Arabia Saudí sale del ostracismo cinco años después del asesinato de Kashoggi

La Voz REDACCIÓN

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Foto de archivo de Bin Salman, el 7 de junio, en Jeddah.
Foto de archivo de Bin Salman, el 7 de junio, en Jeddah. SAUDI ROYAL COURT | REUTERS

Bin Salman ha restablecido relaciones con Catar, Irán e Israel

30 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Arabia Saudí no recordará estos días el quinto aniversario del asesinato del periodista Jamal Kashoggi en una lúgubre dependencia de su consulado en Estambul. Kashoggi cometió el pecado de desvelar las atrocidades de un régimen donde la democracia no es más que una palabra bonita y denunció los excesos del príncipe heredero, Mohamed bin Salman. La respuesta de este fue contundente: valiéndose de una vieja amistad lo citó en la ciudad turca para una reunión y le envió un comando de asesinos y descuartizadores que acabó con sus sueños y su vida.

Aquello ocurrió hace cinco años y el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió mirar para otro lado. Tenía intereses en algunos campos de golf en la zona y su enemigo en el golfo Pérsico era Irán, con lo que no se mostró demasiado interesado por el tema.

Pero Trump perdió las elecciones y Bin Salman, que ya era un apestado entre las democracias occidentales, se vio aún más aislado. Además, las pruebas sobre el asesinato de Kashoggi no paraban de brotar y el escaso prestigio de la monarquía absolutista saudí se evaporaba.

Pero el príncipe heredero no estaba dispuesto a perder su papel central en la política en la península arábiga. Primero puso fin a un conflicto de varios años con Catar y reabrió sus fronteras con el emirato para intentar reconciliarse con una parte del mundo islámico que recelaba del imperialismo wahabí.

Luego, supo acercarse a Rusia, aprovechando la guerra de Ucrania, para aumentar el control de ambos países sobre la producción mundial de petróleo y así seguir exprimiendo la vaca de los combustibles fósiles, aprovechando la debilidad de Putin en el mercado internacional para fijar precios máximos en el suministro de combustibles.

En los últimos meses, Bin Salman ha desplegado sus habilidades diplomáticas en dos direcciones. Por un lado, ha empezado a tender puentes con Irán, su gran enemigo regional, para acabar con la guerra de Yemen, donde Arabia Saudí lleva años desangrándose. Y, por otra parte, en una pirueta aún más arriesgada, está a punto de restablecer sus relaciones con Israel, el gran ogro del mundo árabe, en un doble movimiento que le sirve para neutralizar la animadversión de Tel Aviv y, al tiempo, acercarse a Estados Unidos, el viejo aliado que con Joe Biden le dio la espalda.

Al mismo tiempo, Arabia Saudí se ha lanzado a la democracia del deporte para mejorar su imagen internacional. A los torneos de golf, pádel o la Supercopa española se han sumado iniciativas mucho más ambiciosas como la compra del Newcastle inglés o su plan para organizar un mundial de fútbol. Con todo ello, el país ha logrado abandonar la esquina de los proscritos internacionales para ir recuperando una buena posición en el tablero geopolítico internacional.

Queja de Amnistía Internacional

Mientras, Amnistía Internacional (AI) pidió este viernes una investigación internacional, independiente e imparcial sobre el asesinato «autorizado por el Estado» del periodista Jamal Kashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul (Turquía), días antes de que se cumpla el quinto aniversario de su muerte.