Dani y Ana, pareja y hermanos por parte de padre: «Intentamos que esto no pasara, pero llegó un momento en que no podíamos frenarlo»

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Sabían de la existencia el uno del otro, y un día se pusieron cara, entablaron una bonita amistad, que con el tiempo se transformó en amor. Ahora, con dos niños en común, se quieren casar, pero la ley no lo permite

21 may 2023 . Actualizado a las 13:00 h.

A veces el amor no se busca, pero te encuentra. Y cuando llega, es muy difícil frenarlo. «Y más cuando no hay una razón ni haces daño a nadie». Dani y Ana intentaron no sentir lo que sentían el uno por el otro, pero no lo consiguieron. Optaron por tirar pa´lante como una pareja más a pesar de ser hermanos por parte de padre. Un vínculo que, en la práctica, nunca fue tal. Nunca se sintieron, ni se sienten, hermanos.

 Ana vivía con su madre en Granollers. Sabía que su padre, que la abandonó con cuatro meses, había rehecho su vida, y que por esa parte tenía un hermano. Hacía tiempo que manejaba esa información, pero un día le entró la curiosidad por ponerle cara. «A través del Facebook de un amigo le agregué para stalkearlo (cotillear), mirar qué cara tenía, qué edad tenía, cómo se llamaba... Y a los dos o tres días dije: ‘Voy a dar la cara, lo agregué desde mi cuenta’», señala Ana, que no le habló hasta un tiempo después. «Un día vi que había aprobado el carné de conducir, y pensé: ‘Venga, voy a escribirle’. Le puse ‘felicidades’, le dije quién era y empezamos a mantener contacto».

Dani también sabía de la existencia de Ana. «Nunca me la negaron, pero tampoco es que le hubiéramos dado mucha importancia. Yo tenía mi familia, mi madre, mis hermanos (tengo tres por parte de madre). Ella me escribió y me dijo si sabía quién era, y yo por los apellidos, pensé en algún primo lejano... No caí, y tampoco pensé que se fuera a poner en contacto conmigo, no me lo esperaba. Cuando me dijo: ‘Soy tu hermana’, a mí me impactó de primeras, no fue rechazo, me dio curiosidad».

Empezaron a cruzarse mensajes, a interesarse... Eran dos hermanos que desconocían todo del otro, no sabían ni cómo se llamaban sus respectivas madres. Un día decidieron quedar para verse, porque aunque llevaban toda la vida viviendo en la misma localidad, nunca se habían cruzado. En ese momento, «el secreto» solo lo conocían ellos. «Yo le pedí que no le dijera nada a nuestro padre», dice Ana. «Y yo lo entendía perfectamente», interrumpe Dani. En ese primer encuentro les dio por reír, se rieron mucho, la situación no era para menos. Se pusieron al día, y fueron estableciendo una relación de amistad. Prácticamente por WhatsApp, aunque cada tres meses hacían por verse. «Era un poco forzado, pero ya que nos conocíamos, no íbamos a perder el contacto», señalan.

Cuando se conocieron Ana tenía una pareja, con la que ya llevaba un tiempo, y con la que se fue a vivir muy cerca de la casa de la madre de Dani. «Salía de trabajar, me pasaba por su piso, cenábamos... Empezamos a contactar un poco más», dice él. Dos años después Ana puso fin a esa relación. No fue por Dani, simplemente, la cosa no iba bien. Eso propició que empezara a tener más tiempo libre, un cambio en sus rutinas... y «es ahí cuando se acercó a Dani». Comenzaron a compartir amigos, él le presentó a los suyos, ella también, y aunque Ana había regresado a casa de sus padres, a los pocos meses se independizó de nuevo. «Como vivía cerca de su trabajo, prácticamente cada noche venía a cenar, a ver pelis... Casi siempre estaba en mi piso, que era de cuatro habitaciones. Los gastos me atropellaban, y dijimos: ‘Si solo vas a estar en tu casa para ducharte, mejor compartimos piso’. Empezamos a hacerlo todo prácticamente juntos, excepto el trabajo y poco más». 

COMPAÑEROS DE PISO

Eran compañeros de piso, cada uno tenía su habitación, incluso Dani por aquel entonces tenía una pareja, aunque la relación no acabó cuajando, y cuando se quedaron los dos solteros, de algún modo, se liberaron. Ana accedió a conocer a su padre —«al padre de Dani», como lo llama—, que en esa época ya se había enterado y no paraba de hacer preguntas. «Lo hice para quitarle un peso de encima a Dani, porque, al final, estaba haciendo de intermediario de una historia que no le tocaba. Decido conocerlo para quitarle esa presión, pero todo quedó igual. Si lo tengo que ver un día, con cordialidad, es el padre de mi pareja, y ya está».

