«El PSOE corre el riesgo de convertirse en irrelevante y mera muleta de la derecha»

Pablo Batalla Cueto

ASTURIAS

Faustino Blanco
Faustino Blanco

El exconsejero de Sanidad Faustino Blanco opina sobre la crisis que vive el PSOE alineándose en el sector sanchista y haciendo críticas duras a los barones y la gestora

13 nov 2016 . Actualizado a las 17:32 h.

Faustino Blanco fue consejero de Sanidad en el primer gobierno de Javier Fernández (2012-2015) y hoy es, junto con Adriana Lastra, el más esclarecido pedrosanchista de la FSA. Califica de «algarada antiestatutaria» lo sucedido en el ya histórico Comité Federal socialista del pasado 1 de octubre y hace críticas duras a los barones de su partido, a la gestora que lo dirige y a su presidente, un hombre, dice, «de indiscutible capacidad» pero deslegitimado para ocupar un puesto que exige una neutralidad de la que Fernández carece en tanto parte activa del conflicto.

-¿Cómo de profunda es la crisis que abate al PSOE?

-Es una crisis severa, porque afecta al ser del partido en tanto organización. Hay un riesgo claro de que el PSOE, que hasta ahora era un partido estructurante en la política española tuviera más o menos fuerza o más o menos frescura, pase a convertirse en un partido pequeño o incluso en uno irrelevante.

-¿Cómo de antiguas son las raíces de la crisis del PSOE? Más allá de que el gran estallido se haya producido ahora, parece claro que no es algo que haya sobrevenido bruscamente, sino un proceso de cocina lenta con precedentes remotos en algún caso. Hay quien remonta la crisis a 1996.

-El PSOE fue un partido que tuvo una enorme perspicacia en la Transición y los primeros años de democracia. Felipe González articuló en torno a sí un proyecto radical de izquierda diferenciada de la derecha y eso hizo al partido adquirir una fuerza enorme y ocupar un espacio muy importante que era evidente que existía en la sociedad. El problema es que los partidos, cuando se institucionalizan y se vuelven muy grandes, muchas veces pasan a tener una perspectiva más de acción y de tacticismo que de oferta política a largo plazo. Ya con Felipe González se inició una cierta retirada ideológica, y es cierto que después hay un nuevo pico de protagonismo con Zapatero, pero mirándolo retrospectivamente uno se da cuenta de que Zapatero hizo reformas muy importantes que afectaban a derechos y a minorías y por lo tanto daban lugar a una sociedad más democrática e inclusiva, pero que con él el partido siguió sin tener esa idea de una socialdemocracia de futuro.

-Javier Paniagua, exdiputado socialista valenciano que acaba de publicar una historia reciente del PSOE en la editorial Crítica, etiqueta aquellos años como los del socialismo compasivo.

-No, comprometerse con minorías y con grupos que tienen limitados sus derechos no es compasión. Todo ese campo semántico -conmiserar, compadecer, etcétera-, siempre da una idea de algo de pequeño calado, y yo creo que las medidas de Zapatero no lo fueron. Se puso mucho en riesgo, y de hecho Zapatero fue muy atacado por la derecha. Ahora bien, lo que sí que está clarísimo es que se funcionó a ráfagas de iniciativa más que sobre la base de un proyecto socialdemócrata sólido a diez, quince años vista. Después aparece una crisis que nos tritura y la decisión de Zapatero de ser responsables cueste lo que cueste nos mete en una situación complicada. Empieza a haber ya una cierta contestación a la dirección del partido que se quiere zanjar con el Congreso de Sevilla, pero no parece que allí se cerrara nada: simplemente se pospuso una crisis que después el partido intentó resolver proponiendo un candidato a los órganos de la dirección. Ese candidato era Eduardo Madina, pero Madina dijo: «Yo no quiero ser el candidato de la oficialidad, sino que quiero ganarme la secretaría general por mérito» y se metió a unas primarias que él creía erróneamente que tenía aseguradas.

-Dicen las malas lenguas que Susana Díaz regó de avales la candidatura de José Antonio Pérez Tapias para permitirle presentarse, dividir con ello el voto de izquierdas y garantizar la victoria de Sánchez.

