El consumo de alcohol en la calle, ¿en crisis?

Sergio Alejandro REDACCIÓN

ASTURIAS

Botellón
Botellón

Los dispositivos desplegados por las fuerzas del orden han reducido la frecuencia de esta práctica. Los jóvenes aseguran que en Avilés las autoridades son más permisivas que en ciudades como Oviedo

04 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es sábado a las ocho de la tarde. Los trabajadores de los supermercados están a punto de entrar en la recta final de su jornada laboral. Sin embargo, los niveles frenéticos de trabajo no disminuyen. De hecho, sucede exactamente lo contrario: se multiplican. Riadas de jóvenes comienzan a entrar a los negocios como si de un ejército se tratase; todos en la misma dirección y con el mismo objetivo: la sección de bebidas alcohólicas de turno que, a falta de unas horas para que caiga la noche, empieza a vaciarse de botellas a medida que se llena de gente. Los horarios de los establecimientos fuerzan a los consumidores a abastecerse unas horas antes de salir y, como viene siendo normal desde hace varios años, asentarse en las calles y dar por comenzado el botellón.

El botellón es un fenómeno que ha vivido diferentes etapas en la fiesta asturiana: desde las turbas que hace no mucho tiempo atestaban las plazas del centro de Oviedo hasta el período de las mastodónticas celebraciones universitarias que se organizaban en el Carlos Tartiere. Muchos han sido los intentos por parte de las entidades públicas de contener estas prácticas con la intención, incluso, de hacerlas desaparecer. Sin embargo, el botellón es la sustancia inalterable de la noche asturiana desde hace muchos años. Pero, ¿por qué esta práctica ha calado tan hondo en los jóvenes asturianos? ¿cuál es su situación actual?

Tras el aumento de la vigilancia a lo largo del callejero ovetense, el botellón ha perdido algo de fuelle con respecto a los años precedentes. Los jóvenes apuntan a que actualmente la tradición de autogestionarse el consumo de alcohol al aire libre se ha restringido más a ocasiones especiales: quedadas universitarias, las veraniegas fiestes de prau, fechas señaladas como los carnavales o, simplemente, encuentros improvisados en los domicilios de alguno de los miembros del grupo. Cada tipo de botellón tiene su organización particular. Según comentan las personas que lo practican, en el período lectivo del año se elige esta práctica para ahorrarse las primeras copas o sidras en los establecimientos, las cuales consumen especialmente en sus viviendas. En verano, en cambio, el botellón vive su época de máximo esplendor convirtiéndose en la opción favorita de los jóvenes, dado que es su suministro principal de alcohol en las romerías y los festivales. Solo recurren a los puestos de venta situados en esos lugares si «se nos acaba lo que traemos nosotros».

Otros jóvenes afirman que la fuerza del botellón depende, en gran medida, de la localidad en la que se organiza. Por ejemplo, algunos avilesinos afirman que «en Avilés solemos hacer botellón cada fin de semana; en Oviedo, en cambio, no es tan normal». Esto sucede porque, según dicen, «en Oviedo te multan más fácilmente mientras que en otros sitios como Avilés existe una especie de semilibertad». Otros sostienen que actualmente «si haces botellón, por ejemplo, en la plaza del Paraguas, rápidamente te echan». Esta es una de las razones por las cuales el fenómeno del consumo callejero en Oviedo se está concentrando en noches muy concretas de manera masiva en las cuales parece que las autoridades levantan un poco más la mano. Este planteamiento se puede apreciar en San Mateo, Carnaval o Martes de Campo, cuando ciertas zonas de la capital asturiana son invadidas por jóvenes bebedores que cargan con bolsas de alcohol desde sus domicilios.

Sin embargo, si en algo coinciden la mayoría de los actuales practicantes del botellón es que en verano se incrementa drásticamente la predilección por esta forma de abastecimiento de bebida. Estos señalan que en las distintas romerías que se celebran en verano suelen anteponer la autogestión del alcohol a la adquisición de bebida en los puestos por motivos económicos, dado que «en los chiringuitos una copa de ginebra vale cuatro euros mientras que en un supermerado, por cuatro euros, te compras una botella entera».

Por otro lado, no solo ha cambiado el marco en el que se encuadra el botellón en los últimos tiempos, sino que también parecen variar las preferencias de los jóvenes. Además de las clásicas opciones del ron, el vodka o la ginebra, que desde hace muchos años dominan las ventas en los locales, ahora se les suman otras bebidas como el Jagërmeister, un licor de hierbas de origen alemán que está arrasando entre el sector juvenil. Según comentan los consumidores, «lo normal es beberlo a palo seco en chupitos o mezclarlo con bebidas energéticas». Por último, las cervezas e, incluso, la sidra son también una elección bastante común entre los practicantes del botellón, si bien afirman sobre la típica bebida asturiana que «no conviene mezclarla; es mejor para las fiestes de prau».

En conclusión, un fenómeno como el botellón, cuyo nacimiento se produjo como sustitutivo económico a los altos precios de las consumiciones en los locales, se ha convertido, especialmente en Oviedo, en un tipo de celebración especial, organizada y masiva que alcanza sus picos más altos en las fechas señaladas por el calendario festivo de la región. El resto de fines de semana, el botellón en las calles parece desinflarse en favor de otra especie de botellón, de ámbito privado y restringido a los domicilios de los participantes.