Francisco Cristino Agudo: «Un tercio de las parejas divorciadas tienen relaciones sexuales tras romper»

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Eso no significa que haya una reconciliación real. «Con lo que cuesta dar ese paso, no es fácil darse una segunda oportunidad», dice el autor de «Divorcio difícil y maltrato emocional». «Hay niños que animan a sus padres a separarse porque necesitan un ambiente de paz», añade

26 jul 2023 . Actualizado a las 09:27 h.

Francisco Cristino Agudo habla desde la experiencia. Su trabajo como psicólogo de los Servicios Sociales de la Diputación de Huelva le ha llevado a analizar los problemas de pareja que trata a diario, sobre todo, cuando hay menores de por medio. Y lo hace a través del libro Divorcio Difícil y Maltrato Emocional. Un título que ya hace presagiar cuál es el día a día de este experto.

—¿Todos los divorcios son difíciles?

—No. Para las relaciones que están muy deterioradas y hay mucho conflicto, el divorcio ha sido una conquista social importante. Y permite que determinadas problemáticas familiares se puedan ordenar y gestionar de otra manera. Hay una parte de esos divorcios que son difíciles. Es más fácil que sea así si hay niños.

—¿Qué se entiende, entonces, por divorcio difícil?

—Cuando el conflicto se enquista y los progenitores son incapaces de proteger a los hijos. El conflicto conyugal se extiende, se polariza mucho y los padres no pueden atender bien y sensibilizarse con el dolor de los hijos. Hay una tarea muy difícil en los divorcios, que es marcar y poner distancias en la relación de pareja. Pero, al mismo tiempo y de forma paradójica, hay que acercarse y hacer equipo de padres más que nunca por el bien de los hijos.

—¿En todos los divorcios difíciles hay maltrato emocional hacia los niños?

—Los padres están casi secuestrados por ese conflicto emocional y les impide proteger a los hijos. Es decir, ser sensibles con ellos, poderlos escuchar, poder mantener el vínculo con ellos... Se deberían marcar unas líneas rojas de protección a la parte más vulnerable. Si no se hace eso, se les daña.

—¿Qué tipo de daños en el menor te encuentras en los casos más complejos?

—Puede ser que uno de los hijos se limite solo a tener relación con un progenitor. Probablemente, al que ve más débil, y rechaza el contacto con el otro perdiendo ese vínculo. También puede suceder que los hermanos se dividan, uno se vaya con mamá y el otro, con papá. El sistema fraternal, de los hermanos, termina dividido y fracturado. Y en los dibujos que hacen lo exponen. Otro de los posibles daños es que estén continuamente intermediando y amortiguando el conflicto, ejerciendo un papel que no les corresponde. Se convierten en unos mediadores increíbles, pero se les roba su infancia o su adolescencia. Y así podría seguir enumerando. Estos son los que me vienen a la mente porque los vivo en el día a día.

—¿Qué puede hacerles más daño, un divorcio difícil o vivir en un conflicto permanente de la pareja?

—A veces, los padres no se atreven a dar el salto hacia la separación, pero hay un conflicto enconado y abierto muy tremendo. También hemos tenido situaciones de este tipo donde el daño para el menor es terrible. Normalmente, los niños no quieren que se separen sus papás, pero hemos llegado a tener casos donde son ellos mismos los que les proponen a sus padres que se separen. ¿Qué es lo que quieren encontrar esos niños cuando animan a sus padres a separarse? Pues un ambiente de paz. Ahora, la siguiente pregunta es, ¿si se da el paso de la ruptura y se formaliza, se resuelve el conflicto y el problema? No. Porque en el divorcio difícil deberíamos resolver cuestiones emocionales, que no están resueltas. Digamos que ayuda a poner un poco de orden y de paz, pero no resuelve el conflicto.

—A lo mejor nunca se resuelve.

—Puede que las heridas queden abiertas, pero lo que nos interesa es que el conflicto se pueda acotar, que quede reducido a la pareja y no se amplifique hacia los hijos. La sociedad ha construido algunos mitos en torno al divorcio, y uno de ellos es que con él, por fin, se resuelve la conflictividad. No es verdad eso.

—¿Un divorcio complicado puede ser tan difícil como perder a un familiar?

