¿Por qué el ataque a Irán no inquieta a los mercados?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

Una mujer observa un vehículo quemado en una calle de Teherán.
Una mujer observa un vehículo quemado en una calle de Teherán. Majid Asgaripour | REUTERS

24 jun 2025 . Actualizado a las 12:20 h.

Los mercados apenas han acusado el golpe, la oscilación del precio del petróleo ha sido mínima… Aunque muchos comentaristas siguen insistiendo en que el ataque directo de Estados Unidos a Irán es un hecho seriamente desestabilizador, a medida que pasan las horas se hace evidente lo que siempre fue lo más probable: que estamos ante uno de tantos «conflictos contenidos» que, lejos de ser detonantes del apocalipsis, funcionan más bien como liberadores de tensiones, o más precisamente como pulsos rituales para establecer una jerarquía de poder entre países.

Este pulso en concreto se ha saldado con el debilitamiento de Irán, que ha perdido una parte significativa de su arsenal de misiles, ha sufrido graves daños en su programa nuclear y, en general, se ha revelado menos poderoso de lo que se creía. Continuar o extender la guerra voluntariamente no tiene sentido para Teherán porque solo conseguiría debilitarse más todavía y poner en peligro lo que más le importa a su régimen político, que es la supervivencia de ese régimen político. Tampoco tiene interés para Estados Unidos ir más allá y, por ejemplo, invadir Irán. A Washington le basta con haber establecido una disuasión creíble. A partir de ahora, cada vez que quiera amenazar a Irán (o a otro país), sabe que le tomarán en serio. Puede que tanto Estados Unidos como Israel deseen un cambio de régimen como el que insinuó el domingo Donald Trump, pero de momento no hay ninguna señal de que eso sea posible ni un modo eficaz de provocarlo.

Lo que no quiere decir que la violencia se vaya a acabar de inmediato. Los bombardeos mutuos entre Israel e Irán prosiguen y seguramente continuarán durante unos días, pero hay que considerarlos flecos de lo que ya ha ocurrido. El ataque de este lunes contra bases norteamericanas en Catar e Irak se daba por descontado, porque Irán tiene que salvar la cara de alguna manera. Dependiendo de si esos ataques acaban causando bajas, podrían provocar una nueva ronda de bombardeos sobre Irán, pero, salvo accidente, este conflicto debería ir apagándose rápidamente porque no cumple ninguna función estratégica para ninguno de los dos bandos. Irán, sin duda, planea algún tipo de venganza, que se expresará por medio de una acción terrorista muy visible, como hizo en su día cuando atentó contra la AMIA en Buenos Aires (de hecho, el recién nombrado jefe interino de la Guardia Revolucionaria, Ahmad Vahidi, ha sido acusado de ser uno de los organizadores de aquella matanza); pero eso será más adelante. El cierre del estrecho de Ormuz, del que tanto se está hablando, también puede producirse, pero es improbable que se prolongue durante mucho en el tiempo. China, uno de los mejores aliados de Irán, necesita que el petróleo fluya sin problemas, y una subida del precio beneficiaría en parte a Estados Unidos, que lo exporta. La guerra puede llegar a ser irracional en lo humano, pero generalmente se da en un contexto regido por un cálculo de coste y beneficio.