Víctimas involuntarias de la crónica negra

Pilar Campo OVIEDO

ASTURIAS

Edificio en la calle Uría tras el incendio.Edificio en la calle Uría tras el incendio
Edificio en la calle Uría tras el incendio

El bombero Eloy Alonso Palacio y el motorista «Chinorris», dos ejemplos de personas comprometidas y solidarias, perdieron la vida en un año marcado por los siniestros

26 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Comprometidos y solidarios. Son dos de las cualidades que definían al bombero Eloy Alonso Palacio y al motorista José Julio Heres, conocido como «Chinorris». Sus multitudinarios y emotivos funerales y homenajes póstumos escenificaron el cariño por el lado más humano de las víctimas. Dos filiaciones que traspasan los fríos números de las estadísticas que conforman el anuario de la crónica negra de 2016. Pero no son las únicas. Otros cuatro casos conmocionaron a la región: la muerte de tres mujeres a causa de la sinrazón de la violencia machista y el fallecimiento de una madre a la que su hijo asfixió con una almohada mientras dormía en su casa del barrio de Monteana, en Gijón.

El Principado, considerado una de las autonomías más seguras del país, fue foco de atención nacional por la detención de un presunto integrante de una célula yihadista, en Gijón. La sociedad ovetense mostró su rechazo a la convivencia con dos violadores reincidentes beneficiados por la anulación de la doctrina Parot, que permitió su salida a la calle anticipadamente a la conclusión de una condena fijada en sentencia. Una resolución judicial, por el contrario, reintegraba a su entorno familiar materno en la capital asturiana a un niño de cuatro años, que había sido dado en preadopción a una familia valenciana que se resistía a devolverlo a su madre biológica o la desaparición de un bebé, de 20 meses, en una playa de Navia, arrebatado por una ola de los brazos de su abuelo. Son solo algunos ejemplos, pero representativos, de la crónica de sucesos y tribunales del 2016.

Una confluencia de irregularidades en el incendio de Uría

El bombero conductor Eloy Alonso Palacio, vecino de Pola de Siero, de 56 años, disfrutaba su jornada de descanso, el pasado 7 de abril, cuando le llamaron por teléfono. Acababa de declararse un incendio en Oviedo y se necesitaban refuerzos para su extinción. No se lo pensó dos veces y acudió a apoyar a sus compañeros para sofocar el fuego que originariamente había afectado al edificio situado en el número 58 de la calle Uría y afectaba a otro inmueble que daba a la calle Melquíades Álvarez. Estaba trabajando en el brazo articulado en compañía de su compañero Juan Carlos Fernández Granda, de 35 años. En un momento dado, salió de la cabina para continuar las labores de extinción y se precipitó al vacío desde una altura de 18 metros. Eloy Alonso Palacio falleció en el accidente. Su compañero resultó herido.

Una concatenación de irregularidades confluyeron en el siniestro. El Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales emitió un informe donde reconoce que, tras haber entrevistado a los mandos, a los bomberos que trabajaron ese día en la extinción del incendio y a su compañero herido, quedó probada la existencia de «fallos en el sistema de comunicación por radio», como ocurre «con bastante frecuencia», así como que el brazo articulado con el que Eloy Alonso y Juan Carlos Fernández subieron al tejado empezó «a dar problemas y fuertes sacudidas» cuando se encontraban trabajando. No obstante, añadía una apostilla y matizaba que esas circunstancias, «que deben ser corregidas», no se pueden «considerar como causas del accidente». Según el informe, la causa de su muerte estaba relacionada con la caída «desde una altura aproximada de 18 metros sobre restos previamente desprendidos que alcanzaban la primera planta». No era un hecho aislado. El documento admite que, en varias ocasiones, ambos bomberos se quedaron «sin abastecimiento de agua» cuando estaban en plena lucha contra el fuego. Una extinción que le costó la vida a Eloy Alonso Palacio y que dejó viuda a su mujer y huérfanos a sus dos hijos.

