«En Asturias se nos olvidó que nuestras raíces son campesinas»

E.G. Bandera GIJÓN

ASTURIAS

El poblamento «part-time» y los movimientos neorrurales, entre las soluciones para frenar la sangría poblacional del mundo rural

20 nov 2016 . Actualizado a las 13:59 h.

¿Tiene futuro el campo asturiano? ¿Un futuro distinto al abandono actual? ¿Se puede cultivar desde las ciudades? ¿Existe alguna alternativa social, económica y ecológicamente viable, al declive de la economía campesina? Estas son algunas de las preguntas a las que el geólogo y experto en desarrollo rural Jaime Izquierdo intentaba dar respuesta en el libro Asturias, región agropolitana. Las relaciones en el campo-ciudad en la sociedad postindustrial que publicaba en 2008. Hoy, con el problema de la despoblación del medio rural en Asturias sin solucionar y peor que entonces, asegura que de aquella creyó que se generaría cierto debate en torno a las ideas que planteaba, «pero la sensación que me quedó es que no le interesó a nadie. Hemos perdido diez años y los problemas cada vez son más graves». Parafrasea una de esas máximas que tienen los economistas cuando asegura que «el que no sepa vivir con anticipación está condenado a vivir en la estricta supervivencia y eso es lo que nos ha pasado».

Izquierdo explica que entonces planteó tres ideas fundamentales. Por un lado, una llamada de atención desde el punto de vista territorial, con la que trataba de usar la ventaja de tener «media docena de ciudades en medio del campo». En segundo lugar, insistía en que las relaciones entre el campo y la ciudad habían cambiado, a consecuencia del despoblamiento por la industrialización, y debía diseñarse un nuevo modelo. Y, por último, planteaba que se debería «dejar de hablar de medidas para evitar la despoblación porque ya se ha producido y deberían ser para la recolonización del mundo rural, algo que no es nuevo y que ya se produjo en algunos momentos de la historia», explica. En 1787, bajo el reinado de Carlos III, se elaboraba un proyecto de repoblación de zonas deshabitadas en Sierra Morena y el valle medio del Guadalquivir para crear nuevas poblaciones (La Carolina, La Carlota y La Luisana) que hoy siguen existiendo. 

Izquierdo insiste en que por lo menos debe admitirse que existe una nueva forma de relación entre el campo y la ciudad en la que esa recolonización es necesaria, como advertía hace ocho años «pese a que no hemos avanzado nada».

¿Qué fenómenos se están dando en el campo asturiano? 

Son varios los fenómenos que conviven con la pérdida creciente de población rural y, en algunos de ellos, podrían estar las soluciones que se necesitan para que el bosque no acabe llegando a las ciudades. El sociólogo Jacobo Blanco apunta al poblamiento part-time (a media jornada) de los núcleos rurales cuyos protagonistas son urbanitas que pasan los fines de semana o las vacaciones de verano en las casas que construyen o rehabilitan. Los caseríos se mantienen e incluso algunos tienen huertos para consumo propio, aunque no generan actividad económica. También menciona los movimientos neorrurales que han permitido recuperar población en Santo Adriano, Proaza, Sobrescobio o los valles de Trubia y el concepto agropolitano que Jaime Izquierdo definía en 2008. 

La perspectiva agropolitana, según explica Izquierdo, afecta a la relación en general entre lo urbano y lo rural a nivel regional. Y, en ella, se plantean tres escenarios territoriales para el medio rural: el campo periurbano, el campo que se ha intensificado en términos agrarios con explotaciones en monocultivo y, por último, el campo que se ha abandonado, «al que llamamos espacios naturales cuando en realidad son territorios de origen, cultura y naturaleza campesina en proceso de abandono. Para cada uno de esos tres escenarios, y en función de sus potencialidades, características y obstáculos, necesitamos una política pública que esté a la altura de las circunstancias».

Izquierdo también destaca que un fenómeno bastante generalizado es el de las personas que trabajan en la ciudad pero viven en el campo, sobre todo en todo en los entornos periurbanos y con el hándicap de que «solo lo puedes hacer en lugares que tengan cerca ciudades y que sean casi una extensión de la ciudad, pero no dejan de ser fenómenos curiosos que permitirán, entre todos, que se acabe construyendo una nueva relación entre el campo y la ciudad».

Otro de esos fenómenos es el de la población neorrural extranjera que se asienta en los pueblos como ha pasado en el concejo de Cabranes, en donde existe una colonia de medio centenar de familias británicas. «Hace diez años era impensable imaginarse que iban a estar ahí. Son fenómenos interesantes que surgen de una manera espontánea, sin que haya un proyecto político», valora Izquierdo, que precisamente asistía la semana pasada a un congreso en el País Vasco en el que se debatían los nuevos retos de los territorios urbanos y rurales, aprovechando para visitar la experiencia de un pequeño pueblo de unos 200 habitantes en el que se está experimentando cómo se puede vivir con calidad con iniciativas como generar biomasa para la calefacción de todos los hogares.