-Yo eso no puedo afirmarlo. Lo que sí está claro es que a Pedro Sánchez quien lo apoya es el Partido Socialista de Andalucía, que es el de Susana Díaz, probablemente pensando que si ganaba Madina podía ser un tapón a sus aspiraciones. Aspiraciones legítimas, ¿eh? Pero igual de legítimas que que un secretario general, que es el más alto directivo de una organización, quiera volar cuando se le nombra.

-¿Cómo valora los dos años largos de secretaría general de Sánchez?

-Yo creo que Pedro Sánchez no es un tipo que haya cometido errores. Convocó los órganos de dirección con cierta asiduidad y no tomó decisiones personalistas.

-¿No fueron decisiones personalistas la destitución de Tomás Gómez en Madrid y el polémico relegamiento de Madina a la séptima posición en las listas madrileñas para el 20-D y el 26-J, por detrás de la independientes como Irene Lozano o Zaida Cantera?

-Vamos a ver, todos los secretarios generales toman decisiones no siempre compartidas. Si queremos sacar el microscopio electrónico y encontrar a alguien perfecto que no haga nada que no esté superreconocido, tendremos que mirar en las hemerotecas a ver si ha existido alguna vez. No se equivocó pocas veces Felipe González, y mira quién es Felipe González. Se equivocó muchísimas veces, Felipe González. Muchísimas. Pero el partido le reconocía y le perdonaba. Lo de Tomás Gómez, yo no lo conozco en profundidad, porque no conozco bien la federación de Madrid, pero está clarísimo que el partido a nivel federal es competente para hacer eso. En aquel momento, Pedro Sánchez entiende que Gómez está limitando o debilitando a la organización en su conjunto y toma una decisión para la que es competente y que es aprobada por los órganos de dirección del partido. Puede parecernos mejor o peor, pero se hizo desde la legalidad de los estatutos. Claro, el que sale damnificado siempre va a luchar, pero yo no creo que aquella decisión haya sido mala, sobre todo viendo que hemos recuperado gente de enorme perfil, como Ángel Gabilondo. En un partido espeso, cerrado en sí mismo, alguien como él no hubiera tenido espacio. Y gente como Gabilondo tiene que tenerlo.

-¿Qué hay de lo de Madina?

-Cuando uno pierde la posibilidad de ser líder, como fue el caso de Madina, lo que procede es ser discreto, saber ponerse a un lado y decir: «Aquí estoy, se puede contar conmigo y no voy a convertir todas las decisiones que se tomen en torno a mí en un elemento de discrepancia». Yo creo que Madina no hace eso y la prueba es que, siendo bilbaíno, él pasa a la federación madrileña. No busca una recuperación política desde abajo, sino desde arriba. Con esto no quiero decir que no sea un líder válido: lo que quiero decir es que no fue humilde por su parte crear un problema en torno a su puesto en la lista de Madrid cuando sus orígenes ni siquiera están en la federación madrileña. Madina también debería haber entendido que las reglas del juego son muy claras y que cuando uno decide mantener una posición muy beligerante contra un secretario general debe tener presente que el secretario general tiene mucho poder -y me refiero a poder reconocido, no a poder abusivo-. Aún así, en las segundas elecciones Pedro no lo relegó, sino que lo mantuvo en su puesto y salió elegido.

-¿Cuáles fueron a su juicio las principales virtudes de Sánchez en tanto que secretario general?

-Pedro conectó con la militancia, generó ilusión y recuperó un espacio que se estaba difuminando. Justamente ayer leía un artículo que decía que el espacio político se gana desde la izquierda, no desde el centro, como solemos creer. Él empezó a hacer más explícita esa idea de un proyecto con más identidad, menos pegado a esos conciliábulos a los que una parte del partido quiere arrimarse. Y lo hizo respetando a la Conferencia Política. El programa socialista no se lo ha leído casi nadie, porque tiene en torno a trescientos folios, pero yo me lo he leído y es muy atractivo, quizá algo denso para el consumo general pero porque la complejidad no se resuelve con cuatro pinceladas. Es un programa que se hizo con un enorme grado de participación política de la militancia. En Madrid, en la reunión de cierre del programa, había fácilmente trescientas o cuatrocientas personas, y no para simplemente otorgar una bendición urbi et orbi, como otras veces, sino para participar y ser escuchada. Yo mismo hice setenta y tantas enmiendas relacionadas con el bienestar social y me fueron aceptadas unas sesenta. Cuando te aceptan el ochenta por ciento de tus enmiendas es que se escucha de verdad. No te meten simplemente un par de líneas para aparentar que se ha escuchado.

