«Mi familia y yo empezamos a desear la muerte»

Anas Baba JERUSALÉN / EFE

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Ashraf y su familia se han quedado sin casa tres veces en menos de dos meses.
Ashraf y su familia se han quedado sin casa tres veces en menos de dos meses. Anas Baba | EFE

El palestino Ashraf al Nahal ha perdido su casa tres veces en dos meses

04 dic 2023 . Actualizado a las 22:13 h.

En menos de dos meses, Ashraf al Nahal se ha quedado sin casa tres veces. Con su mujer y diez hijos a cuestas, tuvo que abandonar su hogar en el campo de refugiados de Al Shati —en el norte de la Franja—, para resguardarse en la ciudad de Gaza, el corazón del enclave palestino.

Cuando esa urbe quedó reducida a escombros y cenizas, huyó hacia la mitad sur del enclave, a Jan Yunis, tal y como ordenaban las miles de octavillas que lanzó desde el aire el Ejército.

Pero ahora, con una ofensiva cada vez más extensa, el mismo Ejército califica esa región como «peligrosa zona de combate» y ordenó su evacuación ante la miríada de bombardeos que lanza y la inminente llegada de sus tropas terrestres.

Destartaladas camionetas salen de ahí abarrotadas de personas, en medio del desastre: edificios derrumbados y todavía humeantes de los bombardeos, heridos que nadie atiende, coches calcinados, objetos personales desperdigados, y todo cubierto por una espesa capa de cenizas que se hizo lodo con las lluvias.

El área de Jan Yunis que el Ejército pidió evacuar corresponde a más del 20 % del territorio gazatí, y albergaba a casi medio millón de habitantes, además de miles de desplazados, según la ONU.

Acorralados cada vez más hacia el sur, a las familias desplazadas les queda una sola opción: volver a desplazarse, esta vez a Rafah, una ciudad junto a la frontera con Egipto que tampoco está libre de fuego.

Ahí, viven hacinados cientos de miles de desplazados, muchos a la intemperie en pleno invierno, en medio del intenso brote de epidemias, el colapso de los hospitales y la escasez de agua, alimento, medicinas, electricidad y combustible.

Ashraf logró llegar a Rafah, pero con los bolsillos ya vacíos: «Mi familia y yo hemos empezado a desear la muerte... Al menos estaríamos en paz. ¿Para qué seguir vivos si de todas formas solo viviremos para que los israelíes nos quieran muertos? Si ya estuviéramos muertos, al menos estaríamos libres de toda esta miseria y este dolor».