Ramón Arroyo, el hombre que inspiró una película: «Me dijeron que no podría caminar ni 100 metros y he hecho varios ironman»

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Tiene mucho de superhéroe porque decidió no hacer caso a lo que le decían y confió en su fuerza interior. «Hay gente que tiene la manía de decirte que no puedes», dice

01 abr 2024 . Actualizado a las 09:15 h.

Si esperas que Ramón Arroyo sea un mister wonderful, es mejor que dejes de leer. Porque no es así. Todo lo contrario. Pero tampoco pienses que se va a recrear en el victimismo. También es todo lo contrario. Él te cuenta la realidad que le ha tocado vivir. Su día a día. En el que hay jornadas buenas, otras no tan buenas y algunas en las que quiere arrojar la toalla. Su vida es tan increíble, que incluso ha inspirado una película. El film 100 metros, protagonizado por Dani Rovira. Y ha sido así porque Ramón es un ejemplo de superación, y porque cuando te quitan la esperanza, hay algo en tu interior que se resiste y se rebela. Esa fuerza es mucho más poderosa que cualquier terrible diagnóstico. Ramón lo sabe bien. A pesar de tener que volver muchas veces a la casilla de salida.

Todo comenzó hace ahora 20 años cuando le diagnosticaron esclerosis múltiple. Una enfermedad de la que muchos conocemos su nombre, pero no tenemos ni idea de en qué consiste, salvo que es degenerativa. Pero él lo explica muy bien: «Es una enfermedad del sistema inmunológico. Es como una alergia, que hace que el cuerpo reaccione de manera hostil y destruye una sustancia que protege las terminaciones neurológicas». «Imagínate que nuestro cerebro y la médula espinal son los cables de un edificio, que es el cuerpo. Esos cables tienen un plástico de colorines que los protegen. Pues mi cuerpo lo que hace es destruir ese plástico y dejar los cables pelados. Entonces, si hay una subida de tensión, pues pega un chispazo y se queman. O también se ponen duros, como los cables viejos, se esclerotizan», aclara. «Y esos cables desnudos pueden causar lesiones en el cerebro y en la médula espinal, provocando una lesión definitiva o no. Y causando todo tipo de consecuencias cuando tienes un brote fuerte. Te puede afectar a la vista y la puedes perder total o parcialmente. Y luego, recuperarla o no. También te puede afectar al habla, a la sensibilidad, a la movilidad, a controlar los esfínteres... Vives siempre con esa incertidumbre de que te puede dar un brote», comenta mientras cuenta que hace más de 6 años que no sufre un episodio «escandaloso» de estos. «Puedes tener un brote cada año, diez al año, o uno cada diez años. Tienes que vivir con esa espada de Damocles. Pero todos nos vamos a morir. Todos tenemos una enfermedad degenerativa e incurable que es vivir», añade.

Dándole la espalda

También cuenta que, al principio, le costó mucho aceptar su enfermedad. Tenía apenas 32 años y la vida por delante: «Estuve tres años dándole la espalda. Pero, claro, cuando a un bicho tan feo y tan grande le das la espalda, pues un día te arrea fuerte, que es lo que me pasó». Y dice que, entonces, apenas le dieron esperanzas: «Yo no soy médico, pero cuando me lo diagnosticaron pregunté que si mediante la actividad física podría recuperarme mejor de esos brotes o tener una calidad de vida mejor. Entonces, me dijeron que no podría caminar ni 100 metros. Y lo creí, hasta que decidí comprobarlo corriendo. Fue así cómo hicimos esa fantástica distancia. Realmente fueron 200 metros, si se cuenta la vuelta. Y luego ya me he hecho varios ironman, uno de distancia completa y, unos 15, de media distancia».

Reconoce que lo que más le costó fue superar el bloqueo emocional en el que se había instalado. «En la casa en la que vivía había un cartel con el logotipo del metro de Madrid, que te marcaba que la distancia a la boca del metro era de 100 metros. Todos los días que salía de mi casa, ese cartel me recordaba que no podía, que tenía una enfermedad crónica degenerativa. Me traía muchos fantasmas hasta que decidí retar al cartel. Costó, pero esos 100 metros luego fueron 200, 400, 500... y así fui haciendo más distancia. Hasta que me pasó una cosa horrible, que fue convertirme en un runner. De esos que se ponen colores fosforitos y mallas apretadas», bromea, pero reconoce que fue ahí cuando su vida dio un giro de 180 grados y pudo conseguir cosas que, de otra manera, habría sido imposible.

