Unas medallas muy masculinas

Pablo Batalla GIJÓN

ASTURIAS

El palmarés de medallas de oro y plata del Principado de Asturias revela un abrumador desequilibrio entre premiados y premiadas individuales: 96 hombres y 24 mujeres

29 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

96 hombres y 23 mujeres, 80% y 20%: así de abrumador es el desequilibrio entre premiados y premiadas individuales en el palmarés de las Medallas de Asturias, que el Principado entrega en un acto solemne cada 8 de septiembre desde 1986. Aquel año, el entonces príncipe Felipe de Borbón fue galardonado con la medalla de oro y Dionisio de la Huerta, Antonio Carús, Manuel Fernández-Pello y Paulino Vicente Rodríguez con las cuatro de plata. Se iniciaba así un predominio masculino que no se ha ido corrigiendo con el tiempo: ninguna mujer ha sido premiada a título individual con una medalla en 2015 y 2016, debiendo conformarse estos dos últimos años la mitad del género humano con su presencia en las cúpulas de galardonados colectivos como el Grupo Industrial Asturfeito, la Corporación Masaveu, la Fundación Banco Sabadell o la Asociación de Ayuda a Personas con Parálisis Cerebral. Para encontrar una premiada a título individual hay que remontarse a 2014, cuando se concedió una medalla de plata a la catedrática de estadística María Ángeles Gil. En contrapartida, ese año fueron premiados cinco hombres: plata para el sindicalista Manuel Fernández Lito a título póstumo, el ganadero José Ramón Badiola y los empresarios Tomás Casado y Emilio Serrano y oro para el Padre Ángel.

Ninguna mujer ha recibido jamás a título individual una Medalla de Asturias de oro, galardón que sí han llegado a recibir 19 hombres, cuatro de ellos a título póstumo. El único oro que se puede considerar femenino es el que las cigarreras de Cimadevilla recibieron colectivamente en 2002, pero ni siquiera entonces consiguieron las mujeres ser las protagonistas principales de la ceremonia, toda vez que aquél fue uno de los únicos dos años desde 1986 en que no se concedió una, sino dos medallas de oro, y la otra fue a parar a Juan Cueto.

En cuanto a las Medallas de Asturias de plata, nunca han sido concedidas a más de dos mujeres en un mismo año, habiendo habido varios en que se ha galardonado a hasta cuatro hombres. Y lo habitual es que se concedan medallas de plata sólo a una mujer. Dos platas en lugar de sólo una o ninguna, sólo las consiguieron las mujeres en 1994 (María Josefa Canellada y Zenayda Álvarez Bárcena frente a cuatro hombres), 1999 (Sara Suárez Solís y Corín Tellado, tres hombres y una entidad) y 2005 (Nené Losada y María Dolores Muñiz, tres hombres y dos entidades).

Sobre las razones de este desequilibrio entre hombres y mujeres hay diversidad de opiniones. El Padre Ángel, medalla de oro en 2014, no considera que «la desigualdad entre medallistas hombres y mujeres se deba a la mala fe de los otorgantes, sino más bien a la mala costumbre de pensar que los hombres son más merecedores de medallas que las mujeres». Parecida opinión tiene Rosa María Cid, profesora de historia antigua en la Universidad de Oviedo y responsable del grupo feminista de investigación Deméter, para quien «semejante desequilibrio no responde a la realidad de la presencia de mujeres importantes en todos los ámbitos» y su explicación «en una costumbre adquirida e inconsciente derivada de que los hombres salen más en los medios de comunicación y están más presentes en los círculos de poder». Ello no es, en todo caso, excusa para Cid, que se muestra indignada por que «por un lado se promuevan políticas de igualdad y por otro no se haga un esfuerzo por corregir estos desequilibrios en materia de visibilidad».

María Ángeles Gil, la última medalla de plata femenina, opina a su vez que «se suele premiar a gente de cierta edad y siempre a algún empresario, y las cúpulas empresariales han sido abrumadoramente masculinas hasta fechas muy recientes». A su decir, el desequilibrio es «una cuestión generacional que va a tender a corregirse y que acabará teniendo reflejo en las medallas». Recuerda la catedrática que «otros sectores donde la presencia femenina ha sido históricamente mayor, como el mundo de la cultura, el arte y la Universidad, sí han ido consiguiendo medallas».

