados con paraguas y chubasqueros colmaron las calles del centro de Londres para seguir los dos vistosos desfiles militares que tuvieron lugar con motivo de la coronación y otros tantos se agolparon ante las pantallas gigantes instaladas en los parques de St. James y Hyde Park para seguir la ceremonia religiosa.  

Como un reloj 

 El Reino Unido volvió a dar al mundo otro ejemplo de precisión y fastuosidad, en un intento por dejar en claro que sigue siendo un actor internacional de relevancia. A las 10:20 hora local (11:20) los reyes Carlos y Camila salieron del Palacio de Buckingham en la carroza del Jubileo de Oro tirada por seis caballos, al son de los acordes del himno nacional (Dios salve al rey) que interpretó una de las 19 bandas militares que participaron en los actos.   

40 minutos después, tal y como estaba previsto, los soberanos llegaron a la Abadía, donde los esperaban su familia, nobles, cien dignatarios extranjeros, dirigentes políticos y religiosos, así como las celebridades y los activistas que conformaban la lista de 2.200 invitados a presenciar la milenaria ceremonia dentro del también milenario templo. El diario The Independent aseguró que a los convidados se les advirtió que de que no había suficientes baños en el recinto y que a partir de las 10 de la mañana no se les permitiría dejar sus sillas, para que tomaran previsiones. 

 Como se anunció la ceremonia trató reflejar la multiculturalidad del Reino Unido actual. Así el primer ministro Rishi Sunak, hijo de inmigrantes indios y quien profesa el hinduismo, leyó la primera lectura; luego una mujer obispo, Sarah Mullally, leyó el evangelio y un coro góspel cantó el Aleluya. Dos mujeres negras portaron en la procesión dos de los tesoros reales (el orbe y el cetro). Asimismo, al momento de colocar la corona de San Eduardo a Carlos III, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, estuvo acompañado por representantes de otras confesiones cristianas.  

 Sin embargo, otros ritos milenarios se mantuvieron intactos. Carlos fue presentado como monarca, tal y como se viene haciendo desde el tiempo de los reyes anglosajones; se sentó en un trono que tiene más de siete siglos; y el momento de la unción con los óleos sagrados tampoco fue retransmitido. 

 Los aspectos polémicos 

 La asistencia, sin su esposa e hijos, del príncipe Enrique, el vástago menor del monarca, acaparó la atención de la prensa. Los medios no pasaron por alto que fue el único miembro de la familia real que vistió de civil y que fue sentado en la tercera fila. El polémico príncipe Andrés, duque de York, quien como Enrique no se desempeña un rol activo para la Corona sí acudió al acto con capa. 

Precisamente Andrés, cuyos nexos con el pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein le han costado sus funciones públicas, fue abucheado a su salida de Buckingham. Algo similar sufrieron los reyes a su paso por Trafalgar Square, donde un grupo de antimonárquicos realizó una bulliciosa manifestación. 

Carlos III lució serio casi toda la ceremonia y solo esbozó una sonrisa cuando su esposa, Camila, fue coronada y pasó ante él haciendo una reverencia. La imagen de la nueva reina ya coronada no sentó bien a muchos británicos, quienes usaron la etiqueta teamdiana, para expresar su disgusto en las redes sociales. 

La controversia que desató la ocurrencia del arzobispo de Canterbury de invitar a los británicos, donde quiere que estuvieran, a jurarle lealtad al monarca obligó a los organizadores del evento a realizar un cambio de última hora. Así, el juramento fue reescrito. Y aunque en la Abadía y en las inmediaciones de Buckingham, donde estaba la multitud, sí resonó el «yo juro», según se apreció en las imágenes de BBC, en la calle la realidad fue otra. La Voz de Galicia siguió la ceremonia desde un tradicional pub en el sur de Londres y observó que, salvó algunos jubilados, el grueso de los presentes guardaron silencio y se reservaron para el momento de gritar: «Dios salve al rey».