«Me he sentido humillado y he sentido que se quería humillar a mi organización»

J. C. Gea GIJÓN

ASTURIAS

Justo Rodríguez Braga
Justo Rodríguez Braga

«Después de una situación así hay algo en el subconsciente que dice ¿Qué pasa? ¿Por qué ha pasado? Eso es lo que tendríamos que aclarar»

18 ene 2017 . Actualizado a las 22:25 h.

Exactamente día y medio después de que un agente de la Unidad Centralizada de Operaciones (UCO) de la Guardia Civil llamase a su casa para comunicarle que estaba detenido, Justo Rodríguez Braga está en una de sus otras casas: la del Pueblo, sede de la Agrupación Socialista Gijonesa. Tiene el aspecto de alguien que quizá no ha dormido las horas que tiene por costumbre, pero aparece sosegado y hasta sonriente. Ha acudido a la sede de los socialistas gijoneses apenas unas horas después de ser puesto en libertad, para asistir a un acto organizado por la organización en el que el exsecretario general de UGT en Asturias se ha convertido en protagonista involuntario. Abrazos y palabras de ánimo le compensaban por una jornada dura en la que descubrió qué es una celda o lo que puede ayudar un lexatín a tiempo, pero en la que también -asegura- le ayudó la conciencia tranquila y la confianza en un sistema que, no obstante, le dejó algún momento de «sensación de indefensión». Y, a toro pasado, alguna «necesidad de reflexionar en términos judiciales por el modo en que se han hecho las cosas y sobre quién da las órdenes».

-¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza, 36 horas después?

-Me siento bien. Anímicamente bien, como estaba antes de que empezase todo esto. Nosotros estamos justificando todo lo que nos está pidiendo la juez, estamos colaborando con la Justicia, hay muchas personas que ya han ido a declarar, y solo queda esperar a ver cómo se desencadenan las cosas, cómo es el final de todo. Con una premisa que para nosotros es muy importante: que deseamos más que nadie, tanto a nivel personal como a nivel de la organización, que esto termine lo más pronto posible y se aclare. Porque esto está haciendo unos destrozos colaterales a la imagen de la UGT, incluso a nivel personal de los compañeros y del mundo sindical, no solo de la UGT, muy difíciles de reparar si no se cierra el asunto y se cierra bien.

 -Pensaba más bien en lo que ha vivido. ¿Qué siente uno cuando se levanta para una jornada normal, llaman a la puerta y es para detenerle?

-Pues primero incredulidad, estupor. Le tuve que pedir al número, a la persona de la UCO, que me volviese a enseñar la credencial porque no daba crédito a que alguien me viniese a detener a esas horas. Le abrí la puerta sin saber quién era. Si es mi mujer, igual ni se la abre (ríe). Luego, el estupor de pensar en cómo algo que iba funcionando de forma natural por los cauces judiciales naturales pudiese desencadenarse hacia estos otros de forma tan abrupta. Te sientes un poco indefenso: no puedes ni hablar por teléfono, ni te dan tiempo para una ducha o un café, aunque solo sea para levantar un poco el ánimo y el espíritu que es lo que necesitas a primera hora de la mañana. Y después entras en un mundo desconocido para una persona normal, un trabajador normal.

-¿Nunca le habían detenido?

-Nunca había tenido una detención de este tipo. Había tenido los típicos contactos con la Guardia Civil en las manifestaciones, incluso a veces negociando el tiempo del corte de tráfico y esas cosas, pero siempre, a pesar de la tensión, dentro de un ámbito de normalidad. Lo de llegar detenido al cuartel de la Guardia Civil, pues no.Con la persona que me datuvo fue todo bien. Tienen amabilidad, son afables, las cosas se desenvuelven dentro de un diálogo normal entre dos personas. No te sientes discriminado en ese aspecto. Pero, bueno, el que cumple órdenes, cumple órdenes, y tienen un protocolo en el que da lo mismo que sea un tipo de persona que otra. Yo tengo que decir que en ningún momento me sentí acosado en ese mundo desconocido, pero en el que fui tratado de forma normal, aunque cuando llegas, te despojan de todos los utensilios, hasta de los cordones de los zapatos. Estás en una celda individual, y por lo que oyes sabes que hay otros compañeros…

-¿Sabía quiénes entonces?

-No, no, solo sabía por la persona que me había detenido que había más, pero no sabía quiénes eran. No suelen dar esas explicaciones. Luego fui sabiendo que eran dos compañeras y tres compañeros.

