Del padrazo al padre funcional: «Sé lo que es ir todo el día con la culpa detrás»

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Adrián con sus dos hijos.
Adrián con sus dos hijos.

Adrián Cordellat, periodista especializado en temas de infancia, paternidad consciente y conciliación, sabe lo que es el «efecto bola de nieve» y el concepto «carga mental». Él la comparte a diario con su pareja, como la carga doméstica. «No hago ni más ni menos que lo que hace a diario mi mujer, y no debería ser excepcional», considera. Estos padres no se lucen, se ocupan. ¿Cómo ha cambiado la paternidad?

01 mar 2024 . Actualizado a las 04:29 h.

Su padre fue su modelo para él. Nunca le cambió un pañal, admite, pero siempre estuvo «muy presente» en el hogar cuando lo necesitó, era uno de esos hombres que «estaban», que no brillaban por su ausencia en la comunicación con los hijos y esa otra jornada laboral de la casa, aún bastante invisible a día de hoy. Los tiempos han cambiado desde aquella generación de padres de hace 30 o 40 años, que eran «padrazos» por pasear el carrito o ir al súper o las reuniones de padres. No era tampoco raro que en los 70 un hombre tuviera incluso que cargar con el cachondeo del vecino por tender la ropa o preparar las acelgas y los bistés. Hoy, se habla de paternidad consciente, corresponsable, funcional, e implica un trabajo afectivo, doméstico, diario, que tiene su carga, como es natural.

«No imagino a mi padre con la culpa que siento yo... Sé lo que es ir todo el día con el sentimiento de culpa detrás», confiesa cual Malamadre del club que le pone humor al multitarea maternal el periodista freelance Adrián Cordellat (Valencia, 1984).

Este «aprendizde dos niños (una de 10 y otro de 7 años), que vive en Madrid, ha llevado el modelo paterno «un poco más lejos» y aclara que no hace «nada extraordinario» por el hecho de criar a sus hijos y ocuparse de las tareas domésticas al mismo nivel que Diana Oliver, su mujer, con la que comparte familia y oficio. No quiere como padre que se ocupa de lo que debe hacer ser noticia o titular. Pero es extraordinario en muchos hogares lo habitual en el suyo, que padre y madre estén implicados desde las 6.00 en lo grande y lo pequeño, de los desayunos y comidas al ciclo de la ropa y los mensajes del WhatsApp. 

La carga mental y el efecto bola de nieve Adrián los conoce a fondo, no son extraños para él. «Muchas veces, los hombres nos hemos incorporado a esto casi obligados. En muchos casos, no queda más remedio que trabajar los dos fuera, con lo que las tareas de cuidado se tienen que repartir de otra manera, no hay opción», afirma. En su casa (un ejemplo) no se plancha. Y eso que viene de un hogar en el que se planchaban hasta las toallas. Se van estableciendo unas prioridades distintas porque el tiempo no es oro, no se queda, se va. Y mucho más rápido cuando hay una larga serie de cosas que hacer.

EN LO QUE LUCE Y LO QUE NO

¿Dejar el trabajo es una opción para ocuparse del hogar? «No siempre... —responde—. A mí me gustaría poder elegir no trabajar. Preferiría no hacerlo para ocuparme más de mis hijos, para tener más vida, y en mi entorno hay otros padres como yo, no soy el único; hay bastante gente que ya no comulga con ese discurso de hacer carrera para conseguir la realización personal, que además suele abrirnos una puerta a autoexplotarnos», piensa Adrián, consciente de que «la precariedad laboral» te deja sin opción.

¿Hemos cambiado mucho respecto a la generación de nuestros padres? Hoy los padres se ocupan más en el día a día, en general, admite, «pero también suelen estar aún en las partes que lucen más de la vida familiar, en las partes bonitas de la paternidad». Llevan a los niños a un partido, «al parque, al pediatra o les dan de desayunar, pero no están en cuándo cambiar la ropa del armario o en ver si la ropa les va quedando pequeña». Ese estar en lo pequeño, en lo que no cuenta y a menudo no se ve marca la diferencia en el padre funcional.

La vida a estas alturas en casa de esta pareja es un no parar «ni un momento: pones la lavadora, tiendes la ropa, pones el lavavajillas, haces desayunos, haces camas, y por la tarde igual... Una locura, agotador», resume este padre el ciclo infinito del cuidado de un hogar con niños.