«Hay un momento que yo ya no podía correr más rápido por las limitaciones físicas que tenía, por la edad, por la enfermedad... por un montón de razones. Entonces me dije que si no podía ir más rápido, pues iba a probar a correr un poquito más lejos», fue así como hacer triatlones le cambió la vida y la perspectiva. «Cuando te estás preparando para una prueba de estas, te das cuenta de que el objetivo no es acabarla ni estar en la salida, sino el día a día, todos los meses de preparación, estar centrado en ello, cuidarte...», comenta.

Y durante todo ese proceso hay muchos tropiezos: «Si decido no correr porque no estoy bien preparado o porque me dé un brote, la maratón deja de ser de 42 kilómetros y vuelve a ser esos 100 primeros metros. O vuelve a ser aprender a escribir o a controlar los esfínteres. Esos sí que son maratones difíciles. Mucho más que correr cuando estás sano. El enfoque cambia. No me presento a ese ironman, que es nadar, ir en bici y correr, pero sí me voy a presentar a mi otro ironman, que supone recuperar, en la medida de mis posibilidades, todo o casi todo lo que hacía antes». Y durante ese proceso hay «días malos, días buenos, y días que quieres dejarlo».

No sería lo que es

Ramón tiene claro que si no hubiera tomado la determinación de no hacer caso a lo que le decían y hacer deporte, no sería el que ahora es: «Podría estar en una silla de ruedas o con una depresión severa o con 50 kilos de más o alcoholizado... cualquier cosa». E insiste en que no es el único que lucha por tener una vida normal: «Hay gente con esclerosis múltiple que hace cosas increíbles, que tiene sus niños, su familia, sus hipotecas. Eso sí que son ironmanes». Y se considera un hombre con suerte, capaz de reunir la palabra «gracias» y «esclerosis múltiple» en una misma frase. «Esta enfermedad ha sido una gran excusa para preguntarme: ‘¿Y por qué no?', pero de muchas cosas. Si yo podía estar corriendo, a pesar de tener una lesión incompatible con correr, pues también hay muchas cosas improbables o que son una locura, que podía hacer. Porque hay gente que tiene la manía de decirte que no puedes. Y realmente son ellos lo que no pueden, no quieren o no se atreven», dice.

Y en medio de toda esta locura, un popular programa de televisión contactó con él, a través de unos conocidos, para contar su historia de superación. «Se hizo viral y lo vio Marcel Barrena, que es el director de la película 100 metros. Un día me llamó y me lo propuso. Yo pensaba que eran mis amigos gastándome una broma. Porque no es normal que te llamen por teléfono y te digan: ‘Queremos hacer una peli sobre tu historia'. Aunque yo creo que todos tenemos una historia digna de ser contada», comenta.

La experiencia fue increíble. Además, tuvo «la buena o la mala suerte» de sufrir un nuevo brote durante el proceso de preparación de la peli, justo unos días antes de quedar con Dani Rovira. «E inmediatamente me dijo: ‘No te preocupes, Ramón'. Y se vino para mi casa. Vio las dificultades que tenía para moverme. Y me animó a dar un paseo en una época en la que para Dani Rovira salir a la calle era complicado. Después de un tal Rafa Nadal y Pau Gasol, era una de las tres personas más queridas de España. Pero él insistió. Me dijo: ‘Quiero ver tu vida, y ver cómo es cuando tienes un brote'. Coincidió también que tuve que ir a la farmacia, que estaba a 200 metros. Y él vino conmigo. Tuvimos que parar tres veces antes de llegar», explica.

Ramón está más que satisfecho con el resultado: «Yo insistía mucho en que se reflejara la incertidumbre, pero claro, cómo expresas eso. Pues cuando la ves, la sientes perfectamente. Y es curioso porque lloro con alguna secuencia, que al resto, normalmente, no le emociona. Son otras las secuencias con las que lloran. Por no decir los papelones que hacen Dani, Karra Elejalde y Alexandra Jiménez». Más allá de la película, Ramón escribió el libro Rendirse no es una opción y da charlas y conferencias: «Mira qué manera tan chula de compartir mi vida y ayudar a los demás. Y si echo la vista atrás, pienso que tampoco me ha ido tan mal». Y tanto, Ramón, porque esa «compañera de baile fea y que baila tan mal», al final te ha permitido marcarte un break dance.