Daniel Bezares, padre de gemelas experto en disciplina positiva: «Es un error creer que podemos controlar a un hijo»

ACTUALIDAD

El «modo sermón» provoca «sordera selectiva» en los adolescentes, dice el fundador de la escuela online DesAprendo. «Yo era de esos que juzgaban a otros padres... hasta que mis hijas empezaron a crecer», revela este padre que giró su vida profesional y su foco de atención, enterró «el hacha» del grito y la amenaza en casa, y apuesta por «el radar de la conexión»

07 abr 2024 . Actualizado a las 19:14 h.

Frente a la suerte o la arrogancia de esas personas que con los hijos todo lo resuelven por las buenas, sin problema ni conflicto, está la empatía del padre que confiesa: «A mí también me pasa...». Que un hijo adolescente sea un manual andante de buenas maneras o un gran comunicador en casa es excepcional. Que te desafíe es lo corriente. No es algo personal, es «normal» y tiene una explicación científica. «Los adultos solemos hacer piña contra los adolescentes, cuando la adolescencia es una etapa deseable y necesaria, cuestionar el orden establecido es la base de la renovación de las ideas. No pasar por el aro permite innovar y esto nos ayuda a evolucionar como especie», sostiene Daniel Bezares, que orienta a la hora de educar, aplicando la disciplina positiva, a raíz de su experiencia de aprendizaje como padre de «dos estupendas adolescentes gemelas con un alto nivel de espíritu libre».

A él también le ha pasado. Así que educar con paciencia no es tarea fácil en la arena cotidiana lo sabe por experiencia este economista al que la paternidad lo llevó a volver a la escuela... para desaprender ciertas lecciones y actitudes que tenía en casa. «Autonomía, intimidad y experimentación son características propias del adolescente que al adulto deberían interesarle», afirma.

Su mujer y él pertenecían a ese nutrido club no oficial de familias estresadas y cansadas que se mueven en la rueda del día a día, con la mejor de las intenciones, entre la irascibilidad, el cansancio y la culpa. «Lo habíamos probado todo, autoritarismo, premios, castigos, victimismo, chantaje, pero nada daba resultados», revela el fundador de la escuela  DesAprendo. La razón de su giro, hacia la paz en casa, es doble; sus gemelas «idénticas Celia y Valentina», de 15 años.

Daniel estudió Económicas, trabajó en consultoría, estuvo en «proyectos de todo tipo» para grandes empresas, y en el 2000, emprendió para montar una filial de una empresa alemana en España. «A partir de ahí, no dejé de emprender —comparte—. Pero el gran cambio llegó en el 2017, cuando fundé DesAprendo y cambió mi forma de relacionarme con mis hijas».

—¿Cómo era esa relación con tus hijas antes de fundar esta escuela de disciplina positiva para acompañar a padres y madres?

—Me pasaba el día subido a la lámpara... Soy superniñero, he sido monitor de campamentos de verano, y tenía una idea de la paternidad muy distinta a lo que luego fue. Yo era alguien que tenía las cosas muy claras, era de los que juzgaban a otros padres... Hasta que las niñas empezaron a crecer y me costaba hacer lo que yo quería que hiciesen. Había mucho estrés en casa: gritos, amenazas... Lourdes, mi mujer, lo hacía mejor que yo. Yo era de esos que decían gritando «¡cálmate!».

—¿Cuándo empezó el cambio en casa?

—Yo estaba siempre investigando. Leí un libro de Supernanny, y no conecté. Pero un día leí un artículo de disciplina positiva y dije: «¡Ostras, esto sí que conecta con cómo veo yo la educación!». Recibí un curso y empecé a cambiar la mirada, que es el punto inicial. Hay que cambiar de «gafas», solemos decir nosotros en DesAprendo. Me seguí formando en disciplina positiva, compartía cosas con Lourdes, di una charla en un par de coles y llegó un momento en el que le dije a mi mujer: «Esto lo tengo que compartir con otros padres». Ya en el 2017, di el salto y monté la escuela online. Me di cuenta de que no todos los niños son iguales, de que hay niños que suponen un reto enorme; yo les llamo «niños de espíritu libre». Y descubrí que había herramientas para educar muy distintas a las que yo tenía y había conocido en mi infancia.