Él y su mujer trabajan los dos desde casa. El día empieza para los a las 6.00 y el trabajo familiar está todo repartido. A veces hay conflicto. Pero «el que no puede más» no siempre es el mismo. 

Adrián lo ve una evolución hacia una paternidad centrada en el cuidado, que beneficia sobre todo a los niños, que tienen dos referentes para todo a diario: «Yo he llevado el modelo de mi padre un poco más lejos y espero que mi hijo lo lleve dos pasos más allá si tiene hijos».

Vicente con su familia en su hogar.
Vicente con su familia en su hogar. MARCOS MÍGUEZ

Vicente, padre de cuatro hijos: «Eu sempre digo que non axudo nada na casa, para provocar»

Ellos son padres de cuidado, que cuidan y comparten la carga doméstica y mental. «Más fregona y menos corona» puede ser el lema de esta paternidad funcional

En casa de Vicente y Uxía —que forman con Xoana, André, Sabela e Martiño una familia numerosa donde todas las tareas domésticas se reparten— suena tanto «papá» como «mamá». Se gastan igual las dos palabras. Cuando mamá tiene que salir recoger a los hermanos mayores de una actividad extraescolar, papá atiende por dos las preguntas del pequeño de la casa mientras me cuenta cómo hace un padre con cuatro hijos para trabajar fuera y compartir y repartir, puertas adentro, el trabajo de organizar, limpiar, cocinar y cuidar. Y esa carga mental invisible, pero que se hace notar en quien la lleva.

Cuando los niños se acuestan, empieza la tercera jornada del día (tras la profesional y la paterna) para Vicente Muñoz. Es un padre que «plancha series». Así lo expresa él, refiriéndose a ese momento del final de la tarde en que se pone a quitar las arrugas de la ropa viendo una serie, sin que se quemen prendas por hacer dos cosas a la vez.

¿Un padre singular? Un padre de andar por casa, porque está. Un padre de cuidado, porque ve ser padre como cuidar. «Hai unha cousa que me fai graza dicir para provocar: ‘Eu na casa non axudo nada, nin esto!’ [hace un gesto de pequeña pinza con los dedos]. Hai quen salta. Eu chego a casa e fago as cousas, aclárolles. ‘Ah’, resoplan. Non é axudar, é facer», dice Vicente. En muchos hogares aún es meritorio que un padre ayude. ¿Podría no hacer nada, lo que hace él sigue contando más?

Uxía y Vicente llevan una vida con extra de responsabilidad, seis vidas se conjugan y encajan sus agendas en este hogar. Ellos dicen que pueden sostener día a día una familia numerosa sin partirse gracias a «tres factores». «Eu non podería ter catro fillos se el non fose como é, se non se implicase na casa e cos nenos. E tampouco podería se non tivese un horario como o que teño», dice Uxía, profesora que da clase unas cuatro horas al día y puede hacer el resto de su trabajo en casa. «Se tes un traballo no que debes estar presencial oito horas ou máis, non é mesmo, claro», coincide la pareja. «O horario é definitivo», respalda Vicente, que también es profesor.

Al tener hijos, es importante el factor «sintonía». La hubo desde el principio entre los dos, que fueron viendo cómo no eran lo mismo dos hijos que una («aí repartes 50 e 50!), ni dos que tres... Pero o cuarto fillo non é só que haxa un neno máis, descobres que o mundo non está preparado para os que teñen catro fillos». ¿Un ejemplo? No se puede adquirir un billete de tren para un adulto y cuatro niños. «A plataforma non deixa», explica Uxía, que fue la promotora de tener un cuarto hijo y eso que, de partida, «non quería ser nai!». Pero la maternidad real no es igual que la expectativa y, en el caso de Uxía, fue Xoana (9 años), la primogénita, la que despertó de todo el instinto maternal.

Horario que favorece la conciliación, pareja corresponsable y sintonía poniendo la familia en el centro, como prioridad, son los tres factores claves que Vicente y Uxía destacan al criar a cuatro niños sin que descarrile la vida.

Tras Xoana, llegó André; tras André, Sabela... Y el cuarto, Martiño, les hizo cambiar de coche, entre otras cosas.

Que los niños son mayoría se nota en todas las estancias de esta casa, abierta, sin más puertas más que la de entrar. Los cuatro hermanos comparten habitación (son dos unidas) y están educados en colaborar y compartir. «O feito de compartir, de que se respecten entre eles é igual que nunha familia máis pequena. Que pasa? Nós necesitamos un extra de organización e un extra de disciplina, normas e rutinas básicas que hai que ter moi claras. E os rapaces así o entenden. Nós imos ás veces un pouco manu militari. E outras veces hai flexibilidade...», cuenta Vicente.

