El juez reabre el desahucio de Oviedo cuya violencia impactó a The Washington Post

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

El juzgado amplía la causa e investiga a un total de 22 activistas que intentaron frenar el desalojo de una familia con un bebé. «Intentan amordazarnos», denuncia Mónica Carballo, una de las acusadas

21 feb 2017 . Actualizado a las 11:54 h.

Las imágenes de la carga policial contra los activistas que trataban de impedir el desahucio de Jorge, Patricia y su bebé de seis meses en Oviedo, en junio de 2012, dieron la vuelta al mundo. Llegaron incluso a las portadas de medios nacionales e internacionales tan prestigiosos como The Washington Post y The Daily Mail, gracias a las fotografías captadas, entre otros por el pulitzer Javier Bauluz y por Eloy Alonso, para Reuters. Aquel caso llegó a los tribunales. El juzgado de instrucción número 1 de Oviedo imputó a un total de 20 activistas -uno de ellos ya fallecido- y propuso una sanción para otros tres. Nunca fueron juzgados ni condenados. Se decretó después el archivo provisional. Casi cinco años después, cuando lo ocurrido está a punto de prescribir, el juez ha reabierto e, incluso, ampliado la causa. Los tres propuestos para una multa pasan a tener la categoría de imputados. La razón parece ser la presentación de fotografías y vídeos. Así que, en total, serán 22.

Uno de esos nuevos imputados es Marta Carballo, una gijonesa que ahora vive fuera del Principado y a la que se acusa de «predisponer a la masa (unas 300 personas) contra los agentes de policía, gritando: cabrones grabé vuestras caras y vergüenza me daría ser policía». Aún no cuenta con la imputación oficial, pero el juzgado ya se lo ha confirmado. «Lo primero, eso de grabé vuestras caras, no lo dije. No podrán demostrarlo porque no es verdad. Lo segundo, lo de que me avergüenza la policía, claro que lo grité. Era la arenga que habíamos acordado. No solo lo grité entonces sino que sigo pensándolo ahora», asegura esta activista de la Plataforma Antidesahucios que tiene muy frescos los detalles de todo lo ocurrido aquel día. Entonces no existía la Ley Mordaza y Marta Carballo pudo estar detrás del cordón policial con su cámara, con el objetivo de contar todo lo que sucedía en el blog del 15-M con el que colaboraba. «No existía la ley mordaza pero ya intentaban amordazarnos», señala. 

«El dispositivo fue brutal, casi un centenar de agentes entre Policía Local, Nacional y antidisturbios y hasta un helicóptero. No sé lo que costó aquello, pero quizá hubiera servido para que Jorge regularizara los pagos de su préstamo», lamenta Miguel García de PAH-Asturias. García recuerda que en aquella época el movimiento era todavía muy incipiente en el Principado. Hacía solo un mes que la plataforma había iniciado las asambleas. Su experiencia era muy limitada. García cree que solo habían parados dos desalojos antes, uno en Gijón y otro en Avilés. La repercusión que alcanzó les cogió desprevenidos. «La gente tiene que saber que aquello se hizo con una ley que la propia justicia europea considera ilegal. Debería adaptarse a la directiva 93/13», argumenta.

Una dura jornada

La historia de Jorge, Patricia y la pequeña Amanda removió muchas conciencias. La familia había emigrado a Oviedo y había montado un pequeño negocio. Eran autónomos del transporte en paquetería y comenzaban a prosperar. Pero llegó la crisis. Los impagos de las empresas que les subcontrataban les llevaron a la ruina, en un país en el que no tenían ningún respaldo familiar. En aquella época se acusó al exconcejal del PP, José Arias Cachero, que era consejero de la entidad que le desahuciaba y que le negaba la dación en pago, de ser, además, uno de sus deudores. Arias Cachero ha precisado estas acusaciones y ha explicado que sí habían mantenido relaciones comerciales, que tuvieron un desacuerdo con un trabajo, pero que su deuda nada tuvo que ver con el desenlace final. 

La PAH había conseguido frenar el primer intento de desahucio. El movimiento, entonces, era incipiente pero ya estaba bien organizado y se movía con rapidez. «En este segundo intento sabíamos que iba a ser mucho peor. Ya venían preparados», rememora Marta Carballo. Así que dentro de la casa durmieron una veintena de personas y el resto se citó a las cinco y media de la mañana, cuatro horas antes de la hora en la que calculaban que llegaría la comitiva judicial y la policía. Avisaron a todos los vecinos para apuntarla pronto el portal y para no perjudicar a los que tenían que salir a trabajar. «Cuando llegamos, ya estaban las dos calles cortadas y un cordón policial de antidisturbios que nos impidió acercarnos», recuerda. Ni siquiera había amanecido.

El día fue muy largo. Se sucedieron los momentos de espera con los periodos de tensión, que alcanzaron su grado máximo con la llegada de la comitiva judicial y con el desahucio que, finalmente, llegó a completarse. Durante toda la mañana, una multitud cambiante se arremolinó detrás del cordón policial. Los activistas que se habían citado a las cinco y media de la mañana y que nunca llegaron al portal se mezclaron con vecinos, curiosos y con más miembros de colectivos afines que, a medida que se corrió la voz, se acercaron hasta el barrio. «Hay centenares de fotografías que demuestran todo lo que pasó allí y también decenas de vídeos. Solo hay que buscarlos en internet. Se colgaron en blogs, en periódicos y en las redes sociales. No podrán demostrar nada de nada», insiste Carballo, que no se calló en el 2012 y que no tiene pensado hacerlo en el 2017. Entonces se enfrentaba a una sanción de 300 a 30.000 euros. Ahora pueden pedirle hasta dos años de cárcel. «No me preocupa tener antecedentes. Lo que me preocupa es que no es verdad», insiste.

Aquel desahucio fue diferente. Ha quedado mercado en la memoria de los que participaron, pese a que muchos de ellos tienen callo. «Se notaba que había mucha agresividad desde el principio», explica. Un detalle que evoca demuestra que los agentes estaban preparados y muy bien documentados. «En un momento dado, se acercó al cordón una pareja que venía a colaborar y saludaron a los que estábamos allí. Pero decidieron ir a tomar un café antes. Unos policías les siguieron, entraron en la cafetería y comenzaron a identificarles. En el local se montó mucho revuelo y salí corriendo para ver qué pasaba. Cuando me pongo a entrar oigo que alguien detrás de mi me llama, con mucha familiaridad, por mi nombre de Facebook. 'Trama', me dijo. Cuando me vuelvo, no se trataba de ningún conocido. Era un policía. Sabían perfectamente quién era yo», comenta.

Las imágenes de Mónica Carballo gritando a la policía detrás de un cordón están en las redes y en algún medio, como Periodismo Humano. No lo niega. Había ido a para un desahucio y eso era lo que intentaba hacer: «Ejercía un derecho y lo hacía pacíficamente. Estoy orgullosa. Volvería a hacerlo. Lo peor que nos puede pasar es sentir miedo. Eso es lo que tratan de infundir». Iba armada con su cámara y con su voz para corear los dos eslóganes pactados horas antes: «Vergüenza me daría ser policía» y «qué guapo ye desahuciar a un bebé».