-De todas maneras, con Pedro Sánchez a la cabeza el PSOE ha roto su suelo electoral dos veces.

-No, eso no es así. El partido tiene una bajada terrible de apoyos desde 2008, es decir, mucho antes de que llegase Pedro Sánchez. Imputarle a un tipo que lleva dos años la crisis del PSOE cuando ya antes la situación era muy mala es hacer trampas en el solitario. Ya en 2011 se obtienen los peores resultados de la historia, con la diferencia de que entonces todavía estábamos en el bipartidismo. En 2015 Sánchez compite ya en un sistema multipartidista, y aun así consigue que el PSOE siga siendo la fuerza mayoritaria de la izquierda. En junio pierde cien mil votos y cinco diputados, pero los pierde con una participación mucho menor: en porcentaje de voto sí que aumenta algo. Y las encuestas decían que en unas terceras elecciones iba a aumentar aún más. Estábamos remontando o empezando a remontar y a generar ilusión.

-¿En qué momento los barones dicen: «hasta aquí con Pedro Sánchez»?

-Había ruido ya desde diciembre de 2015, y en febrero ya aparece algún barón llamando a cargarse al secretario general aunque saquemos cincuenta diputados. Una discrepancia muy legítima, pero que debía resolverse, como todas las discrepancias, en el seno de un partido que es profundamente democrático. Democrático de democracia representativa y democrático de democracia participativa: las dos cosas. Nadie se abrió las carnes cuando en marzo se sometió el acuerdo con Ciudadanos a la opinión de la militancia. Y nadie debería habérselas abierto, y haberse lanzado en consecuencia a descabalgar a Pedro con métodos muy poco presentables, cuando Pedro propuso unas primarias y un congreso, porque hasta descabalgar a un líder está previsto en los estatutos. Se podría haber hecho una moción de censura en un Comité Federal con las firmas suficientes. Lo que pasa es que ése no parecía un método que se pudiera explicar bien y se prefirió hacer una algarada muy poco presentable y antiestatutaria.

-En todo caso, aunque supusieran retorcer un tanto la legalidad, las famosas diecisiete dimisiones sí son un procedimiento admitido por los estatutos, ¿no?

-Ya, pero hombre, sobrevenir de golpe diecisiete dimisiones a las diez de la mañana? Es muy poco presentable, por no decir algo más brusco. En todo caso, lo que dice Pedro entonces es: «Tengo que dimitir, vale, pero apliquemos los estatutos». Hasta una situación así está prevista en los estatutos. Y además es imperativo; no, como ahora se pretende transmitir, interpretable en base a la experiencia o la costumbre. Estamos hablando de un partido federal: no se puede establecer una semejanza con la agrupación de Gijón o la de Pola de Lena o la de Madrid. No es lo mismo. El partido no sufre por una situación parcial. Cuando no hay un órgano superior es diferente: hay que ser pulcros con las normas.

-¿Fue la pretensión de Sánchez de pactar con Podemos y los nacionalistas lo que terminó de enfurecer a quienes le defenestraron?