TODO PLAN ES CON NIÑOS

¿Cuándo hay flexibilidad? Los fines de semana. Se organizan para que los niños coincidan en las actividades (todos van a judo, atletismo y taller de manualidades) y para despejar de agendas los sábados y domingos. El pasado verano viajaron seis semanas en una furgoneta camperizada los seis por Europa adelante. [«¡Papi, tomaaaaa!», le dice a su padre Martiño dándole un cromo cuando me cuenta cómo salvaron las vacaciones en su casita rodante «diluviando en Alemaña día tras día»].

No hacen planes de ocio sin los niños, no se lo plantean como pareja. Si uno va a una cena de amigos o compañeros de trabajo, el otro se queda al cargo en casa, sea papá o sea mamá.

«No cole sempre veñen máis nais que pais, ás veces polos horarios... E algunha vez aínda che din iso de ‘eso lo lleva mi mujer’. E unha cousa graciosa que vin na rúa hai pouco foi un pai ir cun carriño cun bebé e con outro neno, e dille unha amiga: ‘Ay, ¡te atreviste a bajar tú solo con los dos, qué bien!’. Eu que sei...», comenta ladeando la cabeza Vicente.

De planchar se ocupa él, de colocar la ropa ella. Las lavadoras son tarea de ella. La compra y la cocina, «depende». Los niños comen en casa y las comidas de la semana las suele preparar Uxía. De las cenas se ocupa Vicente. Y matizan que tienen la ayuda de una persona contratada para limpiar.

El fin de semana, «por gusto cociño eu», dice Vicente, que admite que es menos jugón que su pareja. Es Uxía quien juega más con los niños y la que lee el cuento de noche. «Eles buscan a nai para xogar», dice él. «A Vicente moléstalle o desorde, a min nada!», cuenta ella como dando la vuelta a un calcetín.

Aprender a vivir con cierto desorden fue un aprendizaje para Vicente, que, siendo un padre ocupado, tiene tiempo para él a costa de madrugar más. Se levanta a las 6.00 dos días para ir a correr, «porque non quero molestar». Cuando está de vuelta, siguen durmiendo los demás. «Sae todo natural», asegura. A las siete, él empieza a preparar desayunos, a las siete y media se levantan los niños. «E mami vai pola noite a correr», aporta Martiño, atento a la conversación (y a la batería que le trajeron los Reyes a su hermana mayor).

«Para min, a vida en familia de neno sempre foi tan chula... Eramos tres irmáns, homes. Salvo cociñar, faciamos os tres as cousas da casa. Miña nai non era escrava de ninguén. Faciamos a cama, varriamos a casa e, como tiñamos campo, podabas... Meu pai era o típico manitas, na casa e fóra. Todo era feito con reciclados e a fin de semana era de axudarlle a el, que estaba sempre inventando cousas. Iso si, el non facía un ovo», relata Vicente. «Recordo un mariñeiro, familiar, que viña da zona de Cambados, que ao vernos recoller a mesa, dixo: ‘Isto non está ben. Estas son cousas de mulleres! ‘. E marchou todo cabreado da casa... Era un machista, claro», dice Vicente. Sus hijos, los niños y las niñas tienen un calendario de tareas domésticas (poner la mesa, recoger...) y se van turnando. «Aquí poténciase a autonomía e o reparto. Todos temos traballo na casa».

¿Es igual un hombre que una mujer a la hora de cuidar? «Quitando as funcións biolóxicas, si. E que ten que ser! Se non, isto non funciona. Ser sensible é unha cuestión de carácter. Uxía era que non quería saber nada de ter nenos...».

Pasaron de 1 a 4 en menos de nueve años. «Antes de decidirnos a ser pais, analizamos os pros e os contras, fixemos unha lista con eles. E nesa lista a cousa saíu igualada. Eu necesitaba ver un ‘si’ ou un ‘non’ de Uxía. Sentín que ela necesitaba ver un ‘si’ grande e debuxei un cartel na porta cun SI grande».

El afirmativo se tradujo en un embarazo al que siguieron tres. Pero para esos otros tres no hubo listas de contras. La madre no dudó. Y el padre se remangó más, no para ayudar, para hacer.

