Tim Gurner, otro millonario de lengua alegre

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Este empresario australiano de la construcción y uno de los hombres más ricos de su país, sorprendió a todos cuando dijo en un congreso del sector que el paro tendría que aumentar un 50 % para que los trabajadores experimentasen sufrimiento y valorasen la importancia de tener un puesto

25 sep 2023 . Actualizado a las 14:06 h.

Por la boca muere el pez. En este caso, uno gordo. Al menos en lo que a ceros en la cuenta corriente se refiere. Harina de otro costal es la sensibilidad o lo acertado de las conexiones neuronales. No es la primera vez que Tim Gurner, empresario australiano de la construcción de 41 años y uno de los hombres más ricos de su país con una fortuna estimada en más de 550 millones de euros, saca la lengua a pasear y se gana por méritos propios la calificación de bocazas del año. O al menos del momento, que al 2023 todavía le queda cuerda y andan las bocas flojas.

A saber: dijo Gurner —propietario de un imperio constructor allá en su país— en un congreso inmobiliario que el paro tendría que aumentar entre un 40 y un 50 % (en Australia no llega al 4 % y eso supondría dejar en la calle a cientos de miles de trabajadores). Eso, y que se necesita «ver dolor». «Hay que recordarle a la gente que trabajan para el empresario, no al contrario […] Se ha producido un cambio sistémico y ahora los trabajadores creen que el empresario debería sentirse muy afortunado de tenerlos, en vez de a la inversa. Es una dinámica que tiene que cambiar. Hay que acabar con esa actitud, algo que llegará a través del daño».

Y todo por culpa de la pandemia. Que los volvió «arrogantes». «El problema es que la gente decidió que no quería trabajar tanto después del covid. Y eso ha tenido un impacto enorme en la productividad. […] Se les ha pagado demasiado para no hacer gran cosa en los últimos años, y necesitamos que eso cambie», soltó. Y se quedó tan ancho. Resumiendo, que hay que bajarnos los humos y recordarnos quién manda aquí. Y que para eso lo mejor es que suframos penurias.

Ni que decir tiene que sus declaraciones se hicieron virales y que no tardaron en lloverle las críticas. Desde los sindicatos australianos, desde luego. Pero también desde el Gobierno y diputados de todos los colores de su país. El laborista Jerome Laxale tachó sus palabras de «comentarios que se asociarían con un supervillano de dibujos animados», mientras que el liberal Keith Wolahan le recordó que «la pérdida de un empleo no es una cifra. Hace que la gente se quede en la calle y dependa de los bancos de alimentos».

No fueron los únicos, también le tiraron de las orejas desde otros países. Una polvareda mundial fue lo que levantó.Aunque también hubo quien lo defendió: «Los empleados se han acostumbrado a ganar la misma cantidad de dinero, pero no a trabajar las mismas horas», soltó Andrew Michelmore, presidente del Consejo de Minerales de Australia. Siempre hay un tiesto para una maceta,que decía mi abuela. A la vista del revuelo, reculó. Y donde dijo digo, dijo Diego: «Me arrepiento profundamente y estaba equivocado». Lo de siempre, vaya.

Otra monumental metedura de pata del magnate inmobiliario de las casas de lujo, que ya se había cubierto de gloria en el año 2017 por afirmar en un programa de la televisión australiana que los de la generación millennial (los nacidos entre los ochenta y los dos mil) tenían que dejar de tomar «cafés caros y tostadas de aguacate» si querían tener casa alguna vez en su vida.

Dejaba caer con esa afirmación que la culpa de la crisis inmobiliaria era cosa de ellos, no del sector. Y eso que los integrantes de tal generación no habían conocido otra cosa que austeridad desde su bautismo en el mercado laboral. Cargó contra ellos por «no trabajar». Y sacó pecho para ponerse como ejemplo a seguir: «Cuando monté mi primer negocio tenía 19 años: , llegaba al gimnasio a las 6 de la mañana y me iba a las diez de la noche. Lo hacía durante los siete días de la semana. Hasta que pude permitirme mi primera casa. Nada de ‘podría ir a desayunar, podría ir a cenar'. Lo único que hacía era trabajar». Muy loable. No así su verborrea. Muy lamentable.

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