SOS en La Bolgachina: 300 perros buscan hogar

E.G. Bandera REDACCIÓN

ASTURIAS

Dos perros en una de las jaulas del albergue de animales de Oviedo
Dos perros en una de las jaulas del albergue de animales de Oviedo

Desde el 1 de febrero, cuando la clínica Quirós inició una nueva gestión en el albergue de animales de Oviedo, se han dado en adopción o acogida más de 100 canes de los 350 iniciales, pero han entrado 70 nuevos tras ser abandonados.

20 mar 2017 . Actualizado a las 09:23 h.

Tristana, una bonita perra cruce de caza, nació en 2014. Dicen que pudo haber llegado al albergue de animales de Oviedo con menos de un año. Hace una semana dejó atrás la jaula que compartía con otro amigo peludo rumbo a un nuevo hogar, al que se se adapta con rapidez y pasmosa facilidad. Al segundo día ya dormía plácidamente en su cama y, al tercero, entendió que podía aprovechar los paseos diarios para hacer sus necesidades fuera de casa. Los perros, y más si han sufrido abandonos y han terminado en perreras, tienen un instinto natural para agradar a quienes les brindan una segunda oportunidad. «Lo único que necesitan es cariño y un hogar», asegura el veterinario Fernando Cuadrado, que desde el pasado 1 de febrero se ha hecho cargo de atender a la abultada población canina del albergue de animales de Oviedo, ubicado en La Bolgachina y en plena transformación tras la concesión de su gestión a la clínica veterinaria Quirós.

«Es la perrera más cercana al casco urbano de toda España, solo está a 15 minutos de la calle Uría», remarca Eva Rodríguez, la encargada de adopciones que además pertenece a la protectora de animales Adoptastur. Rodríguez recuerda que se están celebrando jornadas de puertas abiertas para quienes deseen acercarse y adoptar o acoger a uno de los 300 canes que aún abarrotan las 120 jaulas que tiene el albergue de animales de Oviedo. Salen casi a tres por jaula. Tanto Cuadrado como Rodríguez han sido contratados por la clínica Quirós que, desde principios de febrero, asumió la gestión de este equipamiento municipal que antaño fue ejemplo de lo que no debería volver a ser. 

El punto de partida: 350 perros en 120 jaulas

«Cuando llegamos encontramos a unos 350 perros y, desde entonces, han encontrado un hogar 119 pero han entrado otros 70», lamenta Rodríguez. Perros extraviados, abandonados, que se dejan incluso a las puertas del albergue… «De los que ya estaban, algunos nunca habían salido de la jaula ni a pasear», lamenta de nuevo Rodríguez, que está continuamente contestando al teléfono que lleva a todas partes con ella. Algunas son llamadas interesándose por adopciones, pero siempre hay algunas en las que se alerta de un nuevo abandono. 

«Ya hemos realizado más de 200 operaciones», explica Cuadrado, que calcula que deben de quedar menos de una treintena de hembras pendientes de pasar por la clínica Quirós para ser esterilizadas. «Lo principal era parar las gestaciones», indica el veterinario. «Cuando llegamos buena parte de las perras estaban embarazadas», recuerda Rodríguez. El control de población es una de las novedades en La Bolgachina. «Antes no se hacía y, en dos meses, que es lo que dura el embarazo, tienes seis o siete animales nuevos. ¿Y dónde van? Vienen aquí», dice Cuadrado, que explica que, además de que en los albergues se hace para cumplir la ley, cuando se esteriliza a un perro «evitas, sobre todo en las hembras, muchos problemas de tumores. Si no quieres tener cachorros, al animal que se esterilice se les está dando buena vida, la tasa de tumores baja en un 98%». 

Primera prioridad: esterilizar, desparasitar y vacunar

Todos los perros que, desde el 1 de febrero se entregan en adopción o en acogida, están esterilizados, desparasitados y vacunados. Cuando la clínica Quirós inició su gestión se tenía muy claro que lo primero que había que hacer era una labor de prevención. «Lo principal era la prevención de contagios de enfermedades porque así evitamos bastantes problemas. Lo que hacemos, sobre todo, es una prevención de contagio de patologías e infecciones a base de vacunaciones, una buena alimentación y el control del estado sanitario, con desparasitaciones internas y externas», dice el veterinario, que explica que todos los canes acabarán pasando por la clínica para ser operados: «Pasan un día allí y luego aquí les realizamos el seguimiento, con el tratamiento antibiótico y la retirada de los puntos». 

Antes de esta nueva gestión, la mayoría de los inquilinos del albergue ni tenían nombre ni constaban sus características en lugar alguno. «El 80% de los perros estaban sin identificar y eso ya es un problema de base. Se les dejaba entrar y no se les identificaba». Tampoco se les daba la oportunidad de salir, puesto que seguir el protocolo de adopciones es también otra de las novedades en las instalaciones de La Bolgachina. En una de las jaulas, conviven una mastina y su hijo, que nació en la perrera y que ahora podrá tener oportunidad de encontrar un hogar. O los dos perros de agua que llegaron con unos meses hace ya años y que nunca habían sido visibles para posibles adoptantes. Son solo cuatro ejemplos de perros que llevan años enjaulados y que miran a los visitantes con expectación. A veces asustados, pero siempre ansiando caricias. La perra más antigua, que deambula en libertad medio ciega y sorda por las instalaciones, se llama Pochi y lleva en La Bolgachina 15 años. 

