La actriz Carme Elías sobre su alzhéimer: «Cuando lo que llamamos conciencia ya no esté conmigo, quiero desaparecer»

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David Oller

Un diagnóstico demoledor para no haber cumplido 70. La actriz, recientemente reconocida con la Medalla de Oro de la Academia del Cine, acaba de publicar «Cuando ya no sea yo», donde narra con realismo y dureza cómo se enfrenta a la enfermedad

14 may 2023 . Actualizado a las 10:22 h.

«A mi amigo Al no se le nota. No es ruidoso y no duele, no te parte el corazón y no te deja el cuerpo dolorido ni la autoestima en la basura. Es muy discreto. Simplemente te va abandonando de puntillas: un día se lleva una muda, otro día algún abrigo, otro día calcetines y así hasta que el armario se quede vacío. Solo con la estructura». Así describe Carme Elías (Barcelona, 1951) el alzhéimer que padece desde hace más de tres años. Con aceptación, tirando de ironía y tratando de rascar todo que puede a su memoria, la actriz narra su experiencia ofreciendo un testimonio sincero y lleno de vida sobre el día a día de su dolencia y los episodios más memorables de su biografía más íntima en Cuando ya no sea yo.

Hacía tiempo que la popular actriz sentía una cierta inseguridad ante las cámaras, algo parecido al miedo, incluso en el teatro, un terreno en el que se mueve, movía, como pez en el agua. Pero minutos antes de entrar en acción le sobrevenía una emoción vertiginosa que le aceleraba el corazón como si se tratara de un estreno, cuando en realidad era una función de sobra conocida. En aquel momento, su vida personal era muy hermosa, y la posibilidad de que esas pérdidas de memoria y esa especie de pánico escénico exarcebado fueran producto del estrés «no la tranquilizaba».

Le pasó en el 2017, durante el rodaje de Quién te cantará, de Carlos Vermut, cuando experimentó situaciones que nada tenían que ver con lo vivido hasta entonces. Visitó toda clase de especialistas y se hizo pruebas de todo tipo. «Psicólogos y neurólogos escuchaban atónitos mi relato, mientras que las pruebas confirmaban que todo estaba bien. Me recetaron tranquilizantes para sobrellevarlo».

Le volvió a pasar en el 2019, mientras trabajaba para Claudia Pinto, una gran amiga suya, en Las consecuencias. Llegó la hora de rodar un monólogo intenso y emocionante, y al no conseguir verbalizar el texto entero, que tampoco recordaba bien, tuvieron que desmenuzarlo en pequeños bloques para salvar la situación en pantalla. Sin embargo, esos primeros fallos de Carme no despertaron alarmas para los que estaban allí. «El monólogo era largo, complejo, y requería mucha concentración. Pero había algo extraño. No conseguía decir el texto en el orden correcto. Al cambiar el orden de las frases se alteraba el contenido, pero Carme no era consciente hasta que yo cortaba la toma y pedía un nuevo intento», señala la directora. Como relata en el libro, tomaba muchas, «demasiadas», precauciones justo antes de entrar en escena. «Confieso que también recibía ayuda con una discreción absoluta, entre cajas, o sea, sin que fuese visible para el público (...). La regidora también centraba su atención en cómo me sentía yo sobre el escenario».

El mundo gritaba: «¡Estrés!», pero ella sabía que no era eso, a pesar de que los médicos seguían sin ver nada raro. Hasta que después de un largo recorrido, señala Carme, llamando a la puerta de muchos profesionales, llegó el diagnóstico: «Alzhéimer, más bien principio de alzhéimer». «El golpe fue demoledor —señala su hermano pequeño Joan, que desde entonces se ha convertido en su guardián—. De todas formas antes de volver a casa fuimos a celebrarlo tomando una cerveza en una de esas plazas de Gràcia tan llenas de gente. A brindar por saber, por fin, qué era lo que le pasaba». Confiesa que la primera sensación que le salió fue de descanso. Aunque después de «ese aparente alivio», llegó «el llanto y el crujir de dientes». Para ella, que se había imaginado interpretando a ancianas en los escenarios, fue un mazazo en toda regla. Se paralizó su vida profesional, se vio obligada a dejar de ser actriz, y el alzhéimer se apoderó de su existencia. «Poder ponerle nombre a lo que experimentaba fue un consuelo, pero es un nombre aterrador. Sabes lo que te espera».

Es consciente de que Al, como llama a su amigo —prefiere no convivir con los enemigos— le tiene ganada la partida, pero mientras pueda verlo, sentirlo o entenderlo, quiere mantener una relación cordial con él. «Convivo con Al de una forma amigable y nuestro romance parece que no solo va a ser duradero, sino definitivo. Estamos atados por su gran amor hacia mis células. Es un amante obsesivo», dice Carme, que asegura que, aunque estos primeros años la enfermedad haya avanzado muy lentamente, sabe que llegará un momento en que la engulla del todo.

Ella, que ha trabajado mucho por ser sincera, por ser verdadera en el escenario, fue consecuente con su forma de pensar cuando decidió hacer público «su secreto». Lo hizo en el Film Fest de Barcelona el año pasado. Después de consultarlo con su círculo cercano, decidió revelar su situación. Le cuesta recordar los detalles de aquel día, aunque tiene una sensación de libertad consigo misma, y cree que fue una buena decisión. «Anunciar que tengo alzhéimer fue mi gran éxito profesional (...). No fue fácil, le di muchas vueltas (...) Pero es una manera de normalizar la enfermedad». Pero antes de hacerlo público, se fue a Valencia a contarle a Claudia Pinto, lo que le pasaba, y en ese preciso momento comenzó el rodaje de la película documental sobre su convivencia con su amigo Al. Su último trabajo, Aquí, ahora.

GUARDA UNA ESPERANZA

En este libro de memorias, que escribe a la par que la suya se desvanece, es un viaje por su vida. Aunque lo que más le cuesta recordar es el presente más inmediato, y no tanto el pasado, tira de diarios escritos en diferentes etapas para volver a su infancia, junto a sus padres Josep y Conchita, y sus hermanos Josep María, que tiene una historia de vida que le ayuda a seguir adelante y Joan, su sombra; a ese teatro de aficionados que le prendió la espinita de la interpretación; a sus inicios, cómo se formó en el Institut del Teatre —mientras seguía trabajando en un banco por las mañanas—; a sus comienzos en la televisión y en Madrid; y también de esa oportunidad en Camino (2008), que le valió el Goya a Mejor Actriz Protagonista; al amor, y al desamor, porque tardó mucho en recuperarse cuando su gran amor se fue sin decir adiós.

Es consciente de que no es fácil tratar con ella, tiene opinión y «sigue siendo muy terca». Ya no controla lo de repetirse, y mira con frecuencia el calendario para saber qué día es. No quiere que su familia esté todo el día pendiente de ella, pero a la vez sabe que es inevitable, aunque de momento solo tiene una persona que está pendiente de que se tome la medicación. Cocina, va al mercado con lista (las tiene para casi todo), y aun así es inevitable que vuelva con algo que ya tiene, sale a la calle con Niva, su perrita, y acude a pilates dos veces por semana. Sin embargo, pasa mucho tiempo recluida en casa, donde más segura se siente, y donde se atonta con la tele. Su vida ahora mismo es una mezcla de drama y comedia, ya que cuando presiente las lágrimas recurre al humor. Y si algo tiene claro es que quiere «desaparecer» del mapa en el momento oportuno. «Cuando lo que llamamos conciencia ya no esté conmigo», señala la actriz, que tiene la esperanza puesta en una muerte digna, y confía en que su decisión sea irrevocable.