-Fue el momento que les pareció más solvente mediáticamente; el que les pareció que producía más comprensión. Pero es que si hay tres noes, alguno de ellos no se puede cumplir. Si se dice que no a unas terceras elecciones y se dice que no a un gobierno con un Rajoy que simplemente se sienta a esperar, la única salida es conformar un gobierno alternativo. Yo creo que Sánchez tenía legitimidad para intentarlo, pero ni siquiera se le consintió sondear la posibilidad. Se le dijo que con Podemos ni hablar, pero oiga, aquí, ¿quién pone los acentos? Con Podemos gobernamos en Aragón, en Castilla-La Mancha, en Extremadura y en multitud de ayuntamientos, y con formatos diversos: gobernamos nosotros con apoyo de Podemos, gobierna Podemos con apoyo nuestro, etcétera. ¿Por qué lo que vale para Extremadura no vale a nivel nacional? ¿Por qué esa línea roja? Cuando hay pluralismo político hay que dialogar, y la izquierda tiene que hacerlo, porque si no lo hace va a gobernar siempre la derecha, y el PSOE se va a convertir en una mera muleta de la derecha. Si una fuerza que representa a la izquierda tiene cinco millones de votos, hay que hablar con ella para llevarla a un espacio compartido. Con Pedro Sánchez ha parecido que dialogar era algo inadmisible en política, pero la política es diálogo, y a mí de Podemos me preocupan muchas cosas, pero no me asusta nada de lo que dice. Tampoco creo que Pedro Sánchez haya sido más atrevido que el Felipe González que en 1982 presenta una moción de censura contra el gobierno de UCD y después hace una estrategia de oposición radical a la derecha en un contexto de ruido de sables.

-¿Usted pactaría, pues, con los nacionalistas?

-Yo creo que el nacionalismo no debe tener varias caras en función de lo que conviene. ¿Rajoy hace una mesa parlamentaria con los nacionalistas y nosotros no podemos hablar con ellos? Nosotros tenemos un proyecto para una España federal, ¿no? ¿Vamos a hacer un proyecto federal al margen de ellos? Hombre, no, habrá que hablarlo con ellos. ¿Cómo se va a articular un acuerdo si no? Hay que hablar con ellos. Y si no hay manera de llegar a un acuerdo con ellos, pues no se acuerde nada con ellos, pero por intentarlo que no quede. Los barones dicen: «¡Cómo se va a negociar con estos locos!». Y oiga, Podemos y los nacionalistas serán unos locos, pero son nuestros locos. Me refiero a que representan a una parte del país. Negarse a hablar con ellos es una actitud muy antidemocrática. Y si se habla con ellos y no consigue acordarse nada y hay que ir a terceras elecciones, pues se va a terceras elecciones. Los barones decían que si se iba a terceras elecciones el PP ganaría por mayoría absoluta, pero a mí no me parece que necesariamente tuviera que ser así. De hecho, la última encuesta del CIS no pronostica nada de eso. Lo que sí pronostica es una catástrofe para nosotros que era bastante esperable después del Comité Federal del 1 de octubre, pero al PP no le da una gran subida.

-Todos los partidos se mantienen más o menos igual salvo el PSOE, que cae cinco puntos.

-Así es. El único que cae es el PSOE cuando tres o cuatro días antes de las diecisiete dimisiones las encuestas decían que el PSOE se mantenía o incluso subía algo.

-¿Cómo valora la actitud de Podemos desde las elecciones del 20 de diciembre?

-Está clarísimo que Podemos, en marzo, se equivoca de medio a medio. Y lo digo desde el punto de vista de su propia estrategia, ¿eh?, no atendiendo a lo que le convenga al PSOE. No se puede generar frustración en la gente que te vota, y en una situación de multipartidismo uno no puede instalarse en un todo o nada. ¿Sólo tú defines todos los términos del cambio? ¿«O yo soy el poder o la gente deberá esperar por mí»? ¿No hay transacción? ¿No ha lugar a un espacio de entendimiento? Me parece un gran error de análisis de un partido que generó una ilusión de cinco millones de electores. Un partido que aspira -legítimamente- al poder debe asumir que es difícil alcanzar el poder en dos o tres años, y que mientras tanto debe negociar y llegar a acuerdos con otros partidos.

-¿Qué pacto hubiera preferido usted después del 26 de junio? ¿Abstención negociada, pacto Podemos-Ciudadanos, pacto Podemos-nacionalistas...?

