El drama de las carreteras cuesta más de 351 millones a los asturianos en una década

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Un conductor ha perdido la vida en un accidente en la localidad de Piedeloro, en Carreño.Un conductor ha perdido la vida en un accidente en la localidad de Piedeloro, en Carreño
Un conductor ha perdido la vida en un accidente en la localidad de Piedeloro, en Carreño SEPA

Un informe auspiciado por el Gobierno precisa la repercusión de los accidentes de tráfico en las arcas públicas, más allá de la mera atención sanitaria

21 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La siniestralidad en las carreteras no solo genera un reguero de dolor en las víctimas y su entorno, también supone una sangría económica para las arcas públicas que acaba de ser cuantificada. El coste más evidente es el sanitario, el sobrevenido por la atención a las víctimas. Pero habría que sumar mucho más. Pensiones por incapacidad permanente, orfandad o viudedad, el coste hospitalario, los tratamientos, las secuelas en las víctimas,... Toda esta repercusión global suma miles de millones de euros. En Asturias, en concreto, 351 millones de euros entre los años 2000 y 2010, ambos incluidos. Así aparece en un trabajo auspiciado por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y firmado por Ignacio Soriano Somovilla. 

Para llegar a esta cifra, Soriano Somovilla ha cotejado estadísticas diferentes. Las fundamentales, las del Ministerio del Interior, con la Dirección General de Tráfico, con el número de siniestros y de víctimas, la encuesta de población activa (EPA), la memoria de las mutuas y aseguradoras privadas, las estadísticas de las consejerías de Sanidad,... Además, ha ido añadiendo los costes arrastrados a lo largo de los ejercicios. La influencia de un accidente en carretera no termina el ejercicio en el que tiene lugar sino que sus consecuencias se mantienen a largo plazo.

El desglose  

El año tomado como referencia es el 2000. Ese ejercicio, el reguero de accidente en las carreteras españolas provocó un coste total a las arcas públicas de 355 millones de euros, de los que a Asturias le corresponden 9,2 millones. Aunque desde entonces el número de víctimas ha descendido paulatinamente, el precio ha seguido creciendo exponencialmente. El autor explica las razones. La primera es el incremento del coste de la vida y también de los precios de los procesos sanitarios. Además, cada año se incorpora el efecto arrastrado de todos los anteriores. Una víctima no deja de serlo al año siguiente. De los 9,2 millones correspondientes al Principado en el 2000, se pasó a 12,5 en el 2001. Los 30 millones se superaron en el 2005 y los 40 millones en el 2007. En el 2010, el último incorporado en este estudio, la tarifa fue de 55,95 millones de euros. Sumados los once ejercicios, el resultado son esos 351 millones de euros.

El propio autor de la investigación reconoce en las conclusiones que los datos son «demoledores». Para España, en ese periodo comprendido entre el 200 y el 2010 los accidentes supusieron unas pérdidas económicas en el Sistema de la Segunridad Social de más de 13.510 millones de euros, lo que supone el 1,21% del Producto Interior Bruto (PIB) del país en 2009. Con otro tipo de estimación lo apuntala aún más. El superávit de la Seguridad Social, a fecha julio de 2011, sería seis veces superior. 

Valoraciones y precisiones

«La repercusión de los accidentes de tráfico en el Sistema General de la Seguridad Social tiene dos aspectos diferentes pero estrechamente relacionados entre sí: el aspecto económico y el social. Cuánto cuesta y a cuántas personas afecta», reconoce el autor. Distingue, además, dos tipos fundamentales de parámetros: los costes objetivos y los beneficios hipotéticos. Puede parecer extraño que en este contexto de siniestralidad y víctimas se hable de beneficios, pero se trata de un apunte necesario. Si en los costes incluye el gasto sanitario, en los beneficios señala todas aquellas partidas que hubiese pagado el Sistema de la Seguridad Social de no haberse producido un accidente. Un ejemplo duro pero clarificador es, por ejemplo, todas las prestaciones que las víctimas mortales estaban cobrando y que se dejaron de abonar. En este intrincado análisis también otro apartado que denomina beneficios hipotéticos negativos, que no son un coste. Esto sucede con las cotizaciones que hubiesen generado las víctimas mortales (económicas) o el número de víctimas que seguirían afiliadas (social). Es un dinero que no existe pero hubiera existido de no haberse producido el accidente. 

El autor insiste en que el descenso de la siniestralidad no se ha traducido en una reducción del impacto económico en las arcas públicas. Aunque las víctimas mortales han caído un 50%, el encarecimiento de la vida ha seguido incrementado los costes. La mayor parte de esa lluvia de millones corresponden al sistema nacional de salud. Curiosamente, son los heridos leves los que más gastan. Señala Ignacio Soriano Somovilla, por tanto, que la gravedad de un accidente no implica más repercusión. El crecimiento exponencial, además, ejercicio tras ejercicio se debe a ese efecto arrastre.