La otra guerra de Emiratos Árabes en el tablero de Sudán
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Se estima que las víctimas mortales en el país africano podrían superar las 150.000, y los refugiados y desplazados se acercan a los 15 millones
07 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.De acuerdo con la ONU, la guerra civil sudanesa es, junto a la guerra de Gaza, el conflicto que ha generado la más grave crisis humanitaria recientemente. Desde el inicio de la conflagración en abril del 2023, se estima que las víctimas mortales podrían superar las 150.000, y los refugiados y desplazados se acercan a los 15 millones en un país de 45 millones de habitantes. La raíz del conflicto radica en una lucha por el poder entre dos poderosos generales, Abdelfatá al Burhan, líder del Ejército sudanés, y Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti, jefe de la milicia Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), Ahora bien, la guerra no se habría podido prolongar durante tanto tiempo sin la intervención interesada de varias potencias regionales o mundiales, y muy especialmente, los Emiratos Árabes Unidos, el gran aliado de las FAR.
Si bien Abu Dabi ha negado siempre públicamente dar apoyo militar y logístico a las FAR, las evidencias de su implicación en la guerra se han ido acumulando y así lo han concluido tanto los servicios de inteligencia de EE.UU., como la ONU y Amnistía Internacional. El año pasado, el diario The New York Times reveló que Emiratos Árabes estaba utilizando una base militar en el país vecino de Chad para proporcionar armamento a las FAR de forma encubierta, ya que oficialmente la instalación está dedicada a hacer llegar ayuda humanitaria a Sudán.
Concretamente, se cree que Abu Dabi ha enviado a las FAR un sofisticado arsenal armamentístico que incluye drones, bombas guiadas, cañones de artillería howitzer, vehículos blindados, munición y equipamiento logístico. Buena parte de todo este armamento es de fabricación china. Para no dejar huella alguna, el gobierno de Emiratos hace los envíos a través de una red de intermediarios y traficantes de armas instalados en varios países, entre ellos, Libia, Uganda, República Centroafricana y Chad. Una filtración de fuentes militares estadounidenses recogida por The Wall Street Journal apunta que Abu Dabi también ha proporcionado a las FAR mercenarios colombianos a través de una base militar en Somalia.
La intervención de Emiratos Árabes en Sudán forma parte de su estrategia para convertirse en una potencia regional de primer orden a base de proyectar su poder en varios países de la zona en conflicto, como Yemen y Libia. En el caso concreto de Sudán, la relación entre ambos países es de larga duración. Emiratos ya colaboraba con el exdictador Omar al Bashir, y hace una década cientos de sudaneses lucharon en la guerra de Yemen en el bando patrocinado por la petromonarquía árabe. Sin embargo, las relaciones se agriaron cuando Al Bashir se negó a apoyar el bloqueo en Catar aplicado por Emiratos Árabes y Arabia Saudí. Además, Abu Dabi reprochaba al autócrata su proximidad a los islamistas, auténtica bestia negra del régimen emiratí.
El expolio del oro sudanés
Así pues, cuando el tirano fue destituido fruto de una revuelta popular y Sudán entró en una fase de inestabilidad política, el país del Golfo decidió aliarse con las FAR, una fuerza paramilitar afiliada al Ejército sudanés y que había sido clave en la represión de una insurgencia en la provincia del Darfur hace dos décadas. En la decisión pesaron muchos intereses económicos. La familia de Hemedti, el líder de las FAR, posee una empresa de exportación (o más bien tráfico) de oro, un mineral abundante en Sudán, sobre todo en el sur y en el oeste, las regiones con una mayor penetración de las FAR. Para los Emiratos Árabes, esta relación era clave en su ambición de convertir a Abu Dabi en un hub del comercio de este preciado mineral. Además, algunas multinacionales emiratíes poseen miles de hectáreas en tierras de cultivo en el país.
La fiebre del oro sudanés también ayuda a explicar la posición de Rusia, otro Estado con un papel importante en el conflicto. Durante años, mientras las FAR eran un brazo del Ejército sudanés, los mercenarios rusos de Wagner les asistieron a cambio de participar en el expolio del oro sudanés. De hecho, al inicio de la guerra civil, Moscú mantuvo una posición maquiavélica: vendía armas a ambos bandos. Sin embargo, en abril del año pasado, la posición rusa basculó para pasar a apoyar exclusivamente al Ejército sudanés. A cambio, el presidente Putin recibió la promesa de hacer efectivo un viejo sueño: disponer de una base naval en el Mar Rojo.