-Hubiera preferido que el PSOE no asumiese un protagonismo que no le correspondía. Una cosa es que yo piense que el partido debe ser un partido estructurante y otra que el PSOE tenga la obligación de resolver por sí solo la situación del país. El país tiene que resolverlo el conjunto de la representación política. Tiene que resolverlo Rajoy, que sin embargo se limitó a sentarse y a decir: «Vayan pasando». No, oiga, ¿cómo que vayan pasando? Usted ha ganado las elecciones, así que al contrario: voy a ser yo quien me siente y tendrá que ser usted quien venga a intentar convencerme de que lo apoye y quien, si yo le digo legítimamente que no, busque otros apoyos, que además tiene mayoría suficiente para buscar. Trabájeselo, y si usted no se lo trabaja, nosotros tomaremos decisiones al respecto, porque somos un partido responsable. Rajoy puso la pelota en nuestro tejado y nosotros empezamos a jugar con ella, y yo creo que eso es un error político. Si tiene que gobernar la derecha, que gobierne la derecha, pero si la derecha no consigue gobernar, ¿por qué no vamos a buscar un gobierno alternativo? Y si no conseguimos formar un gobierno alternativo, ¿por qué no vamos a ir a terceras elecciones? A lo mejor la cosa se mueve, o a lo mejor la perspectiva de unas nuevas elecciones hace a Rajoy formar gobierno. Desde luego, yo creo que habríamos ganado credibilidad, porque habríamos dejado claro a las bases y al electorado en general que nosotros somos alternativa y por lo tanto gobernar con la derecha es para nosotros un imposible medieval. Unas elecciones también son un estado de ánimo: si tú te presentas a unas terceras elecciones diciendo cuál es tu activo y por qué estás dónde estás, yo no tengo tan claro que se te vaya a penalizar.

-La culpa de que fracasara la investidura de Pedro Sánchez en marzo, ¿es sólo de Podemos, o también en parte del PSOE por no haber sabido o no haber querido ganarse el apoyo de Podemos?

-Se pueden hacer muchas hipótesis, pero lo que está clarísimo es que el PSOE contactó con Podemos desde el primer momento y Podemos, sin embargo, quiso jugar a las dos orillas: yo estoy en esta orilla y tú tienes que dejar la tuya y venir aquí. No se puede pretender que la fuerza mayoritaria de la izquierda se avenga a las posiciones de la minoritaria, y por incómodo que a Podemos le pudiera resultar apoyar nuestro acuerdo con Ciudadanos, llegar hasta el punto de preferir un gobierno de la derecha me parece un gran error. Si Podemos hubiera apoyado a Pedro Sánchez, hoy habría un gobierno de la izquierda. Y oiga, Ciudadanos es de derechas, pero es una fuerza que pretende adquirir una identidad propia dentro de la derecha. Consolidar una derecha diferente a la que tenemos, llena de corrupción y poco homologable a la europea, también es importante. En Dinamarca o en Alemania, Rajoy sería pasado desde hace tiempo. Aquí no sólo es presente sino que casi es futuro.

-Si el gran error de Podemos fue no apoyar a Pedro Sánchez en aquella sesión de investidura, ¿cuál ha sido el del PSOE en estos meses?

-No haberse puesto al lado del secretario general. Si el PSOE hubiese sido un partido sólido y rocoso, a lo mejor hasta eso de marzo se hubiese solventado de forma diferente. Lo que ha pasado, por ejemplo, en Galicia y el País Vasco, es de una gravedad extrema. ¿Cómo puede ser que, salvo Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo, nadie fuera a hacer campaña a unas comunidades autónomas en las que el partido tiene una dificultad de representación clarísima? Me parece un escándalo. Si el partido quiere mejorar su presencia social tiene que ser una máquina de trabajo y abandonar los yoísmos, los egos.

-¿Cómo valora el papel de Felipe González en toda esta historia?

