La cara B de la rapidez

Raúl Álvarez OVIEDO

ASTURIAS

Crecen las voces críticas con el coste económico y social de los trenes más veloces

10 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los trenes de alta velocidad salieron malparados de la crisis económica. Si en la primera década del siglo la extensión por España de las vías por las que circularía en el futuro la flota del AVE fue una prioridad inversora y casi un dogma de fe de la política española, el enorme coste de esos proyectos, los recortes simultáneos en las políticas sociales y la desconfianza sobrevenida contra todo lo que huela a ladrillo y grandes obras han hecho que la idea una malla ferroviaria de altas prestaciones que conecte a las capitales de provincia entre sí y con Madrid haya perdido lustre. Un nutrido grupo de economistas de prestigio, agrupados en la fundación Fedea, ha pedido abiertamente en los últimos años abandonar un modelo caro de construir, aun más oneroso de mantener y, fuera de la línea entre Madrid y Barcelona, deficitario en ingresos y escaso de viajeros. Entre todos los países del mundo, solo China y Japón superan a España en kilómetros construidos de vías de alta velocidad.

Algunos grupos políticos han recogido esa bandera y abogan abiertamente por reorientar el esfuerzo dedicado a la alta velocidad para dirigirlo hacia los cercanías y a otras líneas de mediano o largo recorrido que, en su opinión, extraen mayor rentabilidad social del dinero público. La eurodiputada asturiana de Podemos Tania González defiende esas tesis en unas jornadas organizadas este mismo fin de semana en Avilés y Candás. En su trabajo en la Eurocámara, también ha advertido contra la liberalización y las privatizaciones en el sector. Pero para las ciudades de tamaño pequeño o mediano donde los convoyes ya hacen paradas los beneficios, al menos en los primeros años, parecen superar a los costes.

Los precios de los billetes han sido una causa permanente de protestas entre los usuarios. En Ciudad Real, donde existe un flujo continuo de viajeros habituales, las quejas son generalizadas. Las tarifas son elevadas y los abonos, poco flexibles, según las asociaciones de viajeros. Renfe se vio obligada a dejar de explotar el ramal entre Zaragoza y Huesca porque a la mayoría de sus clientes el escaso ahorro de tiempo no les compensaba la enorme diferencia con el coste de los asientos en los trenes regionales que hacen el mismo trayecto. Y la crisis obligó a replantearse líneas enteras y la existencia misma de estaciones que, muchos millones de euros de inversión pública después, no llegaban a una decena de pasajeros por día. El AVE regional de Castilla-La Mancha, que hasta el 2011 unía a diario Toledo, Cuenca y Albacete, dejó de circular porque su media de usuarios era de nueve por servicio.