—«Me costaba que mis hijas hiciesen lo que yo quería que hiciesen». ¿Eras tú entonces el que debía cambiar? ¿Como padres aún queremos que se repriman o que cumplan nuestras expectativas, más que descubrir las suyas?

—Ese es un tema clave. Nosotros siempre les decimos a los padres y a las madres en nuestros talleres: «Solo podemos ayudarte si tienes claro que el foco no está en el niño, sino en ti». Tradicionalmente, el foco está en el comportamiento del niño: «No se porta bien», «es un desobediente», «me falta al respeto», «quiere hacer siempre lo que le da la gana». Nosotros te invitamos a darle la vuelta al foco. Llévalo hacia ti y mira qué puedes hacer para que la situación cambie. Es una utopía creer que podemos controlar a nuestros hijos, y un error.

—¿No hay que buscar la obediencia?

Cuando buscas la obediencia, te encuentras dos cosas: la sumisión y la rebeldía. Si buscas la obediencia desde una posición jerárquica, vertical, solo puedes encontrar estas dos respuestas. De hecho, hace nada había una relación vertical entre hombre y mujer... Y hoy es incorrecto tener una relación vertical con tu pareja. Sin embargo, las relaciones verticales con la infancia siguen estando bastante aceptadas. Hoy se usa aún eso del «niño bueno», que son palabras heredadas. Y hay retos nuevos, pero también hay un buen número de padres queriendo aprender a hacerlo de otra forma, buscando un hueco entre el autoritarismo y la permisividad.

—¿Qué hace más daño a los hijos, ser permisivo o autoritario?

—La falta de límites, el que un niño no entrene habilidades sociales de empatía, de respeto a las necesidades de los demás, que un niño se crea en el centro y con derecho a todo es una consecuencia de la permisividad. Y el autoritarismo, ¿qué crea? Niños con baja autoestima, con necesidad de que otros decidan por ellos, con miedo, con incapacidad de tomar decisiones propias...

—¿Es posible el punto medio?

—Sí, hay un hueco para un estilo educativo en el que hay firmeza, unos límites, pero en el que hay cariño, amabilidad, comprensión y amor.

—¿Qué hay que priorizar?

—El amor, la conexión con el hijo debe estar siempre por delante de que se haga lo que tú quieres. Cuando está por delante que se haga lo que tú quieras y como tú quieras es cuando balanceamos al autoritarismo, y trae muchos problemas.

 La conexión con tu hijo debe estar siempre
siempre por delante
de que haga lo que tú quieres

—¿Qué es la «firmeza amable»?

—Un estilo educativo más basado en la horizontalidad, que no busca la obediencia, sino la colaboración. «Nuestra relación va por delante. Vamos a buscar solución a estos problemas». Esos problemas pueden ser que no quieran ir a la ducha o apagar la pantalla o comer verdura. Estos problemas se pueden resolver colaborando cuando la relación está fuerte. El amor debe ser incondicional, no estar sujeto al comportamiento del niño. El niño tiene que tener voz y sentido de pertenencia.

—¿Un ingrediente clave para educar?

—Tiempo. A la infancia hay que dedicarle tiempo, nos guste o no. Hay que encontrarlo en la agenda. El tiempo de calidad está bien, pero «poco tiempo de calidad» no llega. Hay que alimentar la relación con el hijo todos los días. Así es como la relación está fuerte.

—¿No vale entonces dedicarle tiempo de calidad al hijo solo 15 días de vacaciones?

—No, la conexión es la gasolina que se le echa al coche y hay que echarla diariamente. Eso significa buscar huecos de conexión cada día. Hay tiempo, 5 minutos, más, pero no tenemos el radar puesto en detectar esas oportunidades. No se trata de preguntar: «¿Qué tal en el instituto?». Una pregunta es: «¿Quién es ese youtuber que ves?», y poner interés. Una herramienta para conectar con un adolescente es conocer sus intereses. Si el tiempo que tienes con él es para juzgar sus gustos o sermonearle con cosas que sabe... no sirve. Mejor, pregunta, escucha, que se abra a ti, no juzgues. Y así vas a tener alguna posibilidad de influir. Sobre esa capacidad de influir en ellos hemos hablado en uno de nuestros recientes talleres. Cada día, con una minipráctica.