-Lo valoro recordando el Felipe González de 1982, que era un auténtico martillo de radicalidad que transformó por completo este país haciendo apuestas fuertes por instituciones de bienestar que hoy son la biblia de la izquierda. El Servicio Nacional de Salud se aprobó en 1986 con los votos en contra de toda la derecha y la abstención del PCE, y se aprobó porque Felipe apostó por él. Y yo entiendo que el paso del tiempo vaya determinando posturas más conservadoras, pero desde luego estoy decepcionado. Pienso, además, que Felipe González jamás hubiera consentido, como secretario general, una algarada como ésta contra Pedro Sánchez de la que él ha sido un actor importante. Hubiera montado una contraalgarada aún mayor: era un tipo de armas tomar. Si es verdad lo que ha salido en la prensa de que hubo una reunión entre el IBEX, Cebrián, Rubalcaba, el CNI, ya casi roza hasta el delito. Desde luego, Felipe González se ha convertido en un incordio.

-¿Cómo valora el papel de El País y el Grupo PRISA?

-Como un grave error desde el punto de vista de su propia estrategia empresarial. El País se convirtió en su momento en el gran periódico español porque, en el marco de un consenso no explícito acerca de la necesidad de un pluralismo informativo, eligió ocupar un segmento del negocio de la comunicación que no estaba ocupado: una posición socioliberal que contrapesaba de algún modo la de las cabeceras de la derecha. Ese espacio que explicó su éxito, El País lo ha ido abandonando y ha pasado a acercarse a otro que ya está bien ocupado con el Abc, La Razón, El Mundo, etcétera. Difícilmente El País va a ocupar un espacio que ya está colmatado, y si ese viaje le hace perder lectores, como de hecho ya los está perdiendo, corre el riesgo de volverse irrelevante. Con la Cadena Ser sucede lo mismo: no entiendo que una emisora que es líder con cuatro o cinco millones de oyentes quiera dejar de ser lo que la ha hecho líder y pasar a convertirse en la COPE u Onda Cero. Pero bueno, el Grupo PRISA es una empresa privada y ellos sabrán lo que hacen como tal empresa privada. Eso no me preocupa. Lo que sí me preocupa es la ruptura de ese pacto tácito de pluralidad que de alguna manera el Grupo PRISA ha traicionado.

-¿Cómo interpreta, a toro pasado, el hecho de que Alfredo Pérez Rubalcaba entrara en el consejo de administración de El País apenas un mes antes de la defenestración de Sánchez?

-Rubalcaba tiene todo el derecho del mundo a estar en el consejo de administración de El País, porque es una persona que tiene una enorme capacidad y porque yo creo que hay que limitar al extremo las puertas giratorias, pero no impedir a la gente con talento que encuentre empleo en el sector privado. Ahora bien, creo a Rubalcaba que le faltó el don de la oportunidad. ¿Eso tenía que ser ya, ya? ¿El País le dijo: «o eres consejero ahora o no lo serás nunca»?

-¿Cómo valora el papel de alguien a quien usted conoce bien: Javier Fernández?

-No me gusta el papel de Javier Fernández. Javier es una persona de una enorme capacidad: eso nadie va a discutirlo. Pero hay un vicio de entrada, que es que la gestora que preside ha sido generada por un bando que ha tomado el partido. Si reconocemos que una gestora tiene legitimidad para existir, cosa que yo considero como mínimo discutible, su presidente -y también sus miembros, pero sobre todo su presidente- debe ser un tipo que articule a las partes, no una parte él mismo. Patxi López, por ejemplo, podría ser un buen presidente de gestora: es un tipo que parece más neutral, más primus inter pares, más capaz de hacer eso que últimamente llaman coser. Javier no; Javier es una parte del conflicto. Por otro lado, una gestora tiene que tener una hoja de ruta muy clara, no hacer esperar a la gente. En política no vale eso de «el tiempo dirá». Tiene que haber un calendario claro y tiene que haber, también, un espacio de intercambio de opinión no circunscrito a baronías. Esa idea de que no se puede consultar a las bases, de que el partido se ha radicalizado o podemizado, no deja de ser una huida hacia delante y un arrimar el ascua a su sardina. El partido tiene que resolver sus problemas colectivamente. Si nos equivocamos, nos equivocamos todos. Además, ¿quién dice que la gestora no puede también equivocarse? En fin, yo, en este sentido, critico seriamente a Javier Fernández. Y le critico también porque Javier sigue siendo presidente de Asturias, y si ya lo era en una posición muy difícil, gobernando en minoría con catorce diputados, su papel en todo esto no puede hacer sino agravar lo precario de su situación. Javier tiene que gobernar, y para poder gobernar tiene que hablar con Podemos y con Izquierda Unida, algo que ahora se hace mucho más difícil. También le critico por un error muy significativo, que es no ir al congreso del PSC. Dijo que no podía ir por razones de agenda, y puede que sea cierto que tiene una agenda muy complicada, pero entonces debería haber enviado en su lugar a alguien de la gestora. La gestora también tiene esa responsabilidad y también está abdicando de ella.

