Asturias, cien años de los pioneros del ecologismo

S.D.M. REDACCIÓN

ASTURIAS

España aprobó en diciembre de 1916 la primera ley de parques nacionales, impulsada por el marqués de Villaviciosa. Covadonga fue el primer territorio protegido 18 meses después

29 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Político, escalador, escritor, tirador con arco, cazador de osos pero conservacionista. Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós tiene en su haber hitos que han marcado la política ambiental asturiana y española. Este mes de diciembre de 2016 se cumplen justo 100 años de la aprobación de la primera ley de parques nacionales del país, un breve documento de apenas tres artículos impulsado por Pidal, que también era marques de Villaviciosa. Su éxito fue, además,doble. Este asturiano consiguió la creación de la primera figura de protección ambiental, que se estrenó año y medio después en la Montaña de Covadonga. Con la promulgación de aquella norma, Asturias se ponía a la cabeza de España y España, a su vez, lideraba en Europa un movimiento que había nacido en Estados Unidos. El primer parque nacional del mundo fue el de Yellowstone, declarado en 1.872.

La fecha exacta de entrada en vigor de esa ley de parques fue el 8 de diciembre de 1916. El día antes Alfonso XIII había sancionado una norma que tenía el visto bueno de las cortes. El documento original, que está disponible en la web del ministerio del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, muestra la brevedad con la que se recogió aquella incipiente necesidad de proteger la naturaleza. El primero de los tres artículos se limita a denominar esta nueva figura. En el segundo determina, con un lenguaje que raya la candidez, que se aplicará a «aquellos sitios o parajes excepcionalmente pintorescos, forestales o agrestes del territorio nacional» y explica que el objetivo es «favorecer su acceso por vías de comunicación adecuadas y respetar y hacer que se respete la belleza natural de sus paisajes, la riqueza de su fauna y de su flora y las particularidades geológicas e hidrológicas que encierren, evitando de este modo, con la mayor eficacia, todo acto de destrucción, deterioro o desfiguración por la mano del hombre». El tercero determina que tendrá que hacerse de acuerdo con los propietarios de los terrenos y reservando presupuestos para su puesta en marcha.

En su faceta de político, el marqués de Villaviciosa no abandonó su amor por la naturaleza y mostró como parlamentario gran interés en la defensa de los asuntos ambientales. Además de defender e impulsar la ley, consiguió que el primero de los parques fuese el de la Montaña de Covadonga, declarado el 22 de julio de 1918, con menos de 17.000 hectáreas. Apenas tres semanas después, el 16 de agosto, le siguió el Valle de Ordesa,en Pirineos. La Montaña de Covadonga fue el germen de Picos de Europa que ha multiplicado por cuatro la superficie protegida y que ha engullido territorio de tres comunidades autónomas.

 Como recompensa fue designado Comisario General de Parques Nacionales, un cargo que permitió a Pedro Pidal ver cómo se comenzaba a llevar sobre el terreno una legislación que él había pintado sobre el papel. Aquella normativa estuvo en vigor más de cuatro décadas y fue derogada en 1957, con la entrada en vigor de la Ley de Montes, que fue la que entonces comenzó a regular los parques. En este medio siglo, ha sufrido numerosas modificaciones hasta la Ley de Parques Nacionales de 2014. En la actualidad, bajo ese paraguas se amparan 15 espacios que suman casi 385.000 hectáreas y que cubren el 0,7% del territorio nacional. Existe una red que contribuye a su conservación y desde 1995 ya no son competencia exclusiva del estado.

Ese vasto territorio recibe millones de visitas al año. Los últimos datos corresponden al 2015, en el que el número de turistas rebasó los 14,4 millones. El más popular es el del Teide, seguido de Picos de Europa, que cuenta con varios puntos de acceso, desde las tres autonomías que ocupa. El Principado, de hecho, vende el turismo de naturaleza como su producto estrella y este parque se ha convertido en un referente, ahora que también es Reserva de la Biosfera, la figura con la que la UNESCO distingue a aquellos parajes excepcionalmente pintorescos que el marqués de Villaviciosa quería preservar.