—Puede llegar a ser más difícil porque en los casos de duelo, la comunidad lo acompaña y lo apoya en esa pérdida. Hay una serie de rituales y reconocimientos. En cambio, cuando hay un divorcio puede haber un conflicto muy ampliado y con mucha polarización, en la que se pueden perder hasta los amigos. Porque unos amigos se posicionan hacia un lado, y otros, hacia el otro. La familia, también. Los hijos terminan divididos... No me parece que sea más fácil que la pérdida de un ser querido. Aunque no digo que sea así en todos los casos, hay casos de duelos muy difíciles también.

«Según las estadísticas, una pareja dura de media 15 años»

—¿Hay más mitos en torno a los divorcios?

—Sí, que se resuelven en seis meses. En la pérdida de un ser querido, la Asociación Americana Psiquiátrica establece, al menos, dos años para superar un duelo. No es así en el caso de los hijos, que es mucho más difícil. Pero, en cambio, el divorcio mejor llevado cuesta arreglarlo y gestionarlo bien cinco años si hay hijos. Ordenar la vida, el patrimonio, las visitas de los niños, las responsabilidades... gestionar todo eso y superar la cadena emocional pueden ser cuatro o cinco años en el mejor de los casos.

—¿Qué cuesta más repartir los bienes o la luchar por la custodia?

—Aquí igual tengo cierto sesgo y no puedo ampliar mucho la perspectiva porque en los Servicios Sociales lo que nos llegan son divorcios difíciles con pocos recursos económicos. Y cuando hay pocos recursos, no hay mucha pelea por el patrimonio. Pero entiendo que cuando hay gente con dinero, el conflicto por el patrimonio puede durar años. No sé si más que en el caso de los hijos, que es lo que me preocupa. Puede haber casos muy difíciles en cuanto al patrimonio, pero, lo que me parece más difícil y lo que crea un horizonte catastrófico para los hijos, es que ese conflicto se encone durante años.

—¿Por qué se divorcia la gente?

—A mí me parece que es por causas de comportamiento, como que haya una determinada infidelidad, que se haya deteriorado la convivencia o que haya un trastorno mental. Habría que entender primero el desafío que comporta la relación de pareja y lo que se le pide ahora mismo. El cúmulo de expectativas en torno a lo que la pareja puede proporcionar es muy grande. Ahora hay más libertad, pero también se ha impuesto que un cúmulo de expectativas muy grande y muy pesadas, que exigen una gestión buena y no es fácil. Y además, que se renueve cada cierto tiempo. Y también es verdad que la pareja tiene el reto de incorporar la movilidad laboral, que es un desafío para la convivencia en pareja.

—¿En qué franja de edad se acumulan más divorcios?

—Creo que está en la década de los 40 a los 50. Se habla de una media estadística en torno a los 15 años lo que puede durar una pareja. Habrá quien dure 20 o 22 y habrá quien dure 7. Si las parejas se unen mayoritariamente a los 28, 29, 30, 31 o 32 años, es razonable pensar que entre los 40 y los 50 es cuando más hay.

—¿Hay un alto índice de parejas divorciadas que se reconcilian?

—Yo no creo que las parejas se recomponga. Es verdad que algunas se dan segundas oportunidades y que un tercio de las parejas divorciadas pueden tener relaciones sexuales, pero con lo que cuesta dar ese paso, no creo que sea fácil darse una segunda oportunidad. Me he encontrado con algunas parejas que sí lo han intentado, pero al cabo de un cierto tiempo esa segunda oportunidad tampoco ha sido bien gestionada.

—¿Cómo se sabe que se ha afrontado bien un divorcio?

—Hay una época difícil que yo le llamo época volcánica. Son los dos primeros años en los que los que hay más conflictividad y se crean sentimientos que son necesarios para poner distancia como el odio, el coraje y demás. Si esta fase necesaria se pasa y se transita hacia otro lado, se va remontar la relación de forma mejor gestionada. Y puede haber casos de parejas que puedan llegar a tener una relación de amistad y cercana. Incluso puede haber una mejor comunicación entre ellos que cuando convivían juntos. La pareja se convierte en una especie de equipo para la crianza de los hijos.