-Que Javier Fernández no es un buen candidato a liderar el partido por ser una parte del conflicto, ¿no puede decirse también de Pedro Sánchez, que es la otra?

-Es que Pedro Sánchez no es parte: Pedro Sánchez era el todo elegido por las bases en unas primarias democráticas que unos señores llamados barones no aceptaron. No cometió ningún error, no cometió ningún delito, no hizo ninguna traición y tiene todo el derecho del mundo a aspirar a presentarse a unas elecciones.

-¿No sería mejor, con vistas a apaciguar la situación interna del partido, optar por un candidato que defienda los mismos postulados que Sánchez pero sea un rostro nuevo no asociado directamente a lo sucedido en el último par de meses, caso de Josep Borrell?

-Borrell es un activo del partido y un tipo muy solvente con el que yo tengo una buena relación. Es un torrente de conocimiento, de experiencia y de inteligencia. No sé si en este partido en el que los que tenemos canas ya no cotizamos al alza Borrell tiene alguna oportunidad, pero en todo caso a mí me gustaría que Borrell pasase a la primera línea, porque no nos sobran borreles precisamente.

-Si se presentan a las primarias Pedro Sánchez y Borrell, ¿a quién votará usted?

-Mi responsabilidad está en apoyar a Pedro. Por lo que representa, ¿eh? Yo con Pedro he estado cuatro veces en mi vida. Y en dos de ellas estuve hablando mucho tiempo con él, pero no he estado setenta y tres veces con él, ni somos amigos íntimos. Ni siquiera soy sanchista de origen: en las primarias de 2014 apoyé a Madina. Pedro fue ganándome con el tiempo cuando fui viendo que era un tipo que hacía las cosas razonablemente bien y que aguantaba como un verdadero líder las presiones que recibía, que no han sido pocas ni fáciles de soportar. En estos años no se le ha dado tregua, y a pesar de eso ha sabido mantener la dignidad, la discreción, el tono y la apuesta.

-¿Cree que Susana Díaz se va a presentar?

-Creo que, si todo este ruido tiene la base que parece tener, es decir, su ambición de liderar el partido, no le queda otra. Paso al frente y a ver qué pasa. Las entronizaciones por aclamación, para los monarcas. Para liderar un partido democrático hay que presentarse a unas elecciones y hay que ganarlas.

-Debe presentarse, OK. Pero, ¿se presentará?

-Hay que preguntárselo a ella. El año pasado dijo que no se presentaba porque se debía a Andalucía y ahora parece que ha dicho que en primavera anunciará si se presenta. Pero oiga, este partido, ¿qué debe, estar embelesado esperándola? Sus tiempos, ella puede decidir cuáles son, pero los tiempos del partido ni son ni deben ser los de Susana. El partido tiene que avanzar y la crisis tiene que cerrarse ya.

-¿Qué va a pasar con el PSC y con los diputados díscolos que se mantuvieron en el no a Rajoy?

-Espero que nada grave ni con ensañamiento, que por otra parte creo que es el sentir general de la militancia. Hay que entender a los que tomaron una decisión en conciencia y, si los estatutos estipulan alguna figura sancionable, debe tomarse en sus términos más livianos. En todo caso, los gestos no van por ahí, porque ya se ha tomado la decisión de descabalgar a algunos de esos diputados de sus puestos en el Congreso. Con una pequeña multa yo puedo estar de acuerdo, pero con más no. Si se ubicó a Margarita Robles en Justicia y era buena en aquel momento, no creo que deje de serlo por votar no a Rajoy, y así con los demás. Ni siquiera estoy seguro de que la gestora sea competente para tomar esas decisiones. La función de una gestora es resolver lo más urgente, y lo más urgente es reponer la dirección del partido tal como establecen los estatutos. Más dibujos no, ¿eh?

