Las nuevas «macrorromerías» revolucionan el verano festivo en Asturias

J. C. G. GIJÓN

ASTURIAS

Público en el entorno del Puerto Deportivo de Gijón durante el Día de las Alas Red Bull
Público en el entorno del Puerto Deportivo de Gijón durante el Día de las Alas Red Bull

Se multiplican las citas que, al margen de las fiestas tradicionales, convocan a decenas de miles de personas en un calendario estival cada vez más estirado. Pero ¿están para quedarse?

06 sep 2017 . Actualizado a las 08:38 h.

El pasado domingo, en Gijón no era más fiesta que el propio domingo. Un domingo de septiembre: la Semana Grande quedaba ya lejos, y también el gentío del Festival de la Sidra, desde hace unos años considerado de modo oficioso como el remate del programa estival de festejos. Sin embargo, resultó ser una de las jornadas más multitudinarias de un verano que ha llenado calles, plazas y escenarios en la ciudad. Sorprendiendo incluso a los organizadores, 40.000 personas se agolparon durante horas en el perímetro del Puerto Deportivo para disfrutar del Día de las Alas Red Bull; y, pocas horas después, varios miles más se entregaban en la explanada de Poniente a una atestada «Holi Party». Eso, el 4 de septiembre de un verano que los responsables de los festejos locales dieron por iniciado 15 días antes de que empezara la estación con los 8.000 espectadores del concierto de Ricky Martin en La Laboral.

Asturias no ha dado muestras de turismofobia este verano. Pero tampoco de demofobia, el rechazo patológico de las multitudes. El «gran domingo» gijonés del 4 de septiembre es la muestra más fresca del tipo de acontecimientos que están agregándose, cada vez más diversificados y multitudinarios, al calendario festivo tradicional de los veranos asturianos. Macro-romerías de contenido muy diversificado que, organizadas desde el sector privado en su mayor parte, ya no se ciñen a las fiestas patronales, y que arrastran a millares de personas. ¿Son un fenómeno coyuntural, como aquellos macroconciertos de los 80 y los 90 del pasado siglo, o están para quedarse y acabar formando tanta parte del verano asturiano como cualquier romería y fiesta tradicional?

Las que se hicieron tradicionales

Algunas de las que ya son consideradas tradicionales nacieron también de ese modo lateral y por iniciativas, en principio, particulares. En Gijón, sin ir más lejos, una Semana Negra que ha logrado llegar este año a su trigésimo aniversario y que viene sumando desde hace muchas ediciones un redondo millón de visitantes prácticamente invariable en su balance anual. Fue también el precedente para todos los multifestivales que adhirieron la feria de toda la vida con el enfoque temático. Pero también hay que pensar que citas con tanta apariencia de tradición ancestral no lo son tanta. Así el Xiringüelu de Pravia -que este año reunió a 30.000 personas-, que nació hace menos de ocho décadas como una iniciativa vecinal que acabó echando raíces en el Prau Salcéu y en la agenda festiva regional. 

Con todo, 77 años son muchos en comparación con los cuatro que lleva una de las grandes candidatas a arraigar en el verano. En constante crecimiento, el «festival de festivales» Metrópoli Gijón ha dado muestras de una vitalidad expansiva. El horizonte de las 300.000 visitas a su mezcla de cultura popular de masas, gastronomía ambulante, ocio tecnológico y música en directo funciona tan bien que ayer mismo la cuenta de Facebook de la organización anunciaba que, además de proyectar su exportación como franquicia festiva a otras ciudades, también se extiende en el tiempo: de verano a invierno. Nada hace pensar, por tanto, que vaya a desaparecer del calendario gijonés a corto plazo.

Otra cita que ha entrado con fuerza y declarada vocación de permanencia es Tsunami Xixón. Sus organizadores -los mismos que los del triunfal Resurrection Fest de Viveiro- consiguieron llenar con las 8.000 personas del aforo el patio de La Laboral en el debut del festival musical. Su tirón se suma al que, en distintas escalas pero por lo general con mucho éxito, han tenido todas las citas musicales de este formato que salpican de modo creciente el verano asturiano. Una estimación inicial (solo con los más voluminosos de entre los festivales de la comunidad) calculaba un mínimo de 200.000 asistentes.

¿Atractivo turístico?

¿Cuántos de ellos de fuera? El atractivo turístico de este tipo de festejos y actividades no siempre es uno de los factores prioritarios para su organización. Con frecuencia apuntan a públicos locales y, como mucho, regionales. Por otra parte, es muy difícil contabilizar públicos por procedencia en la mayor parte de estos casos. Pero en el de los festivales musicales el peso de los visitantes es más que estimable y también su impacto en las economías del entorno. Un ejemplo, de nuevo basado en Tsunami Xixón: un 65 por ciento de la venta por internet -la práctica todalidad del taquillaje- fue a manos de público de fuera de Asturias. 

Incluso la oferta bajo techo tiende a hacer sitio a lo grande en verano. Además de las visitas de Arturo Fernández con su tirón tradicional, los veranos del teatro Jovellanos han convertido en un fijo la presencia en su cartel de un musical de relumbrón con suficientes días para que el público abulte mucho más que en los aforos de otras épocas del año. Dirty Dancing se acercó a los 15.000 espectadores en sus diez días en Gijón. Otras estrategias que funcionan son, por ejemplo, las de incrustar el festival en el festejo de toda la vida, como sucede con La Mar de Ruido en el contexto del San Agustín avilesino.

Las «macrorromerías» dejan claro al menos dos cosas: en Asturias hay gana de fiesta para cubrir de sobra nuevas ofertas, y eso es detectado por la iniciativa privada. Pero, ¿es el mejor modelo? Ciudades como Oviedo han apostado este verano por una oferta para públicos más reducidos y con contenidos menos espectaculares. Por otra parte, persiste de fondo la cuestión de las interferencias de estos acontecimientos puntuales que alteran notablemente los hábitos de consumo de servicios con la hostelería local, y las demandas de control, descongestión y desestacionalización que el sector sigue lanzando.

Por otra parte, cantidad no es ganancia, según recuerdan los hosteleros. No necesariamente las calles llenas dejan cajas llenas, ni siquiera en los circuitos festivos y de ocio convencionales. Eso al margen de la presencia creciente del componente gastronómico no solo como parte sino como tema central de algunas de estas grandes citas, como el Oktoberfest o el Summer Beer Festival en Gijón, o el Festival de la Cerveza en Avilés: convocatorias que -se quejan los hosteleros- tienen un impacto en sus balances veraniegos.

Y, para los insaciables, aún queda otro baño de masas fuera de programa. La Vuelta Ciclista a España está al llegar. Non stop macrorromería en Asturias. Venga de donde venga.