La foto de la otra mitad del nuevo orden mundial

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Vladímir Putin, Xi Jinping y Kim Jong-Un, en el homenaje al fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico
Vladímir Putin, Xi Jinping y Kim Jong-Un, en el homenaje al fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico ALEXANDER KAZAKOV / SPUTNIK / KREMLIN POOL | EFE

04 sep 2025 . Actualizado a las 12:53 h.

Rápidamente, van encajando las piezas del nuevo puzle del orden mundial. Era su dibujo lo que empezaba a ser claramente visible en Pekín, durante el desfile de conmemoración de los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en China. La fotografía conjunta de Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong-un (China, Rusia y Corea de Norte) viene a ser la confirmación de algo que venía fraguándose desde hace tiempo, pero que necesitaba esta expresión gráfica para visibilizarse del todo. Atrás, muy lejos, quedan aquellas fantasías de hace no tantos años en las que muchos expertos en política internacional pronosticaban (o quizás más bien proponían) un acercamiento de Occidente a Rusia para hacer frente común al ascenso de China. Siempre fue una idea ingenua, pero la invasión rusa de Ucrania la ha enterrado para siempre. La guerra dejó bien claro que las prioridades de Putin eran otras y, de paso, al fracasar desde el primer momento, le arrojó en los brazos de China.

Pero, a pesar de la apariencia igualitaria de la fotografía de los tres líderes, no estamos hablando de una alianza simétrica, ni siquiera realmente de una alianza. China, que comparte miles de kilómetros de frontera y décadas de rivalidades con la URSS y con la Rusia actual, la ha acogido, pero solo hasta cierto punto. China no cree en alianzas permanentes y mucho menos equitativas (que, por otra parte, son casi inexistentes en la esfera internacional). Es parte de una larguísima tradición de ensimismamiento histórico del «Imperio del Medio» que antiguamente representaba en sus mapas a todos los demás países como pequeñas islas irrelevantes alrededor de su enorme masa continental. Si acaso, lo que ha hecho Xi Jinping es copiarles la idea a aquellos aprendices de brujo de los think-tanks occidentales de hace unos años y prestarse a utilizar a Rusia como una herramienta para distraer a Estados Unidos. 

Aunque Pekín vea las cosas de un modo relativamente parecido a Moscú, su calendario es muy diferente. El declive demográfico y económico que ha empujado a Rusia a aprovechar sus últimas fuerzas para recuperar una posición de peso en la escena mundial ya ha empezado también en China, pero esta todavía tiene mucho más margen de maniobra. Su gran dilema geoestratégico es cuándo atacar a Taiwán para anexionárselo. Con ese fin, ha construido en tiempo récord una Marina de guerra y una Fuerza Aérea. Todavía no están en condiciones de garantizarle a Pekín una capacidad disuasoria suficiente como para obligar a Estados Unidos y sus aliados a inhibirse (o, si no es así, lograr una victoria militar); pero Pekín sigue reforzando sus Fuerzas Armadas a pasos agigantados. Es una carrera contra reloj antes de que su demografía y su economía ya no estén en condiciones de sostener esa arriesgadísima apuesta, y sus consecuencias en el comercio mundial, que serán descomunales. Es ese otro «nuevo orden internacional» hacia el que nos encaminamos y del que el actual «nuevo orden» no es más que un período transitorio.