-¿Qué va a pasar a partir de ahora?

-No sé qué va a pasar, pero lo que se ve no es nada muy gratificante. No parece que baje el nivel del agua y me parece que se va a quebrar más la organización. Ojalá me equivoque.

-¿Qué debería pasar? ¿Congreso ya, primarias ya?

-Decir ya cuándo se convoca el congreso y cuándo se convocan las primarias y a partir de ahí ponerse a trabajar. Eso puede hacerse así por varias razones: la primera de ellas, que es lo que estipulan los estatutos que puede y debe hacerse. En segundo lugar, nadie sabe cuánto va a durar esta legislatura que a partir de mayo va a estar en manos de Rajoy. De aquí a mayo es un suspiro, y si el partido no tiene sus problemas resueltos para entonces podemos encontrarnos con un problema muy serio si Rajoy decide convocar elecciones. Podemos acabar en ese espacio de fuerza irrelevante, y eso sí que no nos lo podemos permitir.

-¿Qué opinión le merece la seguridad que muestran los abstencionistas en que la oposición parlamentaria va a poder, en expresión de Madina, crujir vivo a Rajoy y su legado sirviéndose de su mayoría en la cámara?

-No tiene base de ningún tipo, y ellos lo saben. No tratemos a los militantes y a los ciudadanos como menores. El país está organizado constitucionalmente para que haya un gobierno que tenga competencias y mucha fuerza. Además, estamos hablando de un gobierno que ya tiene sus grandes reformas hechas: la laboral, la autonómica, la educativa, los recortes, etcétera. Si encima ese gobierno tiene mayoría en la mesa de la cámara, como es el caso, puede darle al legislativo el ritmo que estime oportuno. Y además de todo eso, el Gobierno tiene la potestad de vetar cualquier ley que tenga un impacto económico que considere negativo para el presupuesto. Hay muy pocas leyes que no tengan ningún impacto económico: a mí no se me ocurre ninguna. Para más inri, el PP tiene mayoría absoluta en el Senado. Y como decía antes, a partir de mayo va a tener la potestad de disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Con todas esas potestades a su disposición, ¿va un gobierno de derecha a hacer una política de izquierda simplemente porque el PSOE se lo diga? Yo eso no me lo creo. Rajoy, desde luego, no da el menor síntoma de haberse transmutado.

-¿Se le pasa a uno por la cabeza romper el carné del PSOE?

-Hombre, no. Yo estoy tristemente afectado por lo que sucede, pero dejar un partido en el que llevo militando una eternidad no se me pasa por la cabeza. Además, creo que se pueden y se deben convertir las crisis en oportunidades, y con una militancia que ha despertado y que está tensionada puede hacerse un trabajo magnífico.

-¿No está abocado, pues, el PSOE a correr la suerte del PASOK griego?

-Espero que no. El PSOE es mucho PSOE. Hay algo que nosotros decimos mucho y que mucha gente no entiende, que es eso de que el PSOE se parece mucho a España. Cuando lo decimos, nos referimos a que tenemos un proyecto razonable de convivencia que es el que la mayor parte de los españoles comparte y no somos excluyentes: de hecho el problema catalán se manejó siempre muy bien; ha sido sólo ahora cuando se ha agravado. También somos, igual que España, profundamente europeístas. En lo económico, apostamos por una Europa más social y por ampliar derechos, pero no hacemos ninguna huida adelante. Somos un partido de izquierda moderada y somos conscientes de que la política no condiciona el entorno, como pretende Podemos, sino que el entorno condiciona la política y que se puede y se debe disponer de instrumentos que embriden al mercado, pero teniendo siempre presente que si uno hace ciertas cosas las empresas no abren al día siguiente y que fuera del mercado no hay alternativa, porque la economía dirigida siempre ha fracasado. Por todo eso que digo, el país necesita al PSOE. Y si el país necesita al PSOE, tenemos que ponerlo en valor.