-¿Tuvo algún contacto con ellos?

-No, ninguno. Cuando pedimos permiso para ir a un baño común que está en el centro de las celdas, te abren, vas, pero nunca vi a nadie hasta por la mañana, cuando salimos todos juntos para ir al juzgado. El resto es como esperas. La comida, del tipo de esas bandejitas de avión. Esas cosas que comes porque de algo tienes que alimentarte…

 -¿Qué le sirvieron? 

-Unos fideos gruesos con algo como pisto. Y lo mismo con unos mejillones y pescado para la cena.

-No fueron las mejores comidas de su vida…

-No, pero comer era un trámite superfluo. Solo para mantenerte un poco y evitar agotarte, porque eso mentalmente también te afecta. No porque yo tuviese apetito.

-¿Se sintió solo, aislado? ¿En quién pensaba?

-Me dejaron hacer una llamada cuando llegué. Tienes en la cabeza a tu familia, a tu mujer, a los compañeros que sabes que están también detenidos y que pueden estar pasándolo mal. Allí había dos trabajadores que, al final, no dejan de ser más que trabajadores que nunca tuvieron ningún cargo en la ejecutiva y que lo pasaron francamente mal porque no son personas que se hayan visto en estas lides de tensión… Los sindicalistas estamos un poco más curtidos. Estás fuera de tu ambiente, fuera de tu hábitat. No sabes por qué tienes que dormir vestido. Estaba frío. No entiendes por qué tienes que estar en esas circunstancias cuando, por ejemplo, para ir al juzgado nos podían haber llamado a las ocho de la mañana, te llevan y listo. Con todos los respetos para los que lo hagan, yo me sentí humillado, en lo personal. Y sentí que se pretende humillar a mi organización, al sindicato, que esta vez es la UGT pero podría haber sido otro. Eso sientes cuando se ponen doce personas metralleta en mano, con chaleco antibalas y aquel armamento delante de un sindicato donde lo único que hay enfrente son personas con papeles, bolígrafos y ordenadores que se dedican a resolver conflictos, no a crearlos. Es una imagen que no se debería de haber producido porque en la retina queda. Algunas personas, según me cuentan, pasaban por allí y no sabían si había yihadistas o habían puesto una bomba. Un operativo tan brutal impacta. Y tampoco sentían que aquello fuera coherente en función de las denuncias. Nosotros habíamos dado toda la documentación que se nos había pedido, hemos mandado todo, las personas han ido declarar… No sabíamos a qué venía ese montaje mediático y circense.

-¿Se sintió indefenso?

-Sí, pero hay un protocolo, puedes hacer esto y esto otro no. Cuando te toca hablar con el abogado es cuando te toca. Hablar por teléfono cuando te dicen, y una llamada… Esas cosas que sabes cómo están porque las lees. Pero no lo sabes en realidad. Por eso cuando hablamos de la Ley Mordaza, de las leyes de seguridad ciudadana, de esas cosas que hablamos a veces de forma sistematizada, no nos damos cuenta de que las garantías son fundamentalmente para las personas inocentes, porque los que son culpables o lo han hecho lo saben en su fuero interno. Pero estas cosas las tenemos que hacer con la presunción de inocencia, que es lo más importante en una democracia. No quiero decir que no la haya, pero es lo que te asalta en esas reflexiones.

-Reflexiones, me decía, sobre cómo ha discurrido el proceso en lo judicial, sobre quién da las órdenes.

-Eso es. ¿Quién da la orden? La UCO depende del Gobierno. Son personas que vienen de Madrid, que ya han estado aquí en varias ocasones en este proceso, con el que llevamos dos años y medio que, al final, si se termina judicializando, que todavía no lo sabemos, igual se tarda otros dos años. Claro: todo esto a una organización de trabajadores la perjudica enormemente. Y luego, a trabajadores humildes, normales, que somos todos los que estamos en el mundo y la vida sindical, que tenemos amigos, que son trabajadores a su vez, tenemos vecinos, vivimos y nos movemos en los bares, en los chigres, en los centros deportivos, en la sociedad de Gijón o de Oviedo… esto nos hace un daño tremendo.

-¿Lo ha notado ya, una vez puesto en libertad, de algún modo?

-En honor a la verdad, tengo que decir que he recibido más de 300 whatssaps apoyando, confiando y animando; llamadas telefónicas tengo aquí tropecientasmil, que iré una a una contestando poco a poco, algún SMS también… y que he agradecido mucho, incluso de personas con las que hace tiempo que no tenía ningún contacto. Eso es gratificante.

