Las nuevas guerras de espionaje

Calder Walton FOREIGN AFFAIRS

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

María Pedreda

China y Rusia utilizan las agencias de inteligencia para atacar a Estados Unidos

23 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La Guerra Fría nunca terminó. Así, al menos, es como lo ve el presidente de Rusia, Vladimir Putin. El ejemplo más claro de que el Kremlin continuó su titánica lucha contra Occidente incluso después de que la Unión Soviética colapsase se puede ver en las actividades de los servicios de seguridad e inteligencia de Rusia. En sus operaciones y en el férreo poder que ejercen sobre la sociedad rusa, han continuado desde donde lo dejó la inteligencia soviética. Desde el año 1991, estas agencias han estado dirigidas por una estrategia de revancha para que Rusia vuelva a ser gloriosa y para echar abajo el orden internacional liderado por Estados Unidos tras la Guerra Fría. La guerra de Putin en Ucrania es la conclusión sangrienta de esa estrategia.

China también está tratando de cambiar el resultado de la Guerra Fría. Con la alianza «sin límites» proclamada en vísperas de la invasión rusa de Ucrania, Putin y el líder chino, Xi Jinping, están tratando de revolucionar el sistema internacional, y para ello se están apoyando en sus órganos de inteligencia. Las agencias de espionaje pueden hacer lo que otras secciones del gobierno no: llevar a cabo una política exterior no declarada. Tanto la inteligencia rusa como la china lo han hecho para conseguir sus objetivos, aprovechándose de Estados Unidos mientras estaba distraído por la «guerra contra el terrorismo» para dañar la seguridad nacional del país, atacar las democracias de Occidente y conseguir los máximos secretos científicos y técnicos.

Los servicios de inteligencia rusos se ven a sí mismos como los herederos directos de la KGB. Aunque se disolvió en el año 1991, muchos de sus antiguos agentes y todas sus técnicas, métodos, archivos e incluso agentes en Occidente pasaron a formar parte del nuevo sistema de seguridad de Rusia, ahora conocido como el FSB, y al servicio de inteligencia exterior, el SVR. Años después de que la Guerra Fría terminase, la inteligencia rusa continuó. Era el negocio habitual para Rusia. El primer director del SVR, el veterano de la KGB Yevgueni Primakov, siguió con las tradiciones de coerción y chantaje de la agencia de inteligencia soviética, tácticas de las que él mismo había sido víctima cuando era joven. Según el material conocido de los archivos de la KGB, Primakov había sido chantajeado para que sirviera en la agencia mientras trabajaba como periodista en Oriente Medio en la década de los sesenta. El padre fundador del FSB, Rem Krassilnikov, también estuvo en la KGB y era un gran creyente comunista; su mujer se llamaba Ninel, que es Lenin al revés. Según un desertor del FSB que trabajó con Krassilnikov en la década de los noventa, la agencia utilizó los mismos manuales de entrenamiento que la KGB, pero sin las secciones ideológicas sobre el comunismo.

Luego está el propio Putin, cuya experiencia en la dirección de la inteligencia exterior de la KGB dio forma a su carrera política. Putin fue testigo de cómo se desintegraba el imperio soviético. Fue, como dijo más tarde, la mayor catástrofe del siglo XX. Putin se llama a sí mismo Chekist, en honor a la policía secreta soviética, la Cheka, y tenía una estatua de su fundador, Felix Dzerzhinsky, en su despacho cuando fue director del FSB. Aun hoy, Putin camina con el andar de un pistolero del FSB, con la mano izquierda en movimiento pero con la derecha inmóvil, para que todo el mundo sepa que está entrenado.

Como muchos rusos, Putin sufrió algo parecido al síndrome del miembro fantasma desde que colapsó la Unión Soviética. Como resultado, en la década de los noventa, costó poco convencerlo de que la OTAN era, por definición, hostil a Moscú. La inteligencia soviética solía llamar a Estados Unidos «el principal enemigo». En los noventa, los servicios de inteligencia rusos fueron más agresivos con Estados Unidos de lo que lo había sido la KGB.

A finales de los noventa, el SVR utilizaba internet para difundir desinformación para desacreditar a Estados Unidos. Los agentes que estaban en el país bombardearon los medios de comunicación estadounidenses con temas de la propaganda soviética, incluida la agenda racista secreta del gobierno de Estados Unidos y su desarrollo ilegal de armas biológicas.

La inteligencia estadounidense tampoco estaba sentada de brazos cruzados. Mientras la economía rusa iba hacia abajo a finales de los noventa, la CIA convenció a reclutas rusos para que los traicionaran, por dinero, lo que afectó a las operaciones de espionaje de Moscú contra Occidente. Pero luego vino el 11 de septiembre.

Al principio, parecía que la guerra contra el terrorismo podría ser una oportunidad para volver a comenzar, una ocasión para una mayor cooperación de inteligencia entre Estados Unidos y Rusia. Después de su primer encuentro con Putin en el 2001, el presidente George W. Bush dijo que había sido «capaz de tener una idea sobre su alma» y pensó que podía confiar en él. Los servicios de inteligencia rusos cooperaron al principio con Estados Unidos contra el terrorismo. Pero según los agentes de la CIA, la luna de miel del espionaje entre los dos países tras el 11 de septiembre fue corta y dio paso a una era de agresión rusa clandestina. Mientras, Washington miraba para otro lado. Durante el tiempo que duró la guerra contra el terrorismo, el gobierno estadounidense invirtió grandes recursos en esta lucha, a expensas de los esfuerzos para hacer frente a las amenazas de las potencias emergentes, como Rusia y China.

Como Rusia, China también sacó partido de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos. Según agentes de la CIA con gran experiencia con China, el principal servicio de inteligencia civil de Pekín, el Ministerio de Seguridad del Estado, declaró la guerra a la inteligencia estadounidense en el 2005. Desde entonces, mientras Washington estaba en su lucha contra el terrorismo, este ministerio lanzó sus mejores recursos y agentes contra el gobierno y las corporaciones de Estados Unidos, robando tantos secretos científicos y técnicos como fuera posible para impulsar la economía de China y su poder militar.

 Las nuevas armas de otra guerra fría con Rusia y China

Durante la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética industrializaron la recopilación de inteligencia, utilizando ordenadores para atacar la criptología la una de la otra. El espionaje fue desde la tierra hasta lo más profundo del mar, a la estratosfera y luego al espacio. Hoy, los gobiernos de Occidente están en una nueva guerra fría con Rusia y China que está transformando de nuevo la naturaleza del espionaje. Esta nueva guerra no es una repetición de la última, pero tiene puntos en común.

Lo que necesitan ahora los gobiernos de Occidente es imaginación cuando se trata de recopilación de inteligencia. Eso es lo que llevó a la CIA a crear aviones que podían espiar tras el telón de acero cuando otros métodos eran imposibles. Hoy se necesita una imaginación similar en áreas a la vanguardia de la seguridad nacional, incluida la recopilación de inteligencia de código abierto, el uso del aprendizaje automático y la inteligencia artificial, así como la computación cuántica. Estas serán las armas de la Guerra Fría que se libra este siglo y las que determinarán el resultado.

Calder Walton es historiador. © 2023 Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.