Una decena de motoristas fallecidos

Igual de comprometido era el gijonés José Julio Heres, conocido como «Chinorris». Miembro del club motero Asturfenix, de 65 años y jubilado de Arcelor-Mittal, se convertía en la última víctima en un año trágico para los amantes de las dos ruedas. De los 21 fallecidos en accidentes de circulación en las principales vías de la región, la mitad eran motoristas. «Chinorris» se había desplazado a Oviedo junto a su esposa, Marisa Solar, para participar en una concentración en conmemoración del Día de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, organizada por la Fundación Avata. Paradójicamente, él  se sumó a la lista negra. A su regreso a Gijón, la Honda Goldwing que conducía sufría un accidente en la autopista «Y». Él moría y su mujer resultaba herida.

Entre los motoristas fallecidos este año también figura Oliver M. F., de 36 años, y vecino de Oviedo, que sufrió una caída mientras conducía una Kawasaki Ninja ZX, que  chocaba contra la barrera de seguridad, a su paso por El Reigustio, en Quirós. Igual conmoción que vivió la localidad de Caboalles de Abajo,  cuyo vecino R.A.G., de 30 años, sufría  un accidente de moto cuando iba en dirección hacía Cangas del Narcea. O la del vecino de Posada de Llanes que se mató tras un aparatoso siniestro en Amieva.

Un presunto yihadista, detenido en Gijón

Agentes de las Brigadas Provinciales de Información de Oviedo y San Sebastián, coordinadas por la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, detuvieron en octubre a Abdellah Quelji Lafsahi, en el barrio de El Natahoyo, en Gijón al que consideraban como un miembro activo de Daesh. En medios policiales estaba catalogado como una «pieza clave en el entramado propagandístico y de captación de la organización terrorista». La Policía le atribuía una intensa actividad promocional, en las redes sociales, publicitando las excelencias de Daesh, «adoctrinando, enalteciendo su ideario, alentando e incitando a la comisión de actos terroristas y solicitando a todos sus contactos y simpatizantes que siguieran su ejemplo, se adhirieran y jurasen lealtad a la organización terrorista».

La Brigada de Información Local de la Comisaría de la Policía Nacional de Gijón controlaba desde hace unos dos años al arrestado a raíz de su supuesta radicalización después de realizar un viaje de cuatro meses a Marruecos, durante el verano de 2014.

La sinrazón de la violencia machista se cobró tres víctimas

Ascensión Amores, Silvia Hernández y Karla Belén Pérez Morales murieron víctimas de la violencia machista este año. Tres mujeres que no tenían un nexo común, ni de parentesco, ni de edad, ni de lugar de residencia, ni de círculo social, pero que han compartido, de forma involuntaria, el horror de tener como verdugo a su pareja o ex pareja sentimental.  

Ascensión Amores Porcel, de 46 años, fue encontrada muerta, en enero, en el domicilio conyugal, en la calle Ramón y Cajal de  Avilés. Su marido, Julio  Pardo Cimiano, de 47 años, fue detenido como presunto autor del crimen. Ambos regentaban la confitería La Duquesita, en la calle  Fernández Balsera de Avilés. Una hermana de la víctima, con la que había quedado para acompañar a su madre a una consulta médica, se personó en el cuartel de la Policía Nacional extrañada ante la imposibilidad de contactar con ella y al advertir que la confitería permanecía cerrada, pese a no ser la jornada de descanso semanal.

Cuando los bomberos y la policía accedieron al domicilio, tras derribar la puerta, se encontraron el cadáver tendido sobre la cama con un charco de sangre alrededor de la cabeza y junto a él un objeto contundente que se presumía era el arma homicida. Julio Pardo estaba sentado en el salón con evidentes síntomas de haber ingerido gran cantidad pastillas y alcohol.

Apenas dos meses más tarde, fallecía Silvia Hernández Álvarez, de 34 años, en el barrio de Roces, en Gijón. Su pareja sentimental, fue detenido como presunto autor de la muerte. Ofreció versiones contradictorias a la Policía, señalando inicialmente que la mujer había sido agredida por otras dos en la calle. En su segunda declaración, indicó que la noche antes habían salido a cenar y, a su regreso al domicilio familiar, habían discutido. Aseguró que pudo en un momento de la discusión haberla clavado un arma blanca, durante un forcejeo. Alegó que no sabía que las lesiones infligidas a la víctima fueran tan graves, por lo que, después de la agresión, él se acostó y no llamó al 112 hasta 24 horas más tarde para informar de que su pareja «no respondía y estaba fría».