-¿Ningún reproche, ninguna reprobación, alguna mirada mala de alguien por la calle?

-No, no hasta ahora. Tengo que decir que no. En las redes saldría de todo, pero de momento en el trayecto de mi casa aquí, y poco más, no ha habido nada de eso.

-¿Cómo lo han recibido sus compañeros en la Casa del Pueblo?

-Con abrazos y ánimo. Muy bien porque además este tema se resolvió rápido, y yo diría que bien. Pero no quiere decir que se haya cerrado. Esto sigue abierto.

-Técnicamente, sigue siendo usted un ciudadano investigado.

-Sí, pero el proceso sigue por el cauce ordinario que yo creo sinceramente que nunca se debería haber roto. Los cauces ordinarios, el sentido común, esas cosas, no se deben de romper, porque son las cosas que tienen validez en una sociedad, en un sistema de convivencia, y convivencia democrática.

-Decía su compañera Carmen Caballero que esta experiencia le ha mostrado el verdadero significado de la libertad. ¿Ha visto hoy el cielo de otra manera al salir a la calle desde el juzgado?

-Quizá yo no lo viví tan dramáticamente porque soy una persona positiva y optimista. Siempre estuve pensando, en todo momento, «esto no tiene sentido». Yo sé que estas personas están cumpliendo las órdenes que les llegan. Pero, si las cosas tienen un cauce normal, aquello que estaba pasando me parecía que era algo que estaba fuera de lo normal, y que en algún momento se tenía que reconducir. Y cuando hablé con el abogado por la tarde, con Paco Alonso, allá a las siete, ya vi que no era yo solo el que pensaba eso. Había tenido algún contacto con la juez y estaba haciendo gestiones, y coincidíamos en que algo se había deshilvanado dentro del sistema y que se podía encauzar a lo que era el proceso anterior.. .independientemente de lo que resulte del mismo

-Me imagino que eso ayudaría, junto con el lexatín…

-Sí, aunque dije que no me hacía falta. Porque yo duermo bien, salvo que tenga algún estrés enorme, y no por cosas como esta. Cuando afecta a otras personas, cuando la gente se queda sin trabajo, cuando vienen a ti como último recurso, cuando vivimos esas movilizaciones de desesperación de muchas personas… esas cosas me afectaban mucho más. Es una sensación de impotencia. Esta impotencia es diferente. Es la impotencia del sistema. Pero sabiendo que ese sistema se tenía que rearmar sí o sí en un corto período de tiempo.

-O sea, que más que a Kafka tuvo presente la Constitución Española…

-La Constitución Española, el Estado de derecho, el Estado democrático… y pensaba que tantos años de lucha de personas que dieron la vida para instaurar algo que a veces no valoramos lo suficiente. A veces vilipendiamos el sistema que tenemos, y hay que ponerlo en valor. Estas cosas solo se echan de menos cuando faltan, solo se valoran cuando faltan. Siempre lo vi en términos positivos. No pasa nada. Yo tuve que hacer una marcha a Madrid para defender la siderurgia, y dormíamos como dormíamos. Pero era otra cosa. Hacer cosas que no hacías, caminar 40 kilómetros todos los días sin ser un deportista. Pero había una situación personal que te animaba a eso. Estabas acompañado. Esto es diferente. Se pasa mal durante un rato, pero piensas «se aclarará, no hay otra». Y además, con la conciencia tranquila de que hemos hecho la formación adecuadamente y la estamos justificando.

-¿Qué va a pasar ahora?

-Aquí no va a haber nada, y espero además que el tema se cierre de forma positiva cuanto primero, mejor. Lo he dicho hace dos años: resistimos cualquier comparación con cualquiera de las organizaciones que hayan hecho formación. Estamos teniendo algún problema, sí, claro. A veces te reclaman lo que no has justificado bien, tienes que devolverlo… Pero forma parte de la normalidad de quien está gestionando fondos, como una empresa que hace una pieza defectuosa.

-¿Ningún resquemor?

-Te queda siempre esa cosa de decir: «Se encausa cinco sindicalistas por la Huelga General, y son de la UGT; que pase en la UGT de Andalucía; que ahora pase en Asturias, cuando se hace formación en toda España… que se haga esa causa general…»  Bueno, Después de una situación así hay algo en el subconsciente que dice ¿Qué pasa? ¿Por qué ha pasado? Eso es lo que tendríamos que aclarar.