Ramón con su mujer y sus hijos.
Ramón con su mujer y sus hijos. XOAN A. SOLER

Ramón, padre de dos niños y agente de igualdad: «A única diferenza é que a nai dá o peito e eu non»

«Nos padrazos modernos hai moito postureo», advierte Ramón Torrente, investigador del Instituto de Ciencias da Educación de la Universidade de Santiago

 

Tiene 50 años, dos hijos y es un agente de igualdad que se aplica el oficio en casa. Ramón Torrente García, profesor, investigador del Instituto de Ciencias da Educación de la Universidade de Santiago, especializado en sensibilizar a otros hombres sobre la igualdad y frente a la violencia de género, tuvo que renunciar, cuando se convirtió en padre, «a bastantes traballos» que lo obligaban a desplazarse mucho, a faltar en casa. «Agora busco outros que me permitan conciliar...», cuenta este papá de un niño de 3 años y una niña de diez meses.

A la que llaman paternidad corresponsable (según la OMS, la que implica un involucramiento de los padres no solo en la provisión de recursos económicos, sino en la crianza y la vida cotidiana de sus hijos), Ramón traía la formación ya incorporada; así que no le cogió de sorpresa, cual cesta de calcetines sueltos, la carga doméstica y la mental. «De todas formas —matiza—, unha cousa é a teoría e outra a práctica... Eu aprendín moito máis coa práctica», admite este profe que para ponerse las pilas cuenta que debió luchar contra todo, «contra a propia familia incluso». «É terrible, as engrenaxes do machismo están tan ben colocadas que é moi difícil cambiar».

Para él, ser padre de niño y niña está siendo un choque y un baño grande de realidad. Se ve en detalles como lo que implica el que su hija, por ejemplo, no lleve pendientes y la vistan con ropa unisex. «Calquera que a ve, di: ‘Que neno tan bonito! Case non se ten en conta o dano cultural ou sociolóxico que lles podemos facer ás fillas con xestos de educación machista habituais. É un ‘como eu fun muller e pasei por iso, ti tamén tes que pasar...’», detalla Ramón.

¿Encaja un padre que educa desde la corresponsabilidad y en la igualdad en la realidad común de hoy? «Acábaste convertendo nun bicho raro, cando hai un caso de violencia de xénero, ou un tema de igualdade, sempre miran para ti como: ‘A ver, a ver este qué vai dicir... ‘. Danche consellos que non pides, todo tipo de consellos... Non podes saír do rol establecido, tes que cargar con esa mochila como sexa. A sociedade segue sendo machista, é a realidade. Todos temos actitudes machistas, eu tamén», manifiesta.

Él no se ve padrazo por hacer en casa lo que hace su mujer y ocuparse de los hijos repartiendo con la pareja tiempos y tareas. Es uno de esos padres que prefieren que se gaste por la frecuencia de uso la palabra papá.

«La definición de padrazo de la RAE (‘padre entregado al cuidado de sus hijos y muy indulgente y cariñoso con ellos’) contiene un adjetivo —indulgente— que no es una virtud, y que, de hecho, contiene un prejuicio: que los padres (y las madres, pues la definición de madraza es idéntica) que cuidan de forma dedicada y afectuosa a los hijos son unos blandos. Aunque la definición oficial equipare a padrazo y madraza, el uso del lenguaje los diferencia: ser madraza, a fin de cuentas, es lo normal; ser un padrazo es algo extraordinario, digno de alabanza», explica el psicólogo Máximo Peña, autor del libro Paternidad aquí y ahora, de referencia en modelos corresponsables.

En las aulas y en la calle a veces la evolución es apariencia, nada más. ¿Vienen las nuevas generaciones con el chip de la igualdad incorporado, qué diría él como profe? «Na adolescencia, hai algo así como o que son estes padrazos modernos, que lles gusta o que eu chamo postureo, de lucirse máis que de traballar... Parece que con levar ao neno ás actividades abonda. Na adolescencia hai bastante postureo; hai moita xente que vai de feminista, de ‘vou ás manifestacións, pero cando chego a casa a miña nai tenme sempre a comida no prato’. Diso queixábaseme a min unha nai: ‘Si, si, a miña filla é moi feminista, pero chega a casa e ten a comida no prato!’», revela Ramón.