Ausencias llamativas

En efecto, la mayor parte de las 23 mujeres premiadas en estos años han provenido del mundo de la cultura, el arte y el intelecto. Concretamente, el reparto es como sigue: siete escritoras y artistas, cuatro mujeres vinculadas a la Universidad, dos religiosas, dos deportistas, tres mujeres del sector sanitario, tres del mundo rural y tradicional, una científica (Margarita Salas), una empresaria (Conchita Quirós, propietaria de la librería Cervantes de Oviedo) y María de las Alas Pumariño, fundadora de la Asociación de Viudas de la República Rosario Acuña.

Pero aun circunscribiéndose a esos sectores donde la presencia de mujeres es más antigua y sólida y renunciando a buscar empresarias donde no las hay, el número de premiadas podría ser mucho mayor, al menos al decir de Rosa María Cid, que denuncia lo que considera «ausencias llamativas». Pone Cid los ejemplos de la bióloga Eva García, de la activista Carmen Bascarán y de la filósofa Amelia Valcárcel exponiendo que «si hay un ejemplo de mérito y asturianía merecedor de una medalla es el de Bascarán: una mujer de familia burguesa que rompe con todo y se va a Brasil a ayudar a los pobres y que ha llevado el nombre de Asturias allí donde ha ido. Y Amelia Valcárcel lo mismo: una obra filosófica interesantísima y de primer nivel que nadie entiende que no haya recibido un premio habiéndolo recibido hombres de méritos mucho más modestos».

Concepción Lozana, una de las cigarreras de Cimadevilla premiadas en 2002, considera igualmente que «el balance no responde a la realidad» y pone también su propio ejemplo de lo que considera ausencias imperdonables, en este caso una que, a su juicio, merecería un premio colectivo: el de «las mujeres de IKE, a quienes nunca les han dado ningún premio mereciéndolo tanto o más que nosotras». En estos treinta años han sido tres los colectivos y entidades exclusivamente femeninos premiados: las propias trabajadoras de la Tabacalera gijonesa, las mujeres artistas de la plástica contemporánea asturiana (2004) y la Asociación de Mujeres Campesinas (2007). Entre el resto de los 64 galardones a entidades, empresas y colectivos ha habido a veces presencia de mujeres, caso de la medalla de plata de 2003 a los represaliados del franquismo que recogieron Manuel García, Marcelo García, Anita Sirgo y Luzdivina García. Pero la norma ha sido el protagonismo masculino también en estos premios no individuales, casi siempre recogidos por hombres y en algún caso, como el del Real Sporting (medalla de plata en 2005, coincidiendo con el centenario del club), otorgados a colectivos tan exclusivamente masculinos como exclusivamente femenino fue el de las cigarreras. Nunca se ha premiado, por otra parte, a ninguno de los muy renombrados grupos feministas de la región, tal como denuncia también Rosa María Cid. La profesora pone el ejemplo de «Les Comadres de Gijón, que lleva a cabo una labor importantísima tanto de promoción cultural como de reivindicación feminista y que puso en marcha el Tren de la Libertad, que tuvo una enorme repercusión».

Cabe preguntarse si este desequilibrio irá siendo subsanado en el futuro o demostrará la misma persistencia que otros del mismo tipo. El padre Ángel es optimista al respecto: «creo», dice, «que nunca la mujer se ha acercado tanto a tener los puestos y dignidades que debería tener como en estos últimos cincuenta o cien años. Lo vemos en todos los ámbitos: lo mismo en la empresa que en la política que en la Iglesia». También Cid espera que «en el futuro se corrija este desequilibrio», y espera al respecto una emulación de lo sucedido en los Premios Princesa de Asturias, donde «en su momento llamó la atención esto mismo, la ausencia de mujeres, y últimamente ya han ido premiando a más: por ejemplo este año a Núria Espert y Mary Beard».

Sea como sea, Asturias no es ni mucho menos una isla patriarcal en un mar feminista: en Cantabria, sólo una mujer, Paloma O’Shea, ha sido condecorada con las medallas de allá, oro o plata, desde 1987. En Extremadura, el balance de las 140 Medallas de Extremadura otorgadas desde la puesta en marcha del galardón es de 70 hombres y 20 mujeres. Y en Galicia, desde 1984, han recibido las medallas de oro de la región 50 hombres, 18 entidades y una sola mujer.

Al 51% de la población todavía le queda mucho para tener el 51% de la visibilidad.