70 nuevos inquilinos sin microchip 

Tanto Cuadrado como Rodríguez insisten en la importancia de que los perros tengan su microchip, tal y como establece desde hace décadas la Ley de Identificación Animal. «No tener microchip es ilegal. O se pone una multa o se recibe una advertencia», recuerdan, aunque son conscientes de que no todos los propietarios de animales cumplen esta normativa. De hecho, los 70 perros nuevos que han acabado en el albergue desde el 1 de febrero aparecieron sin identificar. Otros 30 que fueron recogidos sí lo estaban y, gracias a las redes sociales y los vecinos, han vuelto con sus dueños. «La ley no se cumple y, el resultado lo tienes aquí: 400 animales que están pagando una condena que no se merecen». 

Si nadie los reclama en ocho días, pasan a ser propiedad del Ayuntamiento de Oviedo. «Esta es la primera vez que los perros son del ayuntamiento. Antes eran de la protectora que se encargaba de la gestión del albergue. Es una nueva regulación y todo es nuevo», explica Rodríguez, que recuerda que los 119 animales que han sido adoptados o acogidos en el mismo periodo -apenas 50 días- sí iban debidamente identificados con su microchip además de tener su cuadro sanitario en orden. En cuanto llegan, y nadie les reclama en esos ocho días, lo primero que se les hace es identificarlos mediante microchip, vacunarlos y desparasitarlos. 

«Un perro mayor es mejor compañía que un cachorro»

A falta de que se completen las revisiones de todos los animales, Cuadrado explica que también se aprovechan para comprobar si tienen problemas de piel, en las articulaciones u otras patologías. «Hay muchos mayores, de entre siete y ocho años. Más de la mitad tienen más de siete años, algunos tienen problemas cardíacos y en las articulaciones debido a la humedad y al frío. Son los más difíciles de entregar en adopción, pero se adaptan mucho mejor que los cachorros. Un perro mayor es mejor compañía», indica, añadiendo que, al no constar sus datos, las edades se fueron averiguando con la observación de la dentadura de los animales.

Los perros que esperan por sus nuevos hogares son tantos que ha habido que tirar de santoral y hasta de series de televisión para ponerles nombres sin que se repitieran. Se llaman José María, Adriana, Nuria, Domitila, Florentina, Amador, Zacarías, Osvaldo, Fuencisla, Estela, Petra, Amancio… y así hasta más de 400, que son los que han ocupado o siguen ocupando las jaulas de La Bolgachina. Cuando Tristana salió de la suya todos los que vieron la escena empezaron a ladrar como poseídos. «Siempre pasa lo mismo. No sabes si le están diciendo corre, huye de aquí, o qué suerte tienes, nosotros nos quedamos aquí…», dice Rodríguez. 

Jaulas antiguas, algunas de hace más de 30 años

Las jaulas son antiguas, algunas de hace más de 30 años y no cumplen con las medidas reglamentarias que deberían tener. Incluso hay 15 jaulas en forma de nichos que, en su momento, se construyeron para los cachorros y que ahora solo se utilizan para los que están recién operados, aunque son tan pequeñas que la mayoría de los recién esterilizados tienen que convivir con los demás. El espacio es el que es. 

Las obras que de momento se están llevando a cabo son las de un nuevo edificio para la clínica veterinaria que la nueva empresa que gestiona el albergue está construyendo, y que también albergará los vestuarios de los trabajadores. La semana pasada, a través del ayuntamiento, se estaba asfaltando uno de los caminos. Sin embargo, basta un simple vistazo para darse cuenta de que aún queda mucho por hacer para adecuar las instalaciones a los tiempos actuales, en los que el bienestar animal es un asunto de creciente importancia social. La nueva gestora ya está pensando cómo hacer frente a esas mejoras, en las que habrá que pintar, embaldosar y cambiar los comederos y los bebederos. Por poner tres simples ejemplos.

Sacrificio cero y protocolo de actuación ético

Como el panorama es el que había, el control sanitario fue la primera prioridad de la nueva gestión. Al igual que implantar el sacrificio cero, con lo que ya no se que sacrifica a nadie todos los jueves, y un protocolo de actuación ético, basado en el bienestar animal. Los perros llevan un collar que les identifica por sexo. El amarillo es el de las hembras y el azul, el de los machos. El rojo se reserva a los que necesitan ser educados. «Pero a veces simplemente están excitados. En general, están nerviosos de no salir», dice Rodríguez. «La mayoría son buenos. El 95% no son nada agresivos. Son dóciles y, si tienen algún problema, es porque su vida no es estar en una jaula encerrados», añade el veterinario Fernando Cuadrado, por cuyas manos han ido pasando todos y que indica, que una vez que finalicen las medidas de prevención, se irá a lo particular con tratamientos individualizados en los casos en los que sean necesarios. 

Tristana, al cruzar la verja de la entrada principal del albergue, no miró atrás. Solo se asusta cuando escucha grandes estruendos o toca bañarse. Como es tan sociable, no suele pasar desapercibida ni para los humanos ni entre los perros que se encuentra en sus paseos. «Cada perro es un mundo y los vas conociendo en el día a día. Hay que tener paciencia para gestionar sus primeros meses en casa y, cuando se sale de paseo, no soltarlos. Algunos perros de perrera tienen problemas de miedo o traumas de separación, e incluso así son muy dóciles. Hay que ir enseñándoles para que se acostumbren y poco a poco irán adaptándose. Basta con tener paciencia y asumir que es una responsabilidad», insiste Cuadrado. El albergue muestra a diario en su página de Facebook a sus inquilinos, entre los que también se encuentran gatos y otros animales que acaban siendo derivados a lugares más adecuados.