«Mamá, no quiero ir a comedor...»

María Godás

ASTURIAS

La psicóloga María Godás reflexiona sobre su experiencia sobre los comedores escolares

17 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Preocupados como estamos los padres y madres en resolver las vicisitudes del día a día, en que los días ya de por sí sobrecargados fluyan y nos sean un poco más fáciles de llevar, ese hijo se convierte en un pequeño estorbo... Con lo cómodo que sería que fuera al comedor... Así no tendría que pelear con él para que comiera bien, así no tendría que planificar una comida de su agrado, así no tendría que ir a recogerlo a la salida del colegio y luego llevarlo de nuevo a la actividad extraescolar... Todos estos motivos lícitos y lógicos para muchos padres y madres, lo eran también para mí, pero los tenía que obviar porque nuestro hijo, que en ese momento pensamos que nos pone las cosas difíciles, de alguna forma, nos estaba diciendo a su manera que algo no iba bien, que no le gustaba ir al comedor por alguna razón... 

Y tardamos mucho en descubrirlo. Demasiado... Conocíamos a algunas de las monitoras. Son gente maja y dispuesta, y confías en que todo está bien... De hecho, sabemos hoy que su desempeño ha sido siempre el mejor posible dados los medios que tienen.

Lo que un día una amiga cirujano plástico me dijo de que los pequeños cuando se operan son muy resistentes y que una misma operación en la infancia a veces sólo es ambulatoria y en la edad adulta conlleva muchas veces ingreso y calmantes, me hace pensar que son capaces de aguantar mucho, que se adaptan a casi todo y que acaban creyendo que lo que viven, aunque sea incómodo y no les guste, es lo natural.

Bueno, todos no. Nuestro hijo no se adaptó y hoy me alegro.

Porque no para todo el mundo el comedor es una opción, hay gente que necesita que sus hijos utilicen ese servicio todos los días. Y, cosas de la vida, antes de saber los motivos de nuestro hijo para rechazarlo y conocer de quejas de otras madres, acabé involucrándome en el consejo escolar de su colegio y descubrí casi por casualidad que la empresa adjudicataria del comedor incumplía las ratios monitoras /escolares. Tampoco se realizan actividades lúdico-educativas con los escolares hasta el inicio de las clases o actividades extraescolares, como viene expresamente en el pliego de condiciones de contratación para la adjudicación a las empresas que lleven los comedores escolares. Porque la misma empresa que lleva los comedores se encarga también del tiempo que lo dejo en atención temprana antes de entrar al cole a las 9 y donde no tengo más remedio que dejarle cada día desde que tiene 3 años... Y para nuestro hijo, que llama a la atención temprana también «comedor», es todo lo mismo, un sitio donde le dejamos y donde no se encuentra a gusto. Cada mañana, espera paciente los 20 minutos que restan hasta la hora de entrar en el colegio, aburrido, sin nada que hacer, un día tras otro... Y como nunca decía nada, pues pensábamos que todo estaba bien. Porque no siempre cuentan lo que allí pasa, porque se acostumbran, porque las monitoras tiran con lo que hay, porque nadie lo supervisa.

Y hoy por hoy no necesitamos dejarle a comer, y entendemos mejor su rechazo. Hemos descubierto que el comedor es un sitio masificado y muy ruidoso, donde monitoras y escolares lo sobrellevan como pueden. Donde los comportamientos no tolerables pasan muchas veces desapercibidos.

Y si las monitoras no llegan a  todo, ¿por qué no se quejan? Pues seguramente porque no pueden, porque dependen de una empresa privada, y el Ayuntamiento que contrata a su empresa no se encarga de su supervisión y control. Solo la buena voluntad de la dirección del centro puede ayudar a que las cosas mejoren. Pero algo tan importante no puede depender de las buenas intenciones y quejas puntuales de padres y madres. Tiene que haber personal específico que controle regularmente que se cumple el pliego de condiciones con el que se contrató a la empresa que lleva los comedores escolares.

El sábado leía indignada en el periódico y me hervía la sangre con la noticia del niño de un colegio de Sevilla que ha recibido una paliza de otros niños durante el comedor escolar. Es espeluznante leer que «tres compañeros le sorprendieron en el patio y le proporcionaron patadas y puñetazos sin que fueran advertidos por los responsables de vigilar a los menores» Y yo me pregunto ¿Cómo es posible? ¿Ni siquiera los demás niños que estaban en el patio lo advirtieron?  

Dicen los estudios que si nos encuestaran a los padres y madres sobre lo que más valoramos a la hora de dejar a nuestros hijos e hijas en manos de otras personas sería sin duda el sentirnos tranquilos de que están seguros y bien cuidados y atendidos.

Programas de prevención del acoso escolar como la «Tutoría Entre Iguales», que afortunadamente se está poniendo en marcha desde este año en muchos colegios de Gijón, pueden ayudar a que este tipo de hechos no lleguen a darse. Porque seguro que no era la primera vez. No hay que esperar a que un alumno sea hospitalizado por una paliza para actuar. 

Hay que crear la cultura del rechazo absoluto a la agresión y al acoso en los colegios, lo que implica también a los comedores escolares. El comedor debe ser un espacio educativo más, y en mi opinión y a la luz de lo que está pasando, no suficientemente atendido y valorado como espacio de cuidado educativo.

He contado el caso de mi hijo, porque me ha hecho descubrir que se puede hacer mucho por mejorar. Padres y madres tenemos que empezar a preguntar, a pedir supervisión para que los comedores funcionen mejor. Exigir que quien contrate a la empresa encargada de los comedores vigile y supervise ratios y formación del personal. Que se cuide y forme al equipo de monitoras /cuidadoras, dándoles recursos de personal, de formación en actividades lúdico-educativas, de prevención y freno del acoso, para que puedan atender más y mejor al alumnado.

No podemos seguir delegando esta tarea. Es también nuestra responsabilidad. Somos parte activa y necesaria para que los comedores escolares también sean espacios educativos, donde haya control sobre lo que ocurre con nuestros hijos e hijas.

Tienen que dejar de ocurrir situaciones como las del niño de Sevilla.