El trabajo en su casa se reparte. ¿Pasa la fregona, hace la comida y se ocupa de los niños como la madre? «No día a día, non hai distinción. A única diferenza coa nai é que ela dá o peito e eu non. A lactancia materna é o único que nos diferenza. No resto, nada. Non estamos constantemente medindo quen fai máis de cada cousa. É o que toca: poñer lavadoras, poñer secadoras, facer de comer, lavar a louza... Maioritariamente, agora, fago eu estas cousas porque ela, coa lactancia, non pode estar tan a isto. Ocupámonos indistintamente dos labores do fogar», cuenta Ramón, que entiende que el tiempo de su pareja en este momento está centrado en la alimentación de los niños. Y sobre el asunto del pecho, añade, también hay bastante consejo no pedido con el que pandar...

LO IMPORTANTE INVISIBLE

La carga del cuidado y del trabajo en el hogar no se ve, admite quien abrió del todo los ojos con la experiencia real, en primera persona, de la paternidad. «E se non se ve, como se vai valorar? Isto dos coidados sabía de que ía, pero non imaxinaba que fora tanto...», admite.

Con los hijos tan pequeños, en este hogar, ni el padre ni la madre tienen tiempo libre, de ocio individual. No se lo plantean. Es una renuncia natural. «Nós o tempo libre pasámolo cos nenos indo a visitas a familiares e a parques. Somos catro persoas! Non unha nin dúas», cuenta. Y piensa que lo «fácil» es dejarse ir en la rueda de la sociedad en la que vivimos: «O fácil é ir ver o partido de fútbol cos colegas, o difícil estar aí de pai presente. Hai moita paternidade ausente, ‘de cara a la galería’, pero paternidade presente, solidaria no fogar a diario hai pouca, porque é custoso, porque implica renunciar a moitísimas cousas que veñen dadas».

La primera: una vida social adulta. «A min, polo menos, non me queda tempo. Porque, se tes que traballar e facer todo o que hai que facer na casa con dous meniños, non queda absolutamente nada, e con ‘nada’ refírome a tempo de ocio, a tempo propio».

La igualdad resiste mejor la prueba del algodón sin hijos. Por eso, hay quien dice que la brecha de género es la maternidad. «Cando tes fillos, non podes ir a unha reunión a calquera hora, tes que estar facendo sempre encaixe de bolillos», dice Ramón. Pero esa entrega al cuidado de los hijos, señala, compensa, educa. «Se eles ven que estás na casa, que coidas deles, que te preocupas polas súas cousas, por como están... despois eles, probablemente, van facer igual. Estanche vendo poñer a lavadora, facer a cama, cociñar... Así que para eles iso é o normal nun pai. No seu imaxinario non hai o reparto clásico de tarefas. Aquí todo o mundo fai de todo».

NO HAY MODELO ÚNICO

Si un hijo ve que en casa el padre y la madre limpian el baño o friegan la cocina de manera indistinta, «non haberá diferenciación de roles. Esta ruptura de roles no fogar é fundamental!, saber que non hai tarefas femininas ou masculinas», subraya este profesor que dice no tener grandes referentes. En el mundo del cuidado del hogar y los hijos, apunta, la mayoría de los referentes son femeninos. «Non hai moitos homes referentes. Si tiven algún profesor, pero hai que irse construíndo». Los referentes los fue encontrando Ramón más en su entorno, en las pequeñas cosas de su entorno cotidiano. «Como cando vías que o teu pai fregaba a louza na casa. Vías que o teu pai coidaba a avoa ou que non andaba por aí, que quedaba na casa, etcétera. Despois cheguei á facultade e atopei o exemplo dalgúns profesores. Non tiven un modelo único para aprender; fun referenciando en varios homes concretos nos que vin xestos que rompían o molde. A educación para min é a clave de todo», considera.

La voluntad de renunciar a privilegios es otro paso, dice quien revela que se llevó «chascos» de hombres a los que tuvo como referentes en igualdad. «Hai algúns neomachistas que mesmo utilizan o discurso da igualdade para ligar», señala.

«Nacer home é ter xa un montón de vantaxes», asegura este psicopedagogo. Sabe que no todo el mundo está de acuerdo. También quien no ha fregado nunca la cocina y el baño...

¿Qué gana un hombre con la igualdad? «Moitísimo —asegura Ramón—. O que máis gana un home coa igualdade no reparto familiar é disfrutar dunha paternidade, dunha paternidade esquecida. Ser pai non é poñer a semillita, é encargarse de coidala».