—Cuéntale tú, como padre, alguno de tus problemas, propones para conectar.

—Sí, porque a menudo los minusvaloramos. Una de las prácticas que propusimos a los padres fue: «Preséntale una duda o una decisión que tengas que tomar y pídele consejo», desde la honestidad, presuponiendo que te puede dar un consejo válido. ¡La gente ha alucinado! Los adolescentes pueden darte consejos de gran lucidez. Háblale como le hablarías a tu amiga, no como a tu hija adolescente. Tú puedes opinar diferente y validar sus opiniones y consejos, pero no desde la manipulación, o con refuerzo positivo. Si le infantilizas, el adolescente lo detecta al minuto 1 y entonces se rompe la conexión.

«Les manipulamos cuando elogiamos
en lugar de alentar. Cuando decimos:
«Mamá se siente orgullosa de ti porque haces esto»

—¿Cuándo nos comportamos como padres manipuladores? Un ejemplo.

—Manipulamos cuando elogiamos en lugar de alentar. Cuando decimos: «Mamá se siente orgullosa de ti porque haces esto». Si haces las cosas como quiere papá, papá se siente orgulloso. No, no. «Oye, compórtate como es bueno para ti. Y de tus logros, siéntete tú orgulloso». Con la alabanza manipulamos. Manipulamos de formas sutiles. Utilizamos el chantaje y el victimismo. «Oye, llevo todo el día trabajando, para una cosa que te pido...». Con eso les enseñamos a usar el victimismo para conseguir cosas de otros. Tú eres el adulto, si llegas cansado, date un paseo y cuídate, porque el reto que tienes en casa es gordo.

—¿Qué hacer cuando el adolescente quiere hablar a las once de la noche?

—Los adolescentes llevan un sistema horario diferente al nuestro. Por la mañana están desactivados y por la noche activados. Si tus hijos no te hablan y ves la oportunidad de que lo hagan, ¡deja lo que estás haciendo y aprovecha!

«Hay gente con mucho sentido común que dice:  'A mí mis padres me pegaban
de vez en cuando 
y no me fue mal...». Bueno,
habrá que saber cómo de dañado estás...

—¿Cómo mantener a salvo la relación de pareja de la crianza de los hijos?

—Educar es uno de los factores de mayor estrés de la pareja. Cada uno tenemos nuestra visión de cómo hacerlo. El hombre (según el tópico) suele tirar más hacia la firmeza; la mujer, hacia el diálogo. No siempre es así, también nos encontramos lo contrario. ¿Qué pasa? Si el padre tiende hacia al autoritarismo, tú basculas hacia la permisividad, para compensar... Nosotros decimos que cambiar a la pareja no es fácil. Siempre les decimos en las formaciones: «Sigue tu camino, pero no intentes cambiar al otro». Muchas veces cuando el otro padre ve cambios, se suma al carro. A ser padre y a ser madre también se aprende. Hay gente con mucho sentido común que dice: «A mí mis padres me pegaban de vez en cuando y no me fue mal...». Bueno, habrá que saber cómo de dañado estás. Habrá cosas de las que no seas ni siquiera consciente y estarás pasando ese «virus» a la siguiente generación.

—¿Hay que priorizar a la pareja frente a los hijos, para darles seguridad?

—Dar la razón a tu pareja si no lo ves, solo por demostrar que sois una piña, no hace que el mensaje llegue. Los niños detectan que hay una incoherencia. Igual no debes contradecir a tu pareja en ese momento en que está desbordada, y se va a crear una discusión, pero a veces más vale callar. En educación no hay emergencias, no se puede resolver el problema en caliente. Los desalineamientos de pareja, mejor sin niños delante y en momento de calma, no en tensión.