La tercera víctima es Karla Belén Pérez Morales de 22 años. La joven ecuatoriana residía en Oviedo con su hijo, de apenas un año. Había iniciado los trámites judiciales para llevarse al pequeño a su país natal, pero antes viajó a Melilla, para presentarlo a su familia paterna después de que le convenciera  su expareja, el marroquí A.A. Pese a que tenía una orden de alejamiento dictada por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Oviedo, la joven no comunicó el viaje al agente que se encargaba en Oviedo de su seguimiento. Pocas horas después, A.A. se entregaba en comisaría. Llevaba en brazos a su hijo. Comunicó a los agentes que acababa de matar a Karla Belén Pérez junto a las casetas de la playa.

El joven que mató a su madre en Monteana

«No podía dormir, bajé las escaleras y maté a mi madre. Vine caminando para despejar». Con estas palabras, un vecino del barrio de Monteana, en Gijón, ratificaba que había acabado con la vida de su madre tras asfixiarla con una almohada mientras dormía. Según los primeros informes, el acusado padecía presuntamente un síndrome psicoafectivo, pero no tomaba la medicación.

Juan Francisco, de 4 años, vuelve con su familia materna a Oviedo

La guineana María José Abeng Ayang, de 19 años, recuperó este año a su hijo Juan Francisco, de cuatro años, al que no veía desde su nacimiento, cuando fue dado en preadopción a una familia valenciana, en contra de su voluntad. La Audiencia Provincial falló a favor de la madre biológica y el menor regresó a Oviedo para reintegrarse con su familia materna. La madre, que había dado a luz al niño con sólo 15 años, cuando estaba bajo la tutela de los Servicios Sociales del Principado, logró dar un giro al caso, tras una batalla legal en los tribunales con los padres preadoptivos, que se resistían a entregarlo.

Una ola arrastró a un bebé en Navia

Peor suerte corrió Hugo Brandonn Álvarez, de 20 meses. Al pequeño le gustaba jugar en la playa de Frexulfe (Navia). Había llegado a esta pequeña localidad naviega, el pasado mes de enero,  para conocer a sus abuelos. El pasado 9 de febrero, se acercó hasta el arenal con su padre y su abuelo. Les habían avisado de que ese día la mar estaba muy peligrosa. Había alerta en todo el litoral asturiano, donde las previsiones apuntaban a la aparición de olas de nueve metros. Era el punto álgido de la pleamar, por lo que el agua casi colmaba el arenal, dividido prácticamente en dos playas por un entrante de rocas.

En vez de tomar un sendero que sube por encima de ese entrante, los tres intentaron pasar por abajo, por una estrecha lengua de arena, peligrosamente cerca del agua. El abuelo llevaba al niño en los brazos. Una ola se lo llevó y no pudo hacer nada por evitarlo. El padre, desesperado, se lanzó al mar hasta en dos ocasiones, tratando de encontrar al bebé, mientras a gritos le llamaba. «¡Mi hijo, mi hijo!», gritaba desconsolado, mientras era sujetado por el concejal de Seguridad de Navia, Marino Fernández, para que no volviese a lanzarse al agua. Fernández llamó al Servicio de Emergencias. En diez minutos se presentaron en la playa, pero ya era tarde. Hugo Brandonn no volvió a aparecer. Era hijo único.

Violadores reincidentes

Dos violadores beneficiados por la anulación de la «Doctrina Parot», Félix Vidal Anido y Faustino Gabarri Hernández, abandonaron el mismo día la cárcel de Villabona, en 2013, y fijaron su residencia en Oviedo este mismo año. Su amplio historial delictivo y el temor a posibles reincidencias indignó a los vecinos de los barrios de Teatinos y Pumarín, que mostraron abiertamente su rechazo a que continuaran viviendo en la zona. Félix Vidal había sido condenado por violar a 56 mujeres y varias de sus agresiones habían sido perpetradas durante permisos penitenciarios. Faustino Gabarri había sido condenado a 70 años por violar en cuatro ocasiones a una menor de 16 años en presencia de su novio, de 18 años, a quien maniató y amenazó con una navaja durante las tres horas que retuvo a la pareja en una caseta de Arriondas.