La convivencia siguió su curso, empezaron a coger rutinas, a salir juntos los fines de semana, a compartir fiestas barbacoas... «Algo se fue creando sin nosotros darnos cuenta, nos fuimos habituando el uno al otro, a necesitarnos....», señala Dani. Y una noche tuvo un impulso y le salió besarla. «Ella se quedó parada, como que lo dejáramos pasar, que volviéramos con los amigos, que no sé qué ha pasado....», continúa. Precisamente, los amigos estaban de vuelta con esta historia. En varias ocasiones les habían hecho ver que tenían una relación muy rara, que era de todo, menos de hermanos... Pero ese gesto abrió una brecha. «Al rato volví —señala Dani—. Y ella me correspondió». No fue hasta la mañana siguiente cuando hablaron de lo sucedido. «¿Qué pasó? No puede pasar, no es moral —cuenta Dani sobre lo que se dijeron aquella mañana—. Todo esto por lo que nos inculca la sociedad porque nosotros el vínculo de hermanos no lo teníamos. Pero digamos que nos regimos por unas normas, y aunque no lo sientas, sabes que hay eso, y fue un poco ‘qué hemos hecho’».

Pasaron unos meses intentando que no volviera a ocurrir, pero la realidad es que cada vez iba ocurriendo más a menudo. La distancia les duró poco. Un amigo se mudó a Londres con una chica y se fueron a verlo. «Antes de ir yo pregunté: ‘¿En calidad de qué vamos? ¿Tenemos que seguir siendo hermanos?’», recuerda Ana. Él les aseguró que la chica estaba al tanto de todo, y que no le había dado la más mínima importancia, así que ellos tampoco se la dieron. «Fue la primera vez que pudimos ser una pareja en la calle. Estuvimos tan bien... Fuimos tan felices... que cuando volvimos, dijimos: ‘Vamos pa´lante’», señala Ana.

Tenían claro que eso era lo que querían, y también que no iban a vivir toda la vida ocultándolo, viviendo una mentira, y en vez de ir uno por uno contando lo que ha pasado, decidieron ir a la tele. Obviamente, su círculo más cercano, sus amigos, ya lo sabían. «Nos decían: ‘Si estáis bien, a gusto, sois buenas personas, os cuidáis, os habéis conocido hace tres años... ¿Qué culpa tenéis vosotros de que vuestro padre tuviera la cabeza loca, fuera para un lado y después para el otro?». Y se dejaron llevar por sus sentimientos, que a día de hoy nueve años después siguen intactos.

 QUIEREN CASARSE

Tanto Ana como Dani insisten en que no quieren hacer bandera de la situación ni les parece lo más natural del mundo, simplemente cuentan que es lo que les ha tocado vivir. «Fuera de contexto suena raro. Nosotros no estamos proclamando que se legalice el amor entre hermanos ni nada, yo entiendo que dos hermanos que se han criado juntos, que han convivido, y eso... pues yo tampoco lo veo normal», dice Dani sobre los inconvenientes que tienen para formalizar esta relación. «Nosotros lo único que queremos es que se nos califique como familia, más que nada por los derechos, las coberturas a nuestros hijos en caso de que nos pase algo...». Dani no cree que la solución pase por cambiar la ley. «Si la cambian por un caso en concreto, que somos nosotros, van a permitir que todo el mundo, en otras circunstancias puedan hacerlo, y creo que cada caso es particular. Nosotros no creemos que dos hermanos que se hayan criado juntos deban casarse, no sé lo que se podría hacer. Estamos reconocidos como núcleo, porque tenemos un libro de familia, pero en cuanto a derechos legales no tenemos nada», explica. Antes de tener descendencia tomaron mucha precauciones, se informaron, e incluso estudiaron otras posibilidades por si finalmente no podían tener hijos de manera natural. Por suerte, los análisis concluyeron que no tenían ninguna enfermedad genética recesiva, el mayor riesgo, y hace cinco años vieron completada su felicidad, con la llegada de su hija, que hace tres se convirtió en hermana mayor. El mayor